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Felipe VI, rey de Francia
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Javier Caraballo

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Felipe VI, rey de Francia

Francia ha recibido a los reyes de España y la visita ha tenido en Francia una notoriedad que en España se ha vuelto silencio y decadencia

Foto: El rey Felipe VI firma el libro de honor en presencia de la reina Letizia y la alcaldesa de París, Anne Hidalgo (c). (EFE)
El rey Felipe VI firma el libro de honor en presencia de la reina Letizia y la alcaldesa de París, Anne Hidalgo (c). (EFE)

Que yo no sé de lo que se trata. Si es frustración, ceguera, impotencia o imbecilidad. Que yo no sé qué pasa, si es el bosque que no vemos de cerca, detenidos ante el tronco de un árbol, o si es la estúpida arrogancia de quien se ha cansado ya de su propia historia, que es como estar saturado de sí mismo. Que yo no sé qué he sentido ayer, pero hablaba la alcaldesa de París, que es una hija de exiliados republicanos, de San Fernando, de Cádiz, y hablaba con un orgullo de España que sólo es posible escucharlo en un discurso en Francia porque aquí ni existe ese sentimiento, ni nadie reivindica ese orgullo de ser, de haber sido, de seguir siendo. Que yo no sé lo que está ocurriendo, pero aquí la noticia es la pitada monumental al Rey, al himno, a España, y hay que cruzar los Pirineos para que sean los franceses, tan suyos, los que se rindan en el homenaje a lo que fuimos, a lo que somos, a lo que podemos ser. España sólo es España cuando se ve desde fuera.

“Usted es el rostro de esa España joven, reconciliada, que ha pasado la página de sus horas oscuras y que el pueblo de París acoge hoy con los brazos abiertos”, decía la alcaldesa de la capital francesa, Anne Hidalgo, emocionada antes los reyes de España. Y la cuestión es que nadie aquí es capaz ahora de recordar eso mismo, que el rey Felipe VI es la imagen de una España que se ha superado a sí misma, que se ha recompuesto después de una dictadura fascista que duró cuarenta años y que la monarquía que en otros tiempos, durante tantos siglos, supuso tantas cosas, es ahora el símbolo de una sociedad que supo dejar atrás su pasado más sangriento, y más reciente, para poder mirarse a los ojos sin echarse la mano a la cartuchera.

Nadie aquí es capaz de pronunciar ante los Reyes de España un discurso como el de la alcaldesa de París por el miedo a ser tachado como un trasnochado

Qué pena, Anne Hidalgo, alcaldesa de París, porque nadie en España habrá sentido tu emoción, la pasión que le ponías a tus palabras, el peso gordo de quien siente el coraje de alzar la bandera entre los escombros del pasado para seguir adelante, como en esa imagen alegórica de mujer de la república francesa. Hablabas de España y te sentiste en la obligación de matizarte, de contextualizarte, de situarnos a todos. “No sólo lo dice la alcaldesa, sino la republicana educada en el recuerdo de los republicanos; usted, rey Felipe, es, junto a la reina Letizia, el rostro de una España libre y unida, es la razón por la cual vuestra presencia significa tanto para París”. Qué pena, Ana de Cádiz, Anne de París, que nadie en España haya sabido adivinar en el eco de tu voz el lamento de tus abuelos, aquellos republicanos que se fueronhumillados, con la única lección aprendida que dan las guerras entre hermanos de sangre. Aquello que dijo Azaña y que nadie aquí recuerda ya: “A otras generaciones, que se acuerden, si alguna vez les hierve la sangre iracunda y otra vez el genio español vuelve a enfurecerse con la intolerancia, con el odio y con el apetito de destrucción, que piensen en los muertos y escuchen su lección: Paz, Piedad y Perdón”.

Vídeo:Viaje de Estado de los Reyes a Francia

Francia ha recibido a los reyes de España y la visita ha tenidouna notoriedad que en España se ha vuelto silencio y decadencia. Los periódicos, todos, que para eso son un termómetro fiel de las miserias de la sociedad, no le han concedido a la visita de los Reyes a Francia, ni a los discursos, más trascendencia que a una visita de los monarcas a un parque público, en fin de semana, para inaugurar unos columpios. La noticia nunca ha tenido trascendencia, porque aquí las portadas sobre España son otras, y siempre hablan de diferencias, de enfrentamientos, de resquemor. Sólo Francia ha entendido que se trataba de otra cosa, que era otra dimensión. Por eso, los reyes de España han sido recibidos en Francia con el protocolo y la pompa que sólo se reserva a los momentos que merecen inscribirse en la historia. La polémica de aquí, la que nos consume el tiempo, pasado y presente, es otra; es la pitada monumental del Nou Camp para abochornar a los Reyes, para escupirle al himno, para avivar el odio, para cimentar con saliva las diferencias.

Francia ha recibido a los reyes de España y la visita ha tenido allí una notoriedad que en España se ha vuelto silencio y decadencia

Que yo no sé de lo que se trata. Si es frustración, ceguera, impotencia o imbecilidad. La cuestión es que en la emoción de española, y republicana, de la alcaldesa de París se ha visto reflejada como nunca la imposibilidad de España para comprenderse a sí misma, para conocerse, aceptarse y avanzar. La cosa es que nadie aquí es capaz de pronunciar ante los Reyes de España un discurso como el de la alcaldesa de la capital francesa, Ana de Cádiz, Anne de París, por el miedo cierto a ser tachado como un peligroso trasnochado. No existe aquí esa “republicana educada en el recuerdo de los republicanos” que habla del pasado sin rencor, con orgullo; que sea capaz de elogiar a España sin complejos; por lo que hemos conseguido, lo que hemos superado. Nadie es capaz de ver en el Reyno una persona, no un heredero, no una circunstancia o un momento, sino un símbolo de nosotros, de aquello que nos une. Mirar más allá, mirar más atrás. Que yo no sé qué he sentido ayer, pero ha tenido que irse Felipe VI a Francia para sentirse Rey de España sin que nadie le silbe.

Que yo no sé de lo que se trata. Si es frustración, ceguera, impotencia o imbecilidad. Que yo no sé qué pasa, si es el bosque que no vemos de cerca, detenidos ante el tronco de un árbol, o si es la estúpida arrogancia de quien se ha cansado ya de su propia historia, que es como estar saturado de sí mismo. Que yo no sé qué he sentido ayer, pero hablaba la alcaldesa de París, que es una hija de exiliados republicanos, de San Fernando, de Cádiz, y hablaba con un orgullo de España que sólo es posible escucharlo en un discurso en Francia porque aquí ni existe ese sentimiento, ni nadie reivindica ese orgullo de ser, de haber sido, de seguir siendo. Que yo no sé lo que está ocurriendo, pero aquí la noticia es la pitada monumental al Rey, al himno, a España, y hay que cruzar los Pirineos para que sean los franceses, tan suyos, los que se rindan en el homenaje a lo que fuimos, a lo que somos, a lo que podemos ser. España sólo es España cuando se ve desde fuera.

Rey Felipe VI