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Llamadla ‘Tercera Guerra Global’
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Javier Caraballo

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Llamadla ‘Tercera Guerra Global’

Esta guerra nos hace más vulnerables que nunca porque, sencillamente, ni sabemos como combatirla ni estamos preparados para combatirla

Foto: El presidente francés François Hollande se dispone a ofrecer una rueda de prensa. (EFE)
El presidente francés François Hollande se dispone a ofrecer una rueda de prensa. (EFE)

Es la tercera porque amenaza a toda la humanidad, a toda la civilización, es guerra porque, como en las dos anteriores, un ejercito invasor quiere dominar el mundo e imponer su tiranía y es global porque aglutina las características de un fenómeno desconocido hasta ahora, la combinación terrorífica de crímenes espantosos difundidos en tiempo real, a todo el mundo, a través de las redes sociales. Por eso global, antes que tercera guerra mundial, para subrayar ese aspecto fundamental que convierte esta guerra en distinta a todas y, sin que nos hayamos dado cuenta aún, nos hace más vulnerables que nunca porque, sencillamente, ni sabemos como combatirla ni estamos preparados para combatirla.

Sigue en directo las últimas novedades de los atentados en París

Era viernes, este viernes, y usted, como yo, como millones de ciudadanos en todo el mundo se preparaba para el fin de semana, porque le faltaba poco para salir del trabajo y tenía la tarde libre para disfrutar, porque estaba a punto de cenar con unos amigos o porque acababa de poner la radio en la cocina, mientras colocaba unas tostadas para desayunar. Las emisiones de la radio, de la televisión, se interrumpen y tú mismo te quedas paralizado, porque ya conoces la secuencia que viene a continuación. Dos muertos, diez muertos, veinte muertos, decenas de muertos; un país entero parece noqueado por una sucesión de ataques terroristas, diez, quince individuos, que entran simultáneamente en locales comerciales, en cafeterías, en discotecas, con fusiles Kaláshnikov y cinturones explosivos que hacen estallar al grito de “Alá es grande”.

Dos muertos, diez muertos, veinte muertos, y la misma secuencia exponencial se produce en todo el mundo que sigue atónito, y en directo, cada segundo de lo que está ocurriendo. Cada uno de nosotros está allí porque, en tu casa, en una cafetería o con un grupo de amigos en el trabajo, te sientes igual de vulnerable que la mujer que sale de un local con la ropa desgarrada y la cara ensangrentada, que el hombre que se dirige hacia una ambulancia, con una manta colocada sobre los hombros, con el terror marcado en los ojos asombrados de pánico, abiertos, inexpresivos, ojos de muerto en un vivo. Las televisiones de todo el mundo repiten las mismas imágenes de aceras sombrías llenas de cadáveres y un destello incesante de sirenas azules de las ambulancias, y un escalofrío te recorre el cuerpo cuando sientes que tú podrías ser uno de esos. En esta Guerra Global los muertos no están en las trincheras, sino en los bares, en las terrazas, en la calle. En la noche del 9 de noviembre de 1938, oleadas de vándalos nazis entraron en las casas, en las sinagogas y en los comercios de los judíos alemanes y aquella noche de terror ha pasado a la historia como la “noche de los cristales rotos”. Pero quienes sintieron pánico aquella noche fueron sólo los pobres judíos indefensos de la Alemania nazi; la noche de cristales rotos del terrorismo islámico extiende el pánico a todo el mundo, en el mismo instante en el que se produce. Los cristales rotos llegan hasta tu salón.

Un escalofrío te recorre cuando sientes que tú podrías ser uno de esos. En esta Guerra Global los muertos no están en trincheras, sino en bares, terrazas, en la calle

La Guerra, esta tercera guerra que ya no es sólo mundial, que va más allá, que es global, estalla, en tiempo real, en los hogares de todo el mundo y, cada vez que lo hace, ahonda mucho más en la extraordinaria dificultad para combatirla. Porque no se produce en un frente, ni en un sólo país; es una amenaza global y, por tanto, difusa ante la que no existe ningún ejercito, ningún país, preparado para combatirla. Unas semanas antes de los atentados, el presidente de Francia, François Hollande, compareció en el Parlamento europeo, con el resto de dirigentes, para analizar la crisis Siria, la extraordinaria presión que ejercen sobre Europa los refugiados de aquel país destruido. Como otras veces, la reunión de los dirigentes europeos para lo que sirvió, fundamentalmente, fue para constatar la división interna de la Unión Europea, una unión política a medio hacer sin capacidad para afrontar conjuntamente una amenaza como la actual. Y dijo entonces el presidente francés: "Francia ha tomado sus responsabilidades militares ante la amenaza y toda Europa debe comprometerse en el plano humanitario, político, diplomático. No pensemos que estaremos a salvo, será una guerra total, una guerra que podrá afectar también a nuestro propio territorio, así que tendremos que actuar". Un mes después, el temor de Hollande se ha hecho realidad con una de las peores noches de terror que se recuerdan en Europa. Pero más allá de esa trágica previsión que se ha hecho realidad, es conveniente detenerse en la brutal desproporción que existe en esta guerra entre unos y otros, el ejército del ISIS y los ejércitos occidentales, a la hora de atacar al enemigo.

Lo que ha hecho Francia en las últimas semanas, y acaso por eso ha respondido el ISIS con los atentados de este viernes negro, ha sido inspeccionar, primero, la zona dominada por el Estado Islámico, el primer grupo terrorista que conquista territorios y se anexiona países, y posteriormente ordenar bombardeos selectivos en supuestos campamentos de terroristas. Tras veinte días de reconocimientos aéreos, hace dos semanas el ejército francés destruyó uno de los refugios en los que, supuestamente, se entrenan los terroristas del Estado Islámico. El presidente Hollande no ofreció mucha más información sobre los resultados, más allá de concretar que se emplearon seis aviones de combate en los bombardeos. La noticia, en los medios de comunicación, tampoco mereció mucha más relevancia. En París, este viernes, un puñado de terroristas ha sembrado el terror en todo el mundo. ¿Se entiende ahora la desproporción de esta guerra global, la impotencia con la que la civilización se enfrenta a su principal amenaza desde la Segunda Guerra Mundial? ¿Puede combatirse al Estado Islámico con sofisticados aviones de combate?

¿Puede combatirse al Estado Islámico con los sofisticados aviones de combate?

Era viernes. Las emisiones de la radio, de la televisión, se interrumpen, y tú mismo te quedas paralizado, porque ya conoces la secuencia que viene a continuación, que empieza a reflejarse en las páginas web que van detallando al instante la noticia. Conoce la secuencia que viene a continuación, sí. Las mismas aceras que esta noche ves cubiertas de cadáveres, se llenarán mañana de flores y de velas. Conoces la secuencia, sí. “Todos somos París”.

Es la tercera porque amenaza a toda la humanidad, a toda la civilización, es guerra porque, como en las dos anteriores, un ejercito invasor quiere dominar el mundo e imponer su tiranía y es global porque aglutina las características de un fenómeno desconocido hasta ahora, la combinación terrorífica de crímenes espantosos difundidos en tiempo real, a todo el mundo, a través de las redes sociales. Por eso global, antes que tercera guerra mundial, para subrayar ese aspecto fundamental que convierte esta guerra en distinta a todas y, sin que nos hayamos dado cuenta aún, nos hace más vulnerables que nunca porque, sencillamente, ni sabemos como combatirla ni estamos preparados para combatirla.

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