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La insoportable levedad del PSOE
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Javier Caraballo

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La insoportable levedad del PSOE

Dice José Bono que le dijo a Pasqual Maragall cuando era presidente de la Generalitat: “Sabes que te tengo aprecio sincero pero creo que no sabes

Foto: El expresidente del Congreso de los Diputados José Bono (EFE)
El expresidente del Congreso de los Diputados José Bono (EFE)

Dice José Bono que le dijo a Pasqual Maragall cuando era presidente de la Generalitat: “Sabes que te tengo aprecio sincero, pero creo que no sabes lo que dices, Pasqual. Para conseguir el apoyo del PSOE a un Estatuto con el fin de ganar las elecciones, nos ocultaste en Santillana del Mar que ibas a caminar hacia posiciones independentistas”. Todo eso lo confiesa ahora Bono como si fuera una excusa, una justificación de la deriva nacionalista que ha tomado el PSOE desde el principio de la Transición.

Y no se da cuenta, ay, de que en esa confesión suya va implícito el porqué de este desmadre autonómico. "Con el fin de ganar elecciones", como le dijo Pasqual Maragall a los cuadros dirigentes del PSOE en Santillana, el Partido Socialista ha ido variando su criterio autonómico desde el principio de la Transición. Importaba sólo eso, como ahora reconoce Bono de forma inconsciente, el poder, nunca el modelo de Estado.

A ver. Fijémonos en una persona que en estos días de marejada no le sonará a nadie. Se llama Manuel Aragón. Cuando se veía venir la avalancha, Manuel Aragón levantó el dedo para recordar lo elemental: “Sin saber el lugar de destino, sin tener claro el horizonte, es muy difícil caminar con provecho, llegar a buen puerto. También es muy difícil, por no decir temerario, negociar sin saber lo que se puede y no se puede hacer”.

Podría ser el consejo de cualquier madre a su hijo, de un profesor a sus alumnos, de un entrenador a sus futbolistas, de un abogado a sus clientes o del patrón de un barco a sus marineros. Podría ser el lema de cualquier persona y de cualquier actividad porque es elemental, norma de vida; para no vagar entre la Babia y la nada, antes de emprender un camino hay que saber a dónde nos lleva y qué podemos encontrarnos.

Podría ser un consejo universal, pero Manuel Aragón, cordobés, catedrático de Derecho Constitucional, lo escribió para un fin muy concreto, el Estado de las autonomías; lo escribió porque se veía venir la alocada carrera de reformas de estatutos y, quizá aterrado, comprobó que nadie reparaba en que la bola de nieve que se echaba a rodar podía acabar en aludes que nos sepultaran.

Reparemos, además, en que Aragón escribió lo anterior en 1999; es decir cuando todavía gobernaba Aznar y una serie de barones regionales del PSOE de entonces, sobre todo Chaves y Maragall, el primero en Andalucía y el segundo en Cataluña, incluyeron el modelo autonómico en la confrontación política. En el caso del PSOE fue tan brusco el cambio que se pasó, de un año a otro, del ‘pacto de Mérida’, una reafirmación de españolidad, a la negación misma de la nación española, convertida en una nación de naciones.

¿Quién se acuerda de aquella ‘Declaración de Mérida’ que firmaron en octubre de 1998 Bono, Ibarra y Chaves? Un solo párrafo de aquella declaración, aplicable a las reformas de Estatutos que llegaron después: “Dentro de la unidad política de España, no existe un derecho natural, ni previo ni posterior a la Constitución, que pueda ser invocado para justificar privilegios entre los territorios o desigualdad entre los españoles. No estamos dispuestos a que nuestro silencio nos haga cómplices de procesos que marginen a nuestros territorios”.

No era la primera vez que el PSOE cambiaba de criterio sobre el modelo de Estado de un día para otro. Años antes, recién inaugurada la democracia tras la muerte del dictador, el PSOE pactó con el Gobierno de la UCD un modelo de Estado que reservaba la autonomía plena a las llamadas comunidades históricas, esencialmente Cataluña y el País Vasco.

Cuando el PSOE entendió que el modelo territorial era la mejor arma para acabar con el Gobierno de Suárez, cambió el ritmo y apoyó con todas sus fuerzas la autonomía plena para Andalucía. Y se convocó aquel referéndum en el que Lauren Postigo pedía la abstención para complacer al Gobierno de UCD. Se hundieron, sí, se hundieron, y el PSOE desde entonces no ha dejado de gobernar en Andalucía.

Años después, vuelta a lo mismo. Cuando el PSOE firmó la declaración de Mérida era porque pensaba que el principal frente de oposición al Gobierno del PP era la defensa de la “unidad de España”, pero no por el hecho en sí mismo, no por la unidad de España, sino porque en aquellos momentos el Gobierno de Aznar, en minoría, necesitaba apoyarse en los grupos nacionalista vasco y catalán para sacar adelante la legislatura.

En cuanto pasó aquel mandato, la legislatura de 1996 a 2000, y Aznar ganó las elecciones por mayoría absoluta, el PSOE cambió de estrategia y comenzó a apoyar lo contrario. La oleada de estatutos por todas las comunidades que nos ha conducido hasta lo que conocemos. Aquel compromiso de Zapatero de que el Estatut de Cataluña se aprobaría sin cambiarle una coma a lo que se decidiera en el Parlament.

En medio de aquellos años de trifulca, Manuel Aragón levantó el dedo y publicó sus reflexiones en un ensayo que, si su lectura es muy recomendable en estos días, lo es, sobre todo, porque podemos calcular la envergadura del disparate, la tensión irresponsable a la que se ha sometido a España en el último decenio con las reformas de Estatutos que ahora desembocan en la deriva independentista de Cataluña. Aragón, que acabó siendo magistrado del Constitucional por designación del PSOE de Zapatero. En fin. Que ahora viene José Bono con remordimientos políticos de conciencia. Mejor, que sea sincero por una vez en su vida política. Él y tantos.

Dice José Bono que le dijo a Pasqual Maragall cuando era presidente de la Generalitat: “Sabes que te tengo aprecio sincero, pero creo que no sabes lo que dices, Pasqual. Para conseguir el apoyo del PSOE a un Estatuto con el fin de ganar las elecciones, nos ocultaste en Santillana del Mar que ibas a caminar hacia posiciones independentistas”. Todo eso lo confiesa ahora Bono como si fuera una excusa, una justificación de la deriva nacionalista que ha tomado el PSOE desde el principio de la Transición.

José Bono Manuel Chaves