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Los lunes al golf
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Javier Caraballo

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Los lunes al golf

Quizá fue hace tres años, con la crisis aún en todo lo alto y el Gobierno de Zapatero en sus últimos estertores. Me tropecé con él

Quizá fue hace tres años, con la crisis aún en todo lo alto y el Gobierno de Zapatero en sus últimos estertores. Me tropecé con él en alguna recepción intrascendente y, aunque ya no tenía los galones de poder de otros años, mantenía el porte diletante que dan los despachos. Fue entonces cuando, con un toque de sonrisa cínica, lo soltó. Hablábamos de la tiesura de la crisis, la ruina creciente, de lo parado que estaba todo, y él se describió en ese marco con una sonrisa burlona: “Pues yo, aquí me ves… Los lunes al golf”. Qué cruel paralelismo del momento; que retrato tan descarnado de la realidad en la que nos instaló la crisis. Un país que se detuvo de golpe y, como en el juego de la silla, a algunos les pilló sentados mientras que otros se quedaron de pie, se quedaron tirados. Los unos, al sol; los otros, al golf.

Aquel tipo no es que fuera un directamente un mangante, vamos a ver, pero sí responde al perfil de tantos que al calor del poder hicieron una fortuna considerable. Los hay repartidos por todas las comunidades, esa clase social nueva que ha crecido con la difuminación del poder en las autonomías a partir del Estado centralista. Quizá alguna vez pasaron brevemente por las instituciones, por la presidencia de alguna caja de ahorros o por la dirección de una empresa pública con salarios millonarios y dietas abultadas. Como un tamiz de riqueza, atravesaron los cargos que les ofreció la política y se transformaron en nuevos ricos. Luego alguna inversión en la construcción, parcelas bien orientadas, debidamente recalificadas, o algún que otro pelotazo con campos de energía solar. Luego, cuando la crisis, la multiplicación del patrimonio se detuvo y no tuvieron más que apartarse a un lado, a esperar nuevos tiempos, que otra vez la rueda de la especulación vuelva a funcionar como antes. De ahí la expresión, “los lunes al golf”. La espera de los nuevos ricos. Y sólo hace falta pronunciarlo para imaginarse a un tipo así.

La investigación del fraude de los cursos de formación en Andalucía, que puede extenderse a otras regiones de España, incide justo en esa realidad; se rasca la superficie de ese mundo de apariencias, y aparecen esos tipos que han amasado fortunas junto al poder autonómico. Nada más significativo que la información que ofrecía ayer aquí José María Olmo, el reparto por parte del Gobierno de Griñán de 56 millones de euros para cursos de formación después de perder las elecciones autonómicas. Las urgencias de la derrota buscan perpetuar el estatus anterior, porque no existen noticias de que ese caudal haya tenido incidencia alguna en las elevadas cifras de desempleo de la comunidad andaluza.

Nunca, jamás, ningún Gobierno de ningún partido ha sido capaz de localizar en su seno un caso de corrupción y llevarlo a los tribunales. No existen precedentes

Sostiene ahora el Gobierno de Susana Díaz que su compromiso, ante esta nueva lacra, es “transparencia total” y “tolerancia cero” contra la corrupción, las dos expresiones más manidas y huecas que se oyen en política. Afirman ahora los de la Junta de Andalucía que, tan firme es su determinación contra la corrupción, que incluso han abierto una investigación interna para comprobar el alcance del fraude que se investiga. “La presidenta –dicen– será implacable” y exigirá la devolución de todo el dinero público que se haya podido defraudar. Pero añaden más: “Pueden estar tranquilos los andaluces y los españoles porque en ninguna otra comunidad autónoma existen los controles y las exigencias de Andalucía en la fiscalización de estas partidas de dinero público. Los controles han funcionado…”

De todo lo dicho, esto último es lo más llamativo, incluidos los golpes de pecho por los supuestos agravios a la imagen de Andalucía tras las revelaciones de El Confidencial sobre el fraude de los cursos de formación. Si se fijan, en política, la persecución de los casos de corrupción siempre tiene efecto retardado. Nunca, jamás, ningún Gobierno de ningún partido ha sido capaz de localizar en su seno un caso de corrupción y llevarlo a los tribunales. No existen precedentes. Como ocurre ahora en Andalucía: todos esos que ahora llaman “aprovechados” de los cursos de formación pudieron actuar impunemente, durante años y años, sin que nadie detectara nada; sin que nadie, siquiera, sospechara nada.

¿Qué dice la Junta andaluza, que han funcionado los controles? ¿Qué controles? Los “aprovechados” de los cursos de formación estaban tan tranquilos con los supuestos controles de la Junta de Andalucía como lo estaban los “aprovechados” de los ERE y sólo la investigación policial y judicial logrará destapar una parte, sólo una pequeña parte, de los cientos y cientos de millones de euros que se hayan podido defraudar, malversar o, simplemente, despilfarrar.

Susana Díaz, tan implacable con la corrupción, lleva toda su vida en política y, que se sepa, jamás ha detectado o denunciado un caso de corrupción. Curioso. Y eso que, a veces, sólo hace falta mirar alrededor y contemplar cómo cambia el paisaje. Cómo no se puede dar uno cuenta de lo más elemental, el cambio físico, la ostentación palpable; el enriquecimiento de tantos como han pasado por los boletines oficiales en los que se publicaban periódicamente las subvenciones que recibían. Esos tipos que siempre revolotean como polillas junto a las luces de los despachos. Esos que han amasado fortunas y que ahora, en las recepciones, escupen con cinismo su situación. “Aquí me ves… Los lunes al golf”.

Quizá fue hace tres años, con la crisis aún en todo lo alto y el Gobierno de Zapatero en sus últimos estertores. Me tropecé con él en alguna recepción intrascendente y, aunque ya no tenía los galones de poder de otros años, mantenía el porte diletante que dan los despachos. Fue entonces cuando, con un toque de sonrisa cínica, lo soltó. Hablábamos de la tiesura de la crisis, la ruina creciente, de lo parado que estaba todo, y él se describió en ese marco con una sonrisa burlona: “Pues yo, aquí me ves… Los lunes al golf”. Qué cruel paralelismo del momento; que retrato tan descarnado de la realidad en la que nos instaló la crisis. Un país que se detuvo de golpe y, como en el juego de la silla, a algunos les pilló sentados mientras que otros se quedaron de pie, se quedaron tirados. Los unos, al sol; los otros, al golf.

Susana Díaz