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Republicano y patriota, una idiotez
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Javier Caraballo

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Republicano y patriota, una idiotez

A los republicanos españoles se les ha caído un sentimiento desde la última vez que este país amaneció con banderas tricolor. La patria. Ese sentimiento se

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A los republicanos españoles se les ha caído un sentimiento desde la última vez que este país amaneció con banderas tricolor. La patria. Ese sentimiento se les ha caído. En la perceptible transformación que ha sufrido el concepto en los últimos 80 años, lo que ya no existen aquí son republicanos que hablen en sus discursos de España, y que al referirse a ella hables de la patria. Curiosamente, lo que ha ocurrido en estos ochenta años es que esos dos términos, República y Patria, que antes se conjugaban siempre unidos, ahora no sólo no se pronuncian juntos sino que han adquirido un significado político contrario. Republicano supone ser de izquierda o de extrema izquierda; hablar de patria supone ser de derecha o de extrema derecha. Republicano y patriota, en la actualidad española, es sencillamente, una contradicción. Una idiotez.

Todo esto podría ser anecdótico si el debate político en España, como está ocurriendo de nuevo en estos días, no se caldeara hasta el punto de ebullición por enfrentamientos inútiles, absurdos, incomprensibles y siempre estériles. Si por lo menos el debate, los elementos que se confrontan, tuvieran un punto de sentido común, de certeza, podría pensarse en un acuerdo final, o un acercamiento. Pero ocurre a menudo como en los diálogos de besugos, que son interminables y, que, además, todo el que decide sumarse a la pelea, acaba pareciendo un besugo más. Sobre el absurdo sólo se construye absurdo, y en esas andamos.

De Dolores Ibarruri, la Pasionaria, el hispanista Paul Preston destaca su “profundo amor a España”, expresado en la mayoría de los discursos. En plena guerra, cuando alentaba a las Brigadas Internacionales (“volved a nuestro lado, que aquí encontraréis patria”), o cuando se murió el dictador y, desde el exilio, se dirigió a los españoles a través de la mítica Radio Pirenaica, para ensalzar “la España de la democracia y de la libertad, la España que dio vida al mundo, capaz de todas las hazañas”.¿Alguien imagina a Cayo Lara, o a cualquier dirigente de Izquierda Unida hablando de patria, ensalzando las hazañas de la historia de España? El efecto más pernicioso del franquismo fue, precisamente, la apropiación de los principales símbolos de España, y ahora, de forma incomprensible, es la izquierda la que colabora de forma inconsciente, e irresponsable, con el legado del dictador y sigue escondiendo los símbolos y las palabras que se refieren a España como algo vergonzoso. La palabra “patria” se ha convertido en tabú en el partido comunista. Pero, ¿habrá alguien más comunista y bolchevique en la historia de España que la Pasionaria?

En los discursos de los dirigentes políticos de entonces, la República era un modelo de Estado que se contraponía a un concepto, todavía latente, de monarcas absolutistas y al propio subdesarrollo de España. Pero la República no era un fin en sí mismo, sino un medio; el objetivo siempre era España. “Y entonces se comprobará una vez más lo que nunca debió ser desconocido por los que lo desconocieron: que todos somos hijos del mismo sol y tributarios del mismo arroyo. Ahí está la base de la nacionalidad y la raíz del sentimiento patriótico. Nosotros vemos en la patria una libertad, fundiendo en ella (…) todo el patrimonio moral acumulado por los españoles en veinte siglos”.

El párrafo es de Manuel Azaña, ya casi al final de la Guerra Civil, el 18 de julio de 1938, en el Ayuntamiento de Barcelona. Y otra vez la misma pregunta: ¿alguien se imagina en la actualidad a algún político español hablando en esos términos, sin que al instante se le vea como un fascista redomado, un retrógrado desfasado, inaceptable? Hasta provocador se le vería, por hablar de patria, pero ¿habrá alguien en la historia de España que se le pueda identificar con la República más que Manuel Azaña? Hasta la derecha ha terminado asumiendo que la palabra “patria” no es políticamente correcta y en la sociedad, por supuesto, la palabra patria ni se menciona, acaso porque se relaciona con lo mismo, el franquismo y la dictadura.

Y a todo eso se llega con el olvido del pasado, de nuestras raíces, de nuestras experiencias como pueblo, de los escarmientos de la historia. Para cambiar la Constitución en España, derogar la monarquía parlamentaria e instaurar la III República, sólo hace falta que el pueblo español, de forma mayoritaria, vote a un partido político que lleve esa promesa en su programa electoral. Porque si así sucede, es la propia Constitución la que garantiza el proceso que hay que seguir para que lo que voten los españoles se haga realidad en el Estado de Derecho. Pero hasta que eso suceda, esta agitación persistente, el menosprecio y el escupitajo a lo que tenemos, el mayor periodo de libertad en la historia de España, es una gravísima irresponsabilidad.

A los republicanos españoles se les ha caído un sentimiento por el camino, y han seguido adelante, como quien extravía el reloj o la chaqueta mientras camina, y no logran darse cuenta de que ya no son los mismos. Una vez más, que no era eso, que no era eso.

A los republicanos españoles se les ha caído un sentimiento desde la última vez que este país amaneció con banderas tricolor. La patria. Ese sentimiento se les ha caído. En la perceptible transformación que ha sufrido el concepto en los últimos 80 años, lo que ya no existen aquí son republicanos que hablen en sus discursos de España, y que al referirse a ella hables de la patria. Curiosamente, lo que ha ocurrido en estos ochenta años es que esos dos términos, República y Patria, que antes se conjugaban siempre unidos, ahora no sólo no se pronuncian juntos sino que han adquirido un significado político contrario. Republicano supone ser de izquierda o de extrema izquierda; hablar de patria supone ser de derecha o de extrema derecha. Republicano y patriota, en la actualidad española, es sencillamente, una contradicción. Una idiotez.

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