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Willy Toledo y Pablo Iglesias, pelea en la Arcadia
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Javier Caraballo

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Willy Toledo y Pablo Iglesias, pelea en la Arcadia

También los dioses son celosos; también en la Arcadia soñada se desatan las mayores guerras de poder. Y se dan zancadillas, y se traicionan mirándose a

También los dioses son celosos; también en la Arcadia soñada se desatan las mayores guerras de poder. Y se dan zancadillas, y se traicionan mirándose a los ojos y se engañan en cuanto vuelven la espalda. Ahí están ahora Willy Toledo y Pablo Iglesias, peleándose en la Arcadia roja y feliz que prometen por ver quién representa a la divinidad y quién es el impostor.

Los dioses de la mítica felicidad bolivariana se han tirado los trastos a la cabeza guiados por el impulso mitológico, ancestral, de dominar el paraíso. Y como Cronos, en la antigua Grecia, devoraba a sus hijos hasta que Zeus lo destronó, Willy Toledo desconfía de los Podemos, los ve como intrusos en la Arcadia, y ya quiere devorarlos, desacreditarlos, expulsarlos del paraíso rojo al que han llegado como una legión impetuosa, arrebatadora. Desconfiadamente nueva.

El cruce de espadas, en síntesis, consiste en que Willy Toledo considera que, si se rasca un poco, a los de Podemos no se les ve la revolución debajo de la piel; es todo fachada. Podemos, piensa el actor, es una más “de las organizaciones nacidas de la ‘casta’, intelectual, burguesa, universitaria, que poco pisaron la calle, que poco vieron de primera mano las consecuencias del capitalismo, miseria, explotación, falta de agua, de electricidad, chabolismo, analfabetismo”. En definitiva –y aunque resumir una carta de Willy Toledo sea tan arduo como escribir el Quijote en un palillo de dientes, porque el hombre tiene el verbo suelto de los castristas–, que a su juicio a Podemos le falta el pedigrí necesario, la autenticidad requerida para representar la nueva izquierda que, según entienden, está naciendo en España y que va a desplazar a la izquierda clásica.

Los de Podemos le han contestado, pero sin demasiado interés, con un toque de displicencia marca de la casa. Pablo Iglesias no se ha dignado, pero sí su segundo, Juan Carlos Monedero, para quien el problema fundamental de Willy Toledo, como el de otros por el estilo, es que navegan por el vasto mar de la izquierda “con mapas que están envejecidos”, mientras que ellos, los de Podemos, están "cartografiando el territorio de manera diferente", y por eso han sabido conectar con la sociedad. De todas formas, Monedero está seguro de que al final acabarán encontrándose en “la trinchera” de “la lucha contra la casta”. El único reproche que le hace es que se empeñe en repartir carnés de izquierda auténtica y que distribuya “estatutos de limpieza de sangre ideológica”, como si Willy Toledo fuera el nuncio de Lenin en España.

Total, que estamos ante la misma pelea, tantas veces repetida en las filas de la izquierda, sobre la autenticidad de los ideales, sólo que esta vez tiene la virtualidad de ser, aunque por el momento no se aprecie, la primera fisura en el mismo territorio del movimiento que nació con los indignados del 15-M y que sólo Podemos ha sabido aglutinar en las urnas. Quiere decirse que, más allá de la verborrea propia de estas disputas de pureza roja, lo fundamental del desencuentro va a tener que ver con la futura conjunción de fuerzas entre Izquierda Unida y Podemos. Si en el seno de IU va creciendo la desconfianza que ha sembrado Willy Toledo, es probable que la unidad de ambas formaciones sea imposible en las próximas elecciones municipales y autonómicas, con las consecuencias que se pudieran derivar.

Ese, de hecho, es el gran debate que tiene ahora ante sí Izquierda Unida, la gran decisión. ¿Qué hacer? ¿Debe Izquierda Unida sumarse a Podemos, integrarse en el movimiento, o tiene que mantener sus señas de identidad propias y afrontar el envite? Por un lado, si atiende a las encuestas que pronostican que Podemos no sólo frena en seco el ascenso de Izquierda Unida, sino que en muchos casos la engulle, la decisión sería concurrir juntos a las elecciones, como una parte más de Podemos. Ya existen, de hecho, contactos a varios niveles entre ambas formaciones y, que se sepa, nada se ha descartado por el momento.

Pero, por otro lado, esa decisión, esa renuncia, puede suponer el fin de Izquierda Unida, entregarse a un movimiento personalista, del que se conoce el presente pero nadie es capaz de adivinar el futuro, cuando se haya producido la entrada en las instituciones y se conviertan en una fuerza política más. ¿Se irá disolviendo el fenómeno Podemos a medida que vaya logrando presencia institucional en parlamentos y plenos municipales?

Ocurre además, y en eso acierta de pleno el extravagante Willy Toledo, que Podemos es una organización consagrada a un liderazgo, el de Pablo Iglesias, con reglas internas tan severas para preservarlo que lo acercan al mesianismo orgánico. Y pone un ejemplo, de acuerdo a los estatutos de Podemos: “Si Pablo Iglesias fuese elegido por el 70% de los afiliados en la Asamblea Ciudadana, porcentaje nada descabellado viendo la adoración que suscita el líder, se necesitaría ¡el 70% más un voto! de afiliados para removerle de su cargo de Portavoz, un ¡50%! más que en Venezuela”, repara Willy Toledo. Con lo que concluye que “Podemos son, y con toda probabilidad seguirán siendo, Pablo Iglesias y sus amigos, los verdaderos ‘capos’ de la organización”.

También los dioses son celosos; también en la Arcadia soñada se desatan las mayores guerras de poder. Y se dan zancadillas, y se traicionan mirándose a los ojos y se engañan en cuanto vuelven la espalda. Ahí están ahora Willy Toledo y Pablo Iglesias, peleándose en la Arcadia roja y feliz que prometen por ver quién representa a la divinidad y quién es el impostor.

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