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Interpretando a Susana
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Javier Caraballo

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Interpretando a Susana

La ocupación de una vivienda se prolonga durante dos años y la Policía procede al desalojo justo el día antes de que se firme un acuerdo

Foto: La presidenta de Andalucía, Susana Díaz. (Efe)
La presidenta de Andalucía, Susana Díaz. (Efe)

La ocupación de una vivienda se prolonga durante dos años y la Policía procede al desalojo justo el día antes de que se firme un acuerdo para el abandono voluntario de las familias okupas, que se había logrado con la mediación del defensor del pueblo andaluz. El Gobierno de coalición de la Junta de a Andalucía ha soportado, sin una fisura, el monumental escándalo de los ERE o la agresiva campaña de robo de supermercados de Sánchez Gordillo y, de repente, se tambalea con la mayor crisis vivida por el alojamiento provisional de ocho familias ordenado por Izquierda Unida. La presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, firma, con toda España pendiente de su decisión, un decreto para retirarle las competencias de vivienda a Izquierda Unida y, un día después, firma otro decreto para derogar el anterior. Un vaivén gubernamental que debe tener muy pocos precedentes en política.

¿Alguien le encuentra algún sentido a todo esto? Es difícil de entender, sí, porque nada de lo ocurrido se guía por la literalidad de lo que se narra; nada es lo que parece porque el mar de fondo es otro. Ni la ocupación de la llamada Corrala Utopía, en Sevilla, durante dos años, ni el alojamiento provisional de varias familias tras el desalojo, ni las dudas de legalidad que pudieran existir explican la tormenta de 48 horas que se ha vivido en el seno del Gobierno andaluz. Para entender lo ocurrido hay que interpretar a Susana Díaz, la presidenta de la Junta de Andalucía. Sus filias, sus fobias, su personalidad, sus estrategias de comunicación, sus previsiones de futuro, sus objetivos a medio y largo plazo.

El error de cálculo de Susana Díaz -dicen- es que no ha valorado que ni Izquierda Unida es como el PSOE ni Antonio Maíllo es como Diego Valderas

Hay que interpretar a Susana y conocer, en primer lugar, el carácter impetuoso de la presidenta de la Junta de Andalucía. Porque todo se origina cuando, el miércoles pasado, tras el inesperado desalojo de la Corrala Utopía, ordenado por la Delegación del Gobierno (en manos, obviamente, del Partido Popular), Susana Díaz monta en cólera contra su socios de gobierno, la federación Izquierda Unida. Para su sorpresa, los dirigentes de IU acuden a la acampada de los desalojados de la Corrala y les anuncian que van a reubicar los provisionalmente en diversas viviendas propiedad de la Administración andaluza. Dicen en Izquierda Unida que, si Susana Díaz se rebela contra ese acto, es porque ella misma, de acuerdo con el alcalde de la ciudad, Juan Ignacio Zoido (PP), había planeado darle solución a los desalojados, repartiéndose entre ambos el protagonismo. Sea como fuere, la realidad es que es Izquierda Unida se anticipa y se anota la resolución final de un conflicto que salió en las páginas de The New York Times, en las pantallas de Al Jazeera y su decisión mereció una resolución del Parlamento Europeo.

Ese día, según admiten en el propio grupo socialista, las amenazas de Susana Díaz van desde destituir de forma fulminante a la consejera de Vivienda, Elena Cortés (IU), al anuncio de que le va a quitar todas las competencias de Vivienda para, finalmente, afirmar que está decidida a privarla de una sola competencia, la de adjudicación de viviendas. Tan bronco era su enfado contra IU que llegó, incluso, a 'cortarle' el teléfono corporativo al viceconsejero de vivienda, José Antonio García Cebrián. Se enojó con él y ordenó al servicio telemático de la Junta andaluza que le anulara el móvil, según afirman en esta federación. En Izquierda Unida, no dan crédito a lo que está sucediendo, según dicen, pero optan por mantener la calma y trasladar el asunto al Comité de Enlace de ambos partidos para resolver el conflicto. Y advierten: "Si se hace efectiva la retirada de las competencias, habrá crisis de Gobierno".

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En ese punto de la crisis es donde cobra importancia la personalidad de los dos principales protagonistas de esta crisis, Susana Díaz y Antonio Maíllo, el coordinador andaluz de IU. Desde el primer día que se vieron, no se soportan. Las diferencias personales y políticas entre ambos son tan dispares que el entendimiento se hace, a menudo, imposible. La seducción de la que hace gala Susana Díaz, la que le abre todas las puertas, se estrella siempre con la frialdad de Maíllo. En una ocasión, el propio Maíllo dejó claras las diferencias de raíz en una entrevista con El Confidencial: "La trayectoria política de Susana Díaz y la mía son diametralmente opuestas. Yo vengo de fichar en un trabajo todos los días y ella procede de un mundo en el que sólo se ha ejercitado en la política profesional. (...) Desde luego, mi modelo de dirigente político no es el que representa Susana Díaz, ni mucho menos. Yo creo que tener experiencia profesional previa debería ser una obligación en política".

Antonio Maíllo, desde esa perspectiva, no ha querido integrarse en el Gobierno andaluz y, por lo tanto, no le tiene ningún apego al sillón, como sí ocurre con el anterior coordinador andaluz de IU, Diego Valderas, que ocupa una vicepresidencia en el Ejecutivo andaluz. A Valderas, de hecho, según cuentan en el seno de IU, llegó a decirle Maíllo en pleno fragor de la crisis que "Izquierda Unida no está en el Gobierno andaluz para defender el sillón del vicepresidente", ante la insistencia de este de rectificar y aceptar las exigencias de Susana Díaz. En esas, Maíllo se adentró en las negociaciones de la crisis con el criterio firme de no ceder, seguro de que Izquierda Unida había actuado en todo momento de acuerdo a la legalidad. Su argumento principal era, además, el mismo auto judicial que ordenaba el desalojo de la Corrala Utopía, en el que se ordenaba a las Administraciones que se buscara vivienda a aquellas familias okupas con menores y en situación de exclusión social. Por eso, el coordinador de IU insistía, con evidente doble sentido, que en la actuación de IU se había respetado la legalidad “como nunca antes en la historia de los gobiernos de la autonomía andaluza". Susana Díaz, sin embargo, sostenía lo contrario y, por eso, finalmente, firmó el decreto.

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Lo que sucedió después de que se firmara es que Izquierda Unida, en contra del impulso inicial de adoptar soluciones extremas, como rectificar en la medida que exigía la presidenta y dar por roto el pacto de gobierno, optó de forma inteligente por una posición media: lo dejaba "en suspenso" hasta que la presidenta rectificara su decreto. Esa suspensión temporal del acuerdo es la que, según fuentes socialistas, descolocó a la presidenta. De repente, la crisis se volvía contra ella y era la propia Susana Díaz la que estaba en manos de Izquierda Unida. Desde una reprobación en el Parlamento a una moción de censura podía ser posible.

Tanto en el PSOE como en Izquierda Unida hay un argumento que se comparte. "El error de cálculo de Susana Díaz –dicen– es que no ha valorado que ni Izquierda Unida es como el PSOE ni Antonio Maíllo es como Diego Valderas. Hasta ahora, esa táctica de presión absoluta, del todo o nada, le ha funcionado en toda su trayectoria política. Susana está acostumbrada a demoler obstáculos con amenazas y presiones sobre el miedo del personal a perder su cargo o su puesto en el partido. Y esta vez, se trataba sólo de recordarle que quien más perdía era ella, que es presidenta por el apoyo de Izquierda Unida".

Hay que interpretar a Susana y conocer, en primer lugar, el carácter impetuoso de la presidenta de la Junta de Andalucía

En descargo de la presidenta andaluza, también hay quien sostiene que, al final, la presidenta lo único que ha pretendido es alejarse de Izquierda Unida, hacerlo público con el mayor estruendo, para cuando tenga que justificar un adelanto electoral. Pero, aun siendo posible esa versión, no es menos cierto que no hay en la actualidad ninguna encuesta electoral que le otorgue mayoría absoluta al PSOE en Andalucía, con lo que tendría, de nuevo, que pactar con Izquierda Unida para gobernar.

Todo eso, en cualquier caso, se verá. De momento, es evidente que la presidenta sale mal parada de su órdago a Izquierda Unida, quizá el primer gran tropiezo desde que asumió el cargo, y que, por el contrario, Izquierda Unida, y en especial su coordinador, ha conseguido volver a primer plano de la actualidad y retomar públicamente el protagonismo en el Gobierno de coalición. Susana Díaz, con su inicio fulgurante, había conseguido que Izquierda Unida desapareciera de la escena; ahora ella misma, con su error de cálculo político, se lo ha devuelto. A su lado, feliz, Antonio Maíllo parecía sacudirse el polvo de la chaqueta tras la pelea: "Aceitunilla comida, hueso fuera".

La ocupación de una vivienda se prolonga durante dos años y la Policía procede al desalojo justo el día antes de que se firme un acuerdo para el abandono voluntario de las familias okupas, que se había logrado con la mediación del defensor del pueblo andaluz. El Gobierno de coalición de la Junta de a Andalucía ha soportado, sin una fisura, el monumental escándalo de los ERE o la agresiva campaña de robo de supermercados de Sánchez Gordillo y, de repente, se tambalea con la mayor crisis vivida por el alojamiento provisional de ocho familias ordenado por Izquierda Unida. La presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, firma, con toda España pendiente de su decisión, un decreto para retirarle las competencias de vivienda a Izquierda Unida y, un día después, firma otro decreto para derogar el anterior. Un vaivén gubernamental que debe tener muy pocos precedentes en política.

Susana Díaz Izquierda Unida Juan Ignacio Zoido