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A los emigrantes andaluces. Mentiras catalanas (II)
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Javier Caraballo

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A los emigrantes andaluces. Mentiras catalanas (II)

Conviene desarmar algunos tópicos del independentismo. Porque se puede ser emigrante andaluz y defender la independencia; lo que no se puede es mentir y sobre esa mentira justificar un voto

Foto: Manifestación con motivo de la Diada. (Reuters)
Manifestación con motivo de la Diada. (Reuters)

[A principios de la década de los 70 del siglo pasado, en Cataluña vivían 840.000 personas nacidas en Andalucía, fruto del que, quizá, ha sido el mayor flujo de emigración vivido en España. En la etapa de la Transición democrática, la población andaluza en Cataluña superaba el millón de habitantes. Tan importante ha sido, y es, la influencia de la emigración andaluza en Cataluña que en aquellos años se la conocía como “la novena provincia andaluza”. En el llamado ‘procés’ de independencia las referencias despectivas hacia Andalucía han sido continuas. Conviene, por tanto, en esta campaña electoral del 27-S, desarmar algunos tópicos del independentismo catalán. Porque se puede ser emigrante andaluz y defender la independencia de Cataluña; lo que no se puede es mentir y sobre esa mentira justificar un voto. Ningún emigrante andaluz debe sentirse acomplejado por mentiras sobre su origen]

Nos llamaban “trogloditas”. Si tan importante es para cualquier nacionalista la reivindicación permanente del pasado, bueno será rescatar los orígenes de los emigrantes andaluces en Cataluña. En el siglo pasado, casi desde el principio, hubo varios flujos migratorios desde Andalucía hasta Cataluña, pero de todos ellos destaca por su dureza el periodo más desconocido, quizá ocultado, casi una década que va desde 1948 hasta 1957. Durante todos esos años, el régimen franquista, que mantenía en la hambruna muchas zonas rurales de Andalucía, decretó la expulsión de todos los inmigrantes en cuanto llegaran a Barcelona. En la misma estación de Francia, después de un viaje interminable entre maletas anudadas con cuerdas, la policía los detenía y volvía a deportarlos hacia sus ciudades de origen. Alrededor de 15.000 andaluces fueron expulsados en esos años de Cataluña. Los que lograban eludir los controles policiales, se fueron congregando en el extrarradio, malviviendo en barracas hasta que la vida les ofrecía una sola oportunidad de mejorar. Fue entonces cuando a los inmigrantes andaluces, y también del Levante, se les comenzó a conocer como “trogloditas”.

En ‘Solidaridad Nacional’, uno de los periódicos catalanes de la ‘Prensa del Movimiento’, del 7 de septiembre de 1949, se puede leer un reportaje titulado ‘El cinturón troglodita y barrequil de Barcelona’. Y dice así: “Con el aluvión de inmigrantes llegan cada día más trogloditas a nuestra ciudad. Nos referimos a auténticos trogloditas, o sea gentes que provienen de los poblados subterráneos que abundan en las provincias de Jaén, Murcia y Granada”. Dos años después, en 1951, La Vanguardia editorializaba sobre el ‘problema’ con el mismo tono y pedía mano dura contra los emigrantes: “Como siempre, el Gobernador Civil cuenta con el total y absoluto apoyo de los barceloneses en este deplorable problema de las barracas en el que, por cierto, se implica cierta especie de sensiblería que ha venido obstaculizando los remedios procedentes”. En un antiguo edificio de la Exposición del 29, el Palacio de las Misiones, que se derribó en 1967, se habilitó un ‘pabellón de clasificación de indigentes’ en el que se retenía a los emigrantes andaluces y se les trataba como animales, con duchas desinfectantes y raciones mínimas de comida y agua, hasta que se decretaba su expulsión.

Sólo con el paso de los años, hasta el desarrollismo de los 60, no cambia el signo de la emigración andaluza hacia Cataluña; es decir, justo en el momento en el que lo que hace falta es mano de obra barata para apuntalar a Cataluña como uno de los polos del famoso triángulo de desarrollo potenciado en el franquismo, Madrid, Barcelona y Bilbao.

A los emigrantes andaluces, una sola certeza: la historia no empieza y acaba en el ideario independentista; la historia no es como la cuentan

“El primer franquismo trató de frenar la inmigración de las zonas rurales hacia las grandes áreas urbanas. Un movimiento de población que, paradójicamente, alentó años más tarde convencido de que esta mano de obra subalterna era fundamental para culminar las metas del nuevo modelo desarrollista”, concluye un amplio y detallado reportaje de uno de los números dedicados a la emigración andaluza en la revista “Andalucía en la Historia”, del Centro de Estudios Andaluces. Será entonces, quizá, cuando el apelativo de “trogloditas” se cambie por el de “charnegos”, como ‘perros’.

Esa misma revista acababa su reportaje reivindicando un homenaje de Cataluña a aquellos emigrantes que tantas penurias pasaron y tanto contribuyeron al desarrollo de la comunidad. Pero no es ese el sentimiento de deuda pendiente que existe en Cataluña, ni siquiera entre los propios inmigrantes andaluces, sino el contrario. Con el paso de los años, y por los efectos de la propaganda del “España nos roba” o “en Andalucía no paga impuestos ni dios”, lo que ha ocurrido es que más del 40% de los hijos de aquellos inmigrantes se definen ahora como independentistas, según un estudio de Centro de Estadística catalán de 2012. “Soy un partidario de la independencia circunstancial por los brutales efectos de la crisis y porque España ha estado saqueando la riqueza de Cataluña durante años”, dice el hijo de uno de esos inmigrantes en un reportaje de Reuters.

¿Puede haber mayor injusticia? En fin… Quizá se deba añadir sólo que en la historia de España los flujos migratorios no han sido los mismos en todas las épocas. Siempre han dependido de los planes de desarrollo que se implantaran para toda España y, como la historia de esta nación, la más antigua de Europa, da para tanto, existe también un flujo migratorio desde Cataluña hacia Andalucía en los siglos posteriores al Descubrimiento de América, cuando Sevilla tenía el monopolio del comercio de Indias.

Luego cambiaron los tiempos, y, aunque la revolución industrial entró en España por Andalucía, poco a poco se fue desmantelando. El 6 de septiembre de 1826 se fundó en Málaga la primera industria siderúrgica de España. El empresario se llamaba Manuel Agustín Heredia y su fábrica, ‘La Constancia’. Pero fracasó porque como se documenta en numerosos estudios y publicaciones, desde el siglo XVIII los planes de desarrollo van configurando a Andalucía como una “colonia interior” mientras se protege y refuerza los hierros vascos y los textiles catalanes. De ahí se llega a los ‘trogloditas’, a la desmemoria y a la manipulación histórica a la que se asiste en la actualidad en Cataluña. Por eso, a los emigrantes andaluces, una sola certeza: la historia no empieza y acaba en el ideario independentista; la historia no es como la cuentan. Esa historia es mentira.

[A principios de la década de los 70 del siglo pasado, en Cataluña vivían 840.000 personas nacidas en Andalucía, fruto del que, quizá, ha sido el mayor flujo de emigración vivido en España. En la etapa de la Transición democrática, la población andaluza en Cataluña superaba el millón de habitantes. Tan importante ha sido, y es, la influencia de la emigración andaluza en Cataluña que en aquellos años se la conocía como “la novena provincia andaluza”. En el llamado ‘procés’ de independencia las referencias despectivas hacia Andalucía han sido continuas. Conviene, por tanto, en esta campaña electoral del 27-S, desarmar algunos tópicos del independentismo catalán. Porque se puede ser emigrante andaluz y defender la independencia de Cataluña; lo que no se puede es mentir y sobre esa mentira justificar un voto. Ningún emigrante andaluz debe sentirse acomplejado por mentiras sobre su origen]

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