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La calva de Romeva
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Javier Caraballo

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La calva de Romeva

El tupé de Artur Mas había que esconderlo para que sólo luciera la calva de Romeva por la evidencia anterior de que la imagen es el mensaje en política

Foto: El cabeza de lista de 'Junts pel Sí', Raül Romeva. (EFE)
El cabeza de lista de 'Junts pel Sí', Raül Romeva. (EFE)

Raül Romeva, el líder independentista catalán, debe haber seguido el mismo proceso mental que aquel árbitro de fútbol tan carismático, Pierluigi Collina, que era absolutamente calvo. No ha habido en la historia del arbitraje un tipo con una mayor personalidad que la suya; cuando se incendiaba parecía que se le iban a salir los intensos ojos azules de las órbitas y las venas de la sien se le inflamaban, como cinceladas en la calva marmórea. En una revista le leí una vez una reflexión interesante sobre la influencia de la calva en su personalidad como árbitro de fútbol: “¿Tú crees que alguien me tomaría en serio si luciera un espléndido tupé?” Pues a la misma reflexión han debido llegar en el independentismo catalán cuando en el último capítulo conocido de la serie han promovido un cambio de imagen tan profundo como ha sido el de pasar del tupé laqueado de Artur Mas a la calva varufáquica de Romeva. Para el futuro del independentismo, la calva de Romeva es fundamental, Y también al revés, sin calva es muy probable que Romeva no fuera en la actualidad el número uno de Juntos por el Si.

La política está hecha de imágenes, como sabemos, y en estos tiempos que corren la calva ha comenzado a tener un significado político en Europa, sin duda alguna por la estela de Yanis Varufakis. Ese calvo seductor ha hecho de la calva un símbolo de inconformismo, de rebelión, de osadía, que es precisamente, el giro de imagen que necesitaba el independentismo para contrarrestar el impacto social de los nuevos movimientos políticos surgidos en España y que le estaban ganando la batalla de la imagen en la propia Cataluña. El tupé de Artur Mas había que esconderlo para que sólo luciera la calva de Romeva por la evidencia anterior de que la imagen es el mensaje en política. O por lo menos, un complemento fundamental.

La calva de Romeva es, en fin, la clave de estas elecciones catalanas

De hecho, cuando Romeva era un eurodiputado con pelo y grandes entradas, nadie le tomaba en serio. Tuvo aquel episodio cómico de la invasión militar española de Cataluña, por unos cazas que sobrevolaron alguna ciudad. Fue hace ya tres años, en octubre de 2012. Le escribieron una carta a la vicepresidenta de la vicepresidenta de la Comisión Europea y Comisaria de Justicia, Derechos Fundamentales y Ciudadanía, que debió alucinar cuando recibió la misiva: “Nos dirigimos a usted a fin de transmitirle nuestra alta preocupación por una serie de amenazas sobre el uso de la fuerza militar contra la población catalana (…) Independientemente del modelo de estado que tenga cada persona, es inconcebible que argumentos propios de épocas fascistas y de guerra se manifiesten hoy abiertamente. En pos de la democracia y de la paz en Europa, como miembros del Parlamento Europeo, le pedimos que haga un llamamiento para que dejen de utilizar amenazas de uso de la fuerza armada como resolución de un conflicto político dentro de la Unión Europea”.

La inconsistencia de la denuncia es la misma, pero en el aspecto del protagonista radica la trascendencia que se le otorga. Hace dos años, cuando Romeva no lucía aún la calva y el look copiado de Varufakis, la denuncia sobre la intervención militar sonó a monólogo de Gila. “Lo que yo hago es una cosa seria. Si usted no se lo cree, es su problema. Cuando a uno le pasan los cazas por encima de la cabeza, y no se lo espera, eso en el momento actual genera incertidumbre”, como le dijo aquel día a Carlos Herrera en la radio. Es evidente que cuando uno tiene que reivindicar para sí mismo la seriedad, es que las cosas no van bien.

Si los resultados le son favorables en las urnas, reclamará para sí todas las mieles del triunfo

El Romeva de ahora es otro distinto. Se diría incluso que este Romeva de ahora es el que está mas lejos de su accidentada biografía, por haber nacido en Madrid, hijo de funcionarios del Estado español. Colocarle una diéresis a Raül y una i latina al apellido, Romeva i Rueda, era un primer paso, pero lo esencial es esta imagen de ahora, cuando se sube a un escenario y comienza a recorrer las tablas de izquierda a derecha, con el micrófono diminuto pegado a la boca, gesticulando con las dos manos, la camisa negra por fuera del pantalón, y la calva reluciente.

En esos mítines, el discurso de Romeva ya suena distinto, aunque diga lo mismo, siempre con la amenaza de la invasión y la agresión española. “El 27-S és un tot o res, caixa o faixa”, dice Romeva para resalta el carácter plebiscitario de las elecciones catalanas de septiembre. Un todo o nada, caja o faja, dice el líder independentista y es curiosa la expresión porque, como con los cazas, vuelve a recurrir a un dicho popular que tiene sus raíces en la guerra. Caja o faja es la máxima militar del todo o nada cuando se afronta una batalla, o caja de muertos o faja de general. No existen las glorias intermedias. La expresión se le adjudica a un catalán ilustre, el general Juan Prim i Prat, el mismo que dijo aquello de “Catalans, voleu córrer massa; no correu tant que podríeu ensopegar” (“Catalanes, queréis correr demasiado; no corráis tanto que podríais tropezaros”).

La calva de Romeva es, en fin, la clave de estas elecciones. Por lo que supone para el mensaje político de ‘Juntos por el Sí’ y por lo que significa en la trayectoria política del propio Raül Romeva. Esa calva no es la de un ‘hombre de paja’, como pretende Artur Mas. Bajo esa calva se esconde la ambición de un líder que irá creciendo durante la campaña electoral y que luego, si los resultados le son favorables en las urnas, reclamará para sí todas las mieles del triunfo. El 27 de septiembre hay más de un plebiscito en Cataluña. Artur Mas piensa que el 27-S sólo hay un plebiscito, el de la independencia. Lo que no se da cuenta es que, de forma paralela, Raül Romeva ya ha puesto en marcha otro plebiscito, el de su consolidación como nuevo líder del independentismo catalán que supera las viejas estructuras políticas, Convergencia y Esquerra.

Raül Romeva, el líder independentista catalán, debe haber seguido el mismo proceso mental que aquel árbitro de fútbol tan carismático, Pierluigi Collina, que era absolutamente calvo. No ha habido en la historia del arbitraje un tipo con una mayor personalidad que la suya; cuando se incendiaba parecía que se le iban a salir los intensos ojos azules de las órbitas y las venas de la sien se le inflamaban, como cinceladas en la calva marmórea. En una revista le leí una vez una reflexión interesante sobre la influencia de la calva en su personalidad como árbitro de fútbol: “¿Tú crees que alguien me tomaría en serio si luciera un espléndido tupé?” Pues a la misma reflexión han debido llegar en el independentismo catalán cuando en el último capítulo conocido de la serie han promovido un cambio de imagen tan profundo como ha sido el de pasar del tupé laqueado de Artur Mas a la calva varufáquica de Romeva. Para el futuro del independentismo, la calva de Romeva es fundamental, Y también al revés, sin calva es muy probable que Romeva no fuera en la actualidad el número uno de Juntos por el Si.

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