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Platón ya no vive aquí
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Javier Caraballo

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Platón ya no vive aquí

“Cuando es hermoso creer en la luz es de noche”. También lo dijo Platón. De Grecia, de esta crisis apocalíptica, habrá que extraer lecciones que sirvan para construir una Europa más fuerte

Foto: Una mujer se manifiesta a favor del "no" en el referéndum griego. (Reuters)
Una mujer se manifiesta a favor del "no" en el referéndum griego. (Reuters)

Lo que tiene la crisis de Grecia de simbólico es que es Europa misma la que se ve reflejada en ese charco. La decadencia europea, descolocada desde hace años ante la globalización y los mercados emergentes, se contempla en el estado terminal de un país que fue el centro del mundo hace dos mil quinientos años, el primer gran imperio que conoció la humanidad, y que ahora cuenta sus horas con sobresaltos de caos, angustia de quiebras y vértigos de miseria, sin más consuelo que lo que fue y sólo quedan ruinas.

Nada más recurrente en todos estos días, en un sinfín de comentarios y discursos políticos, que recordar aquel tiempo en el que Grecia construyó los pilares de la civilización que todavía nos sustenta. Y desde la nostalgia histórica del esplendor que tuvo un día, buscar argumentos que sirvan ahora para levantar el orgullo del pueblo griego en este pozo de incertidumbreen el que no hay palabra más repetida que el abismo. “No queremos que Platón juegue en Segunda División”, dijo ayer el propio Juncker en un giro a lo Monty Pythonde la crisis griega que se convirtió al instante en trending topic. Y en el otro extremo, gentes como Julio Llamazares, el amigo de Zapatero: “Vale que Grecia debe no sécuántos miles de millones, pero ¿cuánto le debe Europa a los griegos? ¿Nadie se ha parado a pensar en la deuda que los europeos tenemos con Grecia desde tiempo inmemorial y sin saldar?”

Mucho se habla de Platón, pero es precisamente la ausencia de Platón la que ha conducido a Grecia a la situación en la que se encuentra. Cualquiera de los consejos que Platón ofrecía a los suyos podríaexplicar ahora la degradación de la vida pública en Grecia, hasta la llegar a la situación insostenible en la que se encuentra. El repetido mito de la caverna serviría para aplicárselo a una clase dirigente y a un pueblo que, desde que ingresaron en la Unión Europea, no han hecho más que falsificar balances y adulterar la realidad. No era la verdad aquello que se mostraba y el estallido abrupto de la crisis económica internacional ha arrasado el país cuando ha dejado al descubierto la debilidad que se ocultaba con mentiras. Por eso, porque nadie puede olvidar cuál es el origen de la crisis griega, para el conjunto de la Unión Europea será fundamental que todo se resuelva sin cesiones que hagan tambalear la solidez de todo el sistema.

Está bien que Tsiprashaya convocado un referéndum para consultar al pueblo griego. Y estará bien que, en consecuencia, acate aquello que decidan los griegos. Pero la soberanía que los griegos reclaman se limita a Grecia; nadie puede pensar que la democracia en Europa se pone en cuestión si no se acepta una negativa de Grecia al pago de la deuda. ¿No fue Platón quien dijo que cuando una multitud ejerce la autoridad es más cruel aún que los tiranos? Pues eso.

Es evidente, porque así lo reconoce casi todo el mundo, que el final de la crisis griega será, necesariamente, la quita de una parte importante de la deuda actual. Porque existen precedentes, en la propia Europa, de otros países, como Polonia tras la caída del régimen soviético, a los que se le condonó más del 50 por ciento de la deuda, y porque es impensable el horizonte de un país condenado a pagar eternamente un dos o un tres por ciento de su PIB para saldar sus deudas.

A toda Europa le conviene que Grecia salga del marasmo en el que se encuentra y, para que ello sea posible, en algún momento se planteará formalmente la condonación de parte de la deuda. Pero lo que a nadie le conviene, empezando por los propios griegos, es que la reestructuración de la deuda llegue antes de que el país entero se comprometa con algunas reformas estructurales en su economía. Si Tsipras gana esa batalla, si consiguiera la quita de la deuda antes de comprometerse con los ajustes que se exigen, el resultado para Europa sería peor que el de una eventual salida de Grecia del euro, por el contagio de populismo que se extendería al resto de países miembros. Ese es el pulso de la actualidad, un pulso por el control de los tiempos, que será fundamental y determinará el futuro de la Unión Europea.

A toda Europa le conviene que Grecia salga del marasmo en el que se encuentra y en algún momento se planteará la condonación de parte de la deuda

“Cuando es hermoso creer en la luz es de noche”. También lo dijo Platón. De Grecia, de esta crisis apocalíptica, habrá que extraer lecciones que sirvan para construir una Europa más fuerte. Por eso es fundamental que en Grecia triunfe el rigor y salga derrotado el populismo. Compromiso de reformas, compromiso de pago y, a partir de ahí, cuando se compruebe el cumplimiento de los acuerdos, reducción progresiva de la deuda mediante acuerdos con los acreedores, muchos de ellos países de la propia UE, para que Grecia pueda salir del agujero.

En el Parnaso, una vieja sacerdotisa masticaba hojas de laurel y bebía agua de la fuente sagrada cuando alguien se acercaba a pedir consejo al oráculo de Delfos. Tan sabio era el oráculo que jamás se atrevía a pronosticar qué podía ocurrir en el futuro, sino que se limitaba a dar buenos consejos. Eran consejos sencillos, humildes, directos. “Conócete a ti mismo”, que cautivó a Sócrates, y otros muchos del mismo tenor: “Aprende a aprender”, “habla cuando sepas”, “sométete a la Justicia”, “piensa en lo útil”, “cuídate del engaño”… ¿Quién dice que no? Lo que tiene de simbólico la crisis de Grecia es la terrible desazón que se provoca cuando se mira hacia atrás, como sugieren todos muchos discursos, y se contemplan sólo las ruinas de aquel esplendor de sabiduría. Platón, por desgracia, ya no vive aquí.

Lo que tiene la crisis de Grecia de simbólico es que es Europa misma la que se ve reflejada en ese charco. La decadencia europea, descolocada desde hace años ante la globalización y los mercados emergentes, se contempla en el estado terminal de un país que fue el centro del mundo hace dos mil quinientos años, el primer gran imperio que conoció la humanidad, y que ahora cuenta sus horas con sobresaltos de caos, angustia de quiebras y vértigos de miseria, sin más consuelo que lo que fue y sólo quedan ruinas.