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Cataluña: guía práctica para repetir errores
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Javier Caraballo

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Cataluña: guía práctica para repetir errores

Si el pasado domingo, en vez de unas plebiscitarias camufladas, se hubiera celebrado un referéndum con esas reglas del juego, la noticia de hoy no sería otra que el fracaso del independentismo

Foto: Foto. Reuters.
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Volverán. Como cangilones de una noria que se alimenta de su misma agua, carga sus argumentos y los devuelve otra vez al estanque común del que los cogerá de nuevo al poco tiempo. Como si fuera un agua nueva, renovada, distinta, pero solo se engaña la noria que da vueltas y vueltas sin parar, sin final, y solo le concede apariencia de movilidad a la rutina. Ya han acabado las elecciones de Cataluña y los discursos siguen instalados en la misma lógica, con las mismas palabras e idéntica distancia. Si hubo alguna reacción ayer que se distanció del resto, solo fue un espejismo. En realidad, lo que hicieron ayer los dirigentes de la Candidatura de Unidad Popular (CUP) fue vender muy cara la llave que otorga la mayoría absoluta al bloque independentista, pero nada más.

La estrategia política habitual que se resuelve en una noche de pactos. Puede ser, incluso, un problema coyuntural para Mas, Romeva o Junqueras, pero todos ellos no son más que actores circunstanciales de un proceso que sigue adelante. “El independentismo en Cataluña es la opción mayoritaria y el camino que hay que seguir”, sostiene el líder de la CUP, Antonio Baños. Pues ya que estamos en esas, que otra vez el ‘procés’ se pone a cero en el contador de todos los discursos, que es el hartazgo mismo, que alguien, por favor, detenga esa noria que no conduce a nada, sino a sí misma, al mismo estanque.

La noria estancada del Partido Popular, del Gobierno de España y del propio presidente Rajoy, que ayer afirmó que está dispuesto a “seguir negociando”, como si la negociación hubiera existido alguna vez y él la hubiera propiciado. Es la misma contradicción flagrante en la que se incurre cuando, en la primera parte del discurso, se afirma que las elecciones del domingo pasado en Cataluña eran solo unas elecciones autonómicas para, a continuación, otorgarse la victoria del plebiscito que se niega.

Ya que el ‘procés’ se pone a cero en el contador de todos los discursos, que alguien detenga esa noria que no conduce a nada, sino al mismo estanque

“Los partidarios de la ruptura nunca tuvieron el respaldo de la ley, y ahora tampoco tienen el apoyo de la mayoría en las urnas”, como repitió ayer el presidente Rajoy. ¿En qué quedamos, el 27-S era o no era un plebiscito en el que se votaba la ruptura con España? Nada se puede esperar de ese discurso porque nada de lo que se dice tiene el mínimo imprescindible de coherencia. En todo caso, obedece a la estrategia política del presidente Rajoy, que consiste en aplicar una sola máxima, que él mismo repite en cada apuro para el que no tiene respuesta: “A veces la mejor decisión es no tomar ninguna decisión”.

La noria estancada del PSOE, que sigue diciendo que “la única solución política para garantizar la integridad y articulación mejor de la unidad de España será la reforma federal", como afirma Pedro Sánchez. Seguirán repitiéndolo como, si alguna vez, a lo largo de la historia, no solo de la historia democrática de los últimos 30 años, los nacionalismos insolidarios del norte de España, ya sean el vasco o el catalán, hubieran demandado un modelo federal. Por mucho que lo repita el PSOE, la aspiración de los nacionalistas es justo la contraria, un modelo territorial que si se parece a algo es a un Estado confederal. O en el caso de España, un modelo de Estado asimétrico en el que solo figuren como autonomías plenas las de Cataluña y Euskadi.

El ‘café para todos’ es lo que rebeló a los nacionalismos, especialmente al nacionalismo catalán, y un estado federal solo aportaría una versión maquillada de ese mismo modelo de autonomía para todos. En caso contrario, ¿está dispuesto el PSOE a explicar en Andalucía, por ejemplo, que debe primarse la autonomía catalana por encima de las demás para satisfacer la ‘singularidad’ que se exige?

La noria estancada de Ciudadanos, también de Ciudadanos, la fuerza emergente de estas elecciones catalanas. A su nueva líder en Cataluña, Inés Arrimadas, y también a Albert Rivera les han preguntado tras las elecciones cómo solucionaría Ciudadanos el problema catalán si, en diciembre próximo, consiguiera ganar las elecciones generales. Y dicen dos cosas. Lo primero es tan genérico que no se sostiene en pie, por obvio y repetido: “La mejor alternativa al independentismo de Cataluña es una España que funcione, fomentar un proyecto de un país para todos”. ¿De verdad piensan que el deseo de los independentistas es una ‘España mejor’?

La segunda ‘receta’ tampoco se sostiene: “Hacer política. Hasta ahora los grandes partidos han pactado siempre con los que mandaban en Cataluña y han mirado para otro lado. Y ese ha sido el problema, que PP y PSOE siempre han pactado con quien nos quiere separar”. ¿Hacer política es negarse a pactar con los nacionalismos? Y esa estrategia, ¿a qué conduce? ¿No es acaso el inmovilismo lo que se le reprocha a Rajoy?

La ‘tercera vía’ se parece mucho al tradicional pactismo de los partidos nacionalistas, que cambian desafección y desapego por cesiones y privilegios

La noria estancada de la ‘tercera vía’, que es la que propugna el gran fracasado de estas elecciones, el líder de Unió, Josep Antoni Duran i Lleida, que ha sido borrado del mapa político catalán después de haberse diluido él mismo como político en este conflicto. También es la fórmula a la que aspiran muchos empresarios catalanes. Pero, ¿qué es la ‘tercera vía’? En realidad, nunca se especifica, pero la ‘tercera vía’ se parece mucho al tradicional pactismo de los partidos nacionalistas, que cambian desafección y desapego por cesiones y privilegios. En suma, lo que viene ocurriendo en España desde mucho antes de que feneciera la dictadura de Franco y se instaurase la monarquía democrática. Un trágala periódico.

Pero ha sido el agotamiento de esta estrategia cortoplacista de la ‘tercera vía’ el que ha conducido al momento actual de efervescencia del independentismo, con lo que tampoco conduce a nada intentar retomarla. Y en todo caso, si se implantara de nuevo, a lo único que nos conduciría es al ‘Estado asimétrico’ del que se hablaba antes y que puede contentar las aspiraciones catalanas con más privilegios, pero soliviantará al resto de poderes autonómicos.

Uno, dos, tres, cuatro… Volverán, como cangilones de una noria que se alimenta siempre de su misma agua. ¿Alguna salida entonces? Claro, la única y exclusiva salida de pinchar el globo independentista, que es el único que crece con esa noria de discursos gastados. Un referéndum, sí, pero de verdad y con garantías democráticas. Un referéndum, sí, que acabe ya con esta dinámica estéril, inútil, castrante.

La experiencia soberanista de otros países lo que demuestra es lo contrario: el independentismo continúa tras la derrota en un referéndum

Un referéndum, sí, pero legal y convocado por el Gobierno de la nación, previo pacto de Estado entre las grandes fuerzas políticas de España, para, de forma inmediata, restaurar la ley de referéndum que se abolió con Felipe González, como se ha repetido aquí tantas veces, y que dice así: para que prospere un referéndum, debe aprobarse la propuesta que se someta a votación por más del 50% del censo en cada una de las provincias (no 50% de los votantes de ese día). Para modificar una ley orgánica, como el Estatut de Cataluña, los parlamentos exigen una mayoría reforzada de dos tercios, qué menos que el 50% del censo para romper un Estado como España, la nación mas antigua de Europa.

Si el pasado domingo, en vez de unas plebiscitarias camufladas, en vez de este espectáculo de cinismo, se hubiera celebrado un referéndum con esas reglas del juego, la noticia de hoy no sería otra que el fracaso del independentismo. En dos provincias, Tarragona y Barcelona, los independentistas ni siquiera han superado el 50% de los votantes. ¿Y es la solución al independentismo? Nadie es tan ingenuo para pensarlo y, sobre todo, la experiencia soberanista de otros países lo que demuestra es lo contrario: el independentismo continúa tras la derrota en un referéndum. Pero, en el caso de España, se saldría de esta espiral asfixiante, absorbente, inútil, que no deja de alimentar el discurso del independentismo. Tierra de por medio. “Vale más hacer y arrepentirse, que no hacer y arrepentirse”. Pues eso. Maquiavelo.

Volverán. Como cangilones de una noria que se alimenta de su misma agua, carga sus argumentos y los devuelve otra vez al estanque común del que los cogerá de nuevo al poco tiempo. Como si fuera un agua nueva, renovada, distinta, pero solo se engaña la noria que da vueltas y vueltas sin parar, sin final, y solo le concede apariencia de movilidad a la rutina. Ya han acabado las elecciones de Cataluña y los discursos siguen instalados en la misma lógica, con las mismas palabras e idéntica distancia. Si hubo alguna reacción ayer que se distanció del resto, solo fue un espejismo. En realidad, lo que hicieron ayer los dirigentes de la Candidatura de Unidad Popular (CUP) fue vender muy cara la llave que otorga la mayoría absoluta al bloque independentista, pero nada más.

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