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Cádiz es Grecia con más salero
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Javier Caraballo

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Cádiz es Grecia con más salero

El cóctel de la realidad social, política y económica de Cádiz hace muy interesante este giro de la historia local que lanza puentes con Grecia. La tiesura de un pueblo le tiende la mano a otro

Foto: El líder de Podemos, Pablo Iglesias, junto al alcalde de Cádiz, José María González "Kichi" (EFE)
El líder de Podemos, Pablo Iglesias, junto al alcalde de Cádiz, José María González "Kichi" (EFE)

La Alcaldía de Cádiz no ha sido el triunfo más sonado de Podemos, pero sí el más auténtico. De las otras ciudades que han pasado a manos de la nueva fuerza de la izquierda española, sólo la capital gaditana puede decir que tiene un alcalde que milita en la formación de Pablo Iglesias. En Madrid y Barcelona, por el contrario, aunque la conexión de sus alcaldes con el líder de Podemos es evidente, y constatable, tanto Manuela Carmena como Ada Colau se han cansado de repetir que ellas no pertenecen a Podemos. El alcalde de Cádiz, José María González ‘Kichi’ sí está plenamente integrado, tanto él como su pareja, Teresa Rodríguez, y, quizá por eso, Pablo Iglesias tuvo la deferencia de concederles la primera visita a una de las instituciones conquistadas en las últimas elecciones.

En los primeros días de gestión, además, ha sido el alcalde de Cádiz quien mejor ha sintonizado con las políticas de Podemos, desde los desahucios a la deuda pública. Lo primero que ha hecho, en este sentido, ha sido sumar la deuda del Ayuntamiento, que según sostiene Kichi se eleva a 250 millones de euros, y anunciar a continuación una “auditoría ciudadana” y crear una Concejalía de la Deuda, englobada en un departamento mayor. Eso, y mandarle una carta al primer ministro griego Alexis Tsipras para mostrarle su apoyo y solidaridad. “Lo que se está viviendo en Grecia es un auténtico chantaje por parte de las administraciones europeas. Los griegos están dando lecciones de democracia al resto del planeta”, ha dicho el alcalde gaditano.

Es decir, que la deuda va a ser uno de los ejes centrales del gobierno de Kichi en Cádiz. La llamada ‘auditoría ciudadana’, según han venido explicando los dirigentes de Podemos consiste en localizar el origen de la deuda pública de una institución o, dicho en lenguaje político, “un instrumento de control ciudadano que permite entender el origen de la deuda pública”. Como dice el alcalde de Cádiz, “saber cuánto dinero se ha gastado, en qué, cómo y para qué”.

Lo que ocurre a partir de ese análisis de la deuda, y esto es lo que tiene más relevancia, es que el Gobierno municipal decidirá qué parte de la deuda es “legítima”, y por tanto se pagará, y qué parte de la deuda es “ilegítima”, con lo que se dejará de pagar. ¿Y qué es ilegítimo? Pues ilegítimo es todo aquello que a los nuevos gobernantes de Cádiz no les parezca bien, ya sea una inversión que consideren que no ha beneficiado a la población, ya sean deudas con bancos que practican desahucios o con entidades financieras que se hayan beneficiado de un rescate con fondos públicos.

Cádiz no es una provincia cualquiera. Mantiene desde hace años la tasa de paro más alta de España y los pilares de su economía se han ido derrumbando

En definitiva, un concepto absolutamente ambiguo que deja en manos de los gobernantes la decisión de qué deuda se puede convertir, de la noche a la mañana, en maldita e impagable. Y aunque sea obvio señalarlo, la ‘auditoría ciudadana’ ni es auditoría ni la realizan los ciudadanos, en este caso de Cádiz.

La procedencia de los votantes de Podemos, desde que irrumpieron con fuerza en las elecciones europeas, ha sido siempre un interesante objeto de análisis. En uno de los últimos barómetros del CIS, el votante de Podemos aparecía como un fenómeno transversal e interclasista, más urbano que rural, y con un perfil social curioso porque se nutre fundamentalmente de los dos extremos: obreros y clase media alta; personas sin cualificación y con estudios superiores. Los mismos estudios señalan también que se identifica a Podemos como un partido de extrema izquierda, o de izquierda radical, pero que a sus votantes no parece importarle, porque les mueve esencialmente un voto de rechazo, un ‘voto de cabreo’, al que le va a afectar muy poco lo que se pueda decir de las conexiones de ese partido con Venezuela, por ejemplo.

¿Ha sido el hartazgo general o el cansancio de los veinte años de gobierno de Teófila Martínez, del Partido Popular, lo que ha propiciado el cambio en Cádiz? ¿Y tiene algo que ver la irrupción de Podemos con el perfil social y económico de la provincia gaditana?

La cuestión es interesante porque Cádiz no es una provincia cualquiera. Mantiene desde hace años la tasa de paro más alta de España, por encima del 40%, y por supuesto de Europa. Los grandes pilares de su economía se han ido derrumbando en los últimos años: la industria naval, que daba más de 12.000 puestos de trabajo, se hundió hasta la raquítica realidad actual de dos mil trabajadores; la industria de automoción también cerró sus empresas, como Delphi o Visteon, y dejó en la calle a otros dos mil trabajadores; la construcción se vino abajo como en toda España; la agricultura y la pesca, que no llegan al 5% del PIB provincial, languidecen y todos los grandes proyectos que han intentado impulsarse para relanzar la economía de la Bahía han acabado muriendo.

En la web de la Diputación provincial se especifica que la renta bruta per capita de Cádiz a duras penas alcanza el 71,5%de la media española. Es la más baja de Andalucía y la tercera más baja de España. Sólo el turismo resiste, y soporta mas del 70% del Producto Interior Bruto de la provincia.

Para colmo, además de todo eso, Cádiz también ha sido históricamente la provincia de Europa con más absentismo laboral. Esa es una realidad objetiva sobre la que aún habría que sumarle el tópico que se arrastra desde antiguo del gaditano alérgico al trabajo. García Lorca contaba aquella anécdota del cantaor “Ignacio Espeleta, hermoso como una tortuga romana, a quien preguntaron una vez: ‘¿Cómo no trabajas?’; y él, con una sonrisa digna de Argantonio, respondió: ‘¿Cómo voy a trabajar, si soy de Cádiz?’”.

En las chirigotas de Cádiz, es habitual el chiste sobre la flojera de los gaditanos, como aquella de José Guerrero, Yuyu, de 2009, en la que simulaban una compañía aérea de Cádiz, ‘Air con el Carair’, en la que hasta el piloto automático llevaba cinco semanas de baja por una punzada en un cable. “En Cádiz siempre hemos bromeado con esa fama de flojos, falsa por otra parte, y parece que cuando ha trascendido nos mosquea”, decía aquel año el propio Yuyu.

Con todo ese cóctel, de realidad social, política y económica, es muy interesante este giro de la historia local que ahora, de pronto, lanza puentes con Grecia, la tiesura de un pueblo le tiende la mano a otro. Como la historia de Cádiz es trimilenaria, a esta ciudad fundada como Gadir por los fenicios, que en la Grecia antigua se conocía como Gadeira, no le costará trabajo trazar alianzas de pueblos hermanos. Y actualizar aquella habanera memorable de Antonio Burgos, a la que Carlos Cano le puso la voz para que se hiciera eterna, y cantar ahora con el mismo son: “Atenas es Cádiz con corralito/ Cádiz es Atenas con más salero”.

La Alcaldía de Cádiz no ha sido el triunfo más sonado de Podemos, pero sí el más auténtico. De las otras ciudades que han pasado a manos de la nueva fuerza de la izquierda española, sólo la capital gaditana puede decir que tiene un alcalde que milita en la formación de Pablo Iglesias. En Madrid y Barcelona, por el contrario, aunque la conexión de sus alcaldes con el líder de Podemos es evidente, y constatable, tanto Manuela Carmena como Ada Colau se han cansado de repetir que ellas no pertenecen a Podemos. El alcalde de Cádiz, José María González ‘Kichi’ sí está plenamente integrado, tanto él como su pareja, Teresa Rodríguez, y, quizá por eso, Pablo Iglesias tuvo la deferencia de concederles la primera visita a una de las instituciones conquistadas en las últimas elecciones.

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