Es noticia
Baile de máscaras en la Alcaldía
  1. España
  2. Matacán
Javier Caraballo

Matacán

Por

Baile de máscaras en la Alcaldía

Lo dijo Larra hace casi dos siglos y su diagnóstico social sigue vigente; que no hace falta esperar a las chirigotas del Falla en Cádiz porque

Lo dijo Larra hace casi dos siglos y su diagnóstico social sigue vigente; que no hace falta esperar a las chirigotas del Falla en Cádiz porque este es un país de máscaras y, en lo concerniente a la cosa pública, sólo hay que ponerle el oído al runrún de declaraciones políticaspara concluir que aquí todo el año es carnaval. Como se acercan las municipales, se ha iniciado ya el baile de la Alcaldía, y todo el mundo está en la pista con su máscara puesta.

Pero no es música lo que suena sino estruendo, ruido, por la forzada propuesta del Partido Popular para modificar la Ley Electoral e impedir que los pactos municipales arrebaten una alcaldía al vencedor de las elecciones. ¿Elección directa de alcaldes? “¡Un golpe de mano autoritario!”, gritan unos; “el avance de la democracia esperado por los españoles”, responden otros, cada cual con su careta, desde su rincón. Nadie se pondrá de acuerdo, porque ni siquiera lo pretenden, pero el baile está asegurado. ¡Viva el carnaval!

Entre los primeros, entre los que hablan de golpe autoritario, están los dirigentes del PSOE con los que, como en una ecuación matemática, podríamos establecer una relación inversamente proporcional entre lo que dicen y lo que realmente piensan. A ver, en el PSOE lo que menos preocupa es aquello que repiten; no es la defensa de la democracia lo que les mueve, ni el pluralismo democrático, ni la voz de los ciudadanos.

En el cálculo político que se ha establecido se habrá llegado a la conclusión, sencillamente, de que este es un buen debate para poder colgarle al PP los carteles que mejor rentabiliza la izquierda española: “la derecha cacique”, “la derechona autoritaria”. Y con unas elecciones municipales en puertas, quién se va a resistir a la tentación de un discurso hecho con los retales de siempre.

Lo demás es secundario; se defiende la negativa a la elección directa de los alcaldes como se podría defender lo contrario, con los mismos argumentos. No se trata de política ficción. Hace 16 años, la ejecutiva federal del PSOE defendía todo lo contrario. El entonces secretario de Política Municipal del PSOE, Alfonso Perales, tristemente fallecido, decía: “La elección directa de los alcaldes supone una transformación profunda de los ayuntamientos, una apuesta por la estabilidad y, sin duda, refuerza la figura de los alcaldes de forma clara. No hay interés electoral detrás, dado que en unos sitios gobernamos y en otros no”.

Eso mismo, con esas mismas palabras, lo defenderán ahora los dirigentes del PP mientras los socialistas los llaman dictadorzuelos. Pero como esto es un baile de máscaras, es de suponer que lo que sucedió entonces, en 1998, es que al PP no le interesaba aprobarlo, acaso porque les daba oxígeno a los socialistas. Y los principios en política son los principios: “Al adversario, ni agua”. La cuestión es que la propuesta socialista, que la ejecutiva federal denominó la “segunda revolución” de los ayuntamientos democráticos, naufragó y nunca más se supo. Hasta ahora.

Ahora la rescata el Partido Popular de la peor forma, a sólo unos meses de las próximas elecciones municipales, forzado por el miedo escénico del Gobierno de perder las alcaldías de algunas grandes capitales. Como en política funciona la estrategia de las fichas de dominó, que van cayendo unas tras otras, lo que se teme en el PP es que un revés, aunque sea simbólico en las municipales, pueda conducir al desaliento de sus votantes y a la reactivación del cuerpo electoral de los contrarios.

¿Defensa de la democracia? No, claro, aunque se vista de ese ropaje no es la democracia lo que preocupa. Si así hubiera sido, el Partido Popular habría planteado mucho antes una reforma de este calado, para alejarla del avispero electoral e intentar pactarla con parte de la oposición, porque es una barbaridad modificar las reglas de juego de las elecciones a golpes de mayorías absolutas.

Pero no sólo eso. Para ser creíble, el PP tendría, además, que haber aprovechado esa reforma para modificar otros aspectos de ley electoral y municipal que necesitan revisión, fundamentalmente una reducción, eliminación o concentración de la extensa red de entidades locales, pero también otras asignaturas pendientes como un reparto más equitativo de escaños para evitar el agravio de los partidos nacionalistas con respecto a los partidos minoritarios de implantación nacional, como UPyD o Izquierda Unida. O el eterno debate de las listas abiertas, que esa es otra…

Todo ello no supone, sin embargo, que la propuesta en sí del Partido Popular no esté cargada de razones. Porque como afirman algunos dirigentes del PP, no existe nada más democrático que respetar el deseo de la mayoría. La mayoría democrática, sí, que no es la suma de votos de las minorías, sino la opción más apoyada por los ciudadanos. Ese es un principio democrático que, curiosamente, donde menos se respeta es en aquellas instituciones que los propios partidos políticos afirman que son “las más cercanas a los ciudadanos”.

¿Un ejemplo? Tras las recientes elecciones primarias socialistas, nadie habría entendido que Eduardo Madina se hubiera sumado a Pérez Tapias para arrebatarle a Pedro Sánchez la secretaría general. Pero los dos sumaban más apoyos que el madrileño, que se quedó en un 49 por ciento de los votos. ¿Por qué la misma lógica democrática de las elecciones internas no se aplica a las elecciones municipales? A ver quién lo explica. Nadie entendería que Pérez Tapias, pese a ser el candidato menos votado, se hubiera convertido en el ‘hombre fuerte’ de la nueva ejecutiva federal del PSOE y, sin embargo, esa cacicada –porque las minorías también cometen cacicadas– es la que se aplica como norma habitual en muchos ayuntamientos e instituciones.

“Exclamo con toda la filosofía de un hombre que no ha cenado (…) que el mundo todo es máscaras; todo el año es carnaval”, acababa diciendo Larra en el célebre artículo de su Bachiller. El hallazgo de “la filosofía de un hombre que no ha cenado” es magistral, fantástico. Nada más expresivo que esa desazón, ese vacío de tripas revueltas que esperan que el sueño haga olvidar la cena.

En este baile de máscaras de la Alcaldía, la desazón, el vacío, se produce cuando se comprueba que lo único seguro es que, aunque no se conozca ni el texto de la futura reforma, ya se puede adelantar el final: el PSOE no la aprobará porque ni siquiera piensa sentarse a negociar. “Ni ahora ni nunca”, exclama su secretario general. Dentro de poco añadirá que, en cuanto llegue al Gobierno, la derogará, de la misma forma que hará con otras muchas leyes. Es decir, lo de siempre. Que no pare la música, el estruendo. Que en España todo el año es carnaval porque todo el año es campaña electoral.

Lo dijo Larra hace casi dos siglos y su diagnóstico social sigue vigente; que no hace falta esperar a las chirigotas del Falla en Cádiz porque este es un país de máscaras y, en lo concerniente a la cosa pública, sólo hay que ponerle el oído al runrún de declaraciones políticaspara concluir que aquí todo el año es carnaval. Como se acercan las municipales, se ha iniciado ya el baile de la Alcaldía, y todo el mundo está en la pista con su máscara puesta.

UPyD Izquierda Unida