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Abengoa y el letargo andaluz
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Javier Caraballo

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Abengoa y el letargo andaluz

¿Cómo es que no ha habido en Andalucía una convulsión social y política? ¿Es que nadie se va a preguntar qué va a ocurrir en el futuro con la vinculación de Abengoa con Andalucía?

Foto: Fotografía de archivo del debut de Abengoa en el Nasdaq. (EFE)
Fotografía de archivo del debut de Abengoa en el Nasdaq. (EFE)

Consumada la caída del imperio Benjumea, la pérdida del control familiar de la multinacional Abengoa, es el silencio en Andalucía lo que sobrecoge. Lo que ocurrió el sábado pasado, en la junta general de accionistas de Abengoa, formaba parte de un guion ya escrito: un grupo de bancos salió al rescate de Abengoa y, gracias a una ampliación de capital de 650 millones de euros, la multinacional logra cambiar el rumbo hacia la deriva que inició en noviembre de 2014, cuando se descubrió que la deuda de la compañía era muy superior a la declarada. Los números que se ofrecen sobre la deuda no son precisos: 6.000 millones, 9.000 millones de euros… Quién lo sabe. Lo importante era frenar la caída en picado de la multinacional y eso ya se logró este verano, cuando los bancos se comprometieron a pagar el rescate.

Rescate… Está bien emplear en la crisis de Abengoa ese término que nos han legado estos tiempos y que la Real Academia de la Lengua tendrá que revisar para reordenar sus acepciones y colocar en primer lugar aquella que tiene más vigencia ahora, "ayuda financiera que se presta cuando un país, una empresa o una institución se han endeudado en exceso y no pueden hacer frente a sus compromisos de pago". Y se añade luego que, una vez que se accede al rescate, se pierde el control del país, de la empresa o de la institución que se gobernaban. Que es justamente lo que le ha pasado a la familia Benjumea con el control de la compañía que fundaron con poco más de 1.000 euros (180.000 pesetas de hace 75 años) para fabricar un contador monofásico de cinco amperios y que, en la actualidad, tiene sedes en más de 70 países y cotiza en las bolsas de Madrid y Nueva York.

Los bancos que han salido al rescate de Abengoa han puesto exigencias de troika: que el paquete accionarial de los Benjumea no pase del 40% (antes estaba en el 57%), que reduzcan su presencia en el consejo de administración y, por supuesto, que por primera vez ese apellido no presida la multinacional.

Los Benjumea siempre han estado envueltos en un halo de misterio, aunque algunos lo llaman discreción

Las consecuencias y las dudas económicas de la operación ya están trilladas y Abengoa vuelve a brillar en la bolsa (ver cotización), como el líder empresarial que sigue siendo en el mundo en energías renovables, con más de 26.000 empleados, y la propia imagen del presidente saliente, Felipe Benjumea Llorente, hijo del fundador, quedará equilibrada por los aciertos innegables en la expansión de la empresa, la apuesta decidida por la innovación tecnológica, y los errores patentes durante 25 años. Todo eso, sí, ya parece amortiguado. Parece. Pero, en un plano distinto, la pregunta, a raíz de lo ocurrido, es: ¿cómo es que no ha habido en Andalucía una convulsión social y política? O, por lo menos, un estremecimiento. ¿Es que nadie se va a preguntar qué va a ocurrir en el futuro con la vinculación de Abengoa con Andalucía?

Buena parte de este silencio se explica por la peculiar forma que ha tenido siempre la familia Benjumea de relacionarse con los medios de comunicación y con el propio poder político. Más cerca de lo que se intuye en un poder fáctico que en un triunfador del mundo empresarial, los Benjumea siempre han estado envueltos en un halo de misterio, aunque algunos lo llaman discreción.

Todo lo que concernía a los Benjumea se contaba como en un susurro, con el misterio de los grandes secretos, las cenas privadas con presidentes de Gobierno o la leyenda aquella, acaso cierta, de que el fundador solo permitía que los periódicos utilizaran una sola foto suya, la misma para todos. Jamás una entrevista. Con el mismo sigilo, el tratamiento de la actual crisis de Abengoa en Andalucía, y sobre todo en Sevilla, lo han determinado la prudencia y la cautela; informaciones medidas frase a frase. Entre la clase política, igual.

A cualquier otra empresa, desde lo ocurrido en noviembre del pasado año, ya le hubieran exigido, por lo menos, que garantizara el futuro de los puestos de trabajo y las inversiones en Andalucía. Está claro que la familia Benjumea, su grupo accionarial Inversión Corporativa, mantiene una presencia fundamental en la multinacional, con el 40%, pero el control absoluto, como hasta ahora, ya no les pertenece. Y cuando eso ocurre, lo normal es pensar que los criterios de inversión también pueden variar.

El tratamiento de la actual crisis de Abengoa en Andalucía lo ha determinado la prudencia y la cautela; informaciones medidas. Entre la clase política, igual

En la actualidad, Abengoa mantiene su central en Sevilla, su centro de decisiones, y eso es lo que puede cambiar, progresivamente, en el futuro. La multinacional tiene 30.000 trabajadores, entre el grupo industrial y el energético, repartidos por todo el mundo. De esa cantidad, en España hay 7.000 empleos, de los que la mayor parte, más de 4.000 trabajadores, están en Sevilla. De hecho, en la capital andaluza tiene Abengoa su sede social y fiscal, en el complejo de Palmas Altas, que comparte la investigación de nuevas tecnologías con otros dos centros más, uno de ellos en Sanlúcar la Mayor, que es un referente mundial en la producción de energía termosolar.

Es evidente que si todo eso es así, si ha sido así, se debe al control de la multinacional sostenido desde Andalucía, desde Sevilla, por la familia Benjumea durante 75 años, que están a punto de cumplirse, en enero de 2016, desde su fundación. Abengoa es una de las mayores multinacionales de España y una rara avis empresarial en Andalucía. Con la salida de la presidencia de la familia Benjumea, un escalofrío recorre el cuerpo al pensar, solo pensar, que el desierto industrial y empresarial de esta región pueda ensancharse más. Y que, en el futuro, la historia de la innovación de las energías renovables en el mundo se vuelva a contar de la misma forma que ahora se escribe del pasado cuando se recuerda que en Andalucía se instalaron la primera máquina de vapor de España y las primeras siderurgias, pero que, por diferentes circunstancias, nada de ello arraigó.

Consumada la caída del imperio Benjumea, la pérdida del control familiar de la multinacional Abengoa, es el silencio en Andalucía lo que sobrecoge. Lo que ocurrió el sábado pasado, en la junta general de accionistas de Abengoa, formaba parte de un guion ya escrito: un grupo de bancos salió al rescate de Abengoa y, gracias a una ampliación de capital de 650 millones de euros, la multinacional logra cambiar el rumbo hacia la deriva que inició en noviembre de 2014, cuando se descubrió que la deuda de la compañía era muy superior a la declarada. Los números que se ofrecen sobre la deuda no son precisos: 6.000 millones, 9.000 millones de euros… Quién lo sabe. Lo importante era frenar la caída en picado de la multinacional y eso ya se logró este verano, cuando los bancos se comprometieron a pagar el rescate.