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Celebremos: ya no hay casta ni régimen
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Javier Caraballo

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Celebremos: ya no hay casta ni régimen

Podemos ya se ha instalado plenamente en la definición académica del adanismo: “Hábito de comenzar una actividad cualquiera como si nadie la hubiera ejercitado anteriormente”

Foto: Los diputados de Podemos se fotografían a la puerta del Congreso de los Diputados. (Reuters)
Los diputados de Podemos se fotografían a la puerta del Congreso de los Diputados. (Reuters)

Critican a esa diputada de Podemos porque se llevó el bebé al hemiciclo, pero no entienden que el gesto era tan necesario para ellos como haber colocado una bandera pirata entre los escaños. Ese bebé es la encarnación del tiempo nuevo que anuncian en la política española; por eso llegó la diputada con el niño en sus brazos, como si viniera de participar en un portal viviente de la Navidad.

El adanismo siempre aparece en la historia de todos los países, desde el principio de los tiempos. Desde las conquistas helenas, cuando arrasaban territorios y certificaban la conquista con nombres nuevos, con ritos nuevos, con obligaciones nuevas. Tiene mucho que ver con el afán del poder de buscar la inmortalidad, de inscribir sus nombres, sus hitos, en la historia. En la Iglesia se cita a Santo Tomás de Aquino, “Et antiquum documentum / novo cedat ritui” (Que el Testamento Antiguo deje paso al Rito Nuevo), y los diputados nuevos de la nueva política española deben haberse sentido igual, inaugurando con su entrada en el Congreso una nueva democracia dentro de la democracia que ya teníamos. Celebremos, pues: ya no hay casta ni régimen.

Hay quien se irrita mucho con el adanismo, también es cierto, porque considera que, sobre todo en España, aparece siempre como una amenaza. Ocurrió con Zapatero, la última vez. También cuando llegó el último presidente socialista, anunció un tiempo político nuevo. El ‘talante’ era entonces la palabra de moda en el poder. Llegaron como símbolos de su nueva era ministras juveniles, como Bibiana Aído, que hasta Chaves, que la tenía en cargos secundarios, desechaba para la primera fila porque, según confesó poco antes de que la nombrara Zapatero, “aún le faltaba un hervor”.

También llegó una ministra embarazada para que pasara revista a las tropas, abriéndose paso entre generales y fusiles alineados. Y luego llegó su proyecto mayor, la revisión histórica de España desde la II República hasta la Transición. Aquel adanismo tuvo también su símbolo, el auto judicial en el que Garzón le concedió un plazo de 10 días al Registro Civil para que le aportaran como prueba el certificado de defunción de Franco. Afortunadamente, aquella Ley de Memoria Histórica, y sobre todo el intento soterrado de reescribir la historia, se fue desinflando, por el propio consejo de los historiadores más próximos al poder socialista, y ya nunca más se supo.

Cuando comenzaron a tomar cuerpo los nuevos partidos políticos, Podemos y Ciudadanos, el adanismo se expresó bien en la reclamación más repetida, la necesidad de emprender en España una Segunda Transición. Podemos fue quien llevó más lejos la reclamación, cuando empezó a identificar la democracia existente y las instituciones como un régimen caduco, trasnochado y sin representatividad.

Y la Transición no fue otra cosa que una vergonzosa claudicación ante el fascismo. Eso decían quienes solo han vivido en democracia gracias a aquella Transición. Hubo algún intelectual en España, como Javier Marías, que bramaba en artículos de prensa contra ellos: “Los idiotas de Podemos -con esto no quiero decir que sean idiotas todos los de ese partido, sino que en él abundan idiotas que sostienen lo que a continuación expongo- han dado en denominarlo ‘régimen’ malintencionadamente, puesto que ese término se asoció siempre al franquismo”.

Podemos pasó de las asambleas de calle a congresos del partido y de congresos del partido a las reuniones de las ejecutivas, el régimen fue desapareciendo

Poco a poco, cuando Podemos pasó de las asambleas de calle a los congresos del partido y de los congresos del partido a las reuniones de las ejecutivas, el régimen fue desapareciendo de los discursos y solo quedó el afán de mostrar que con ellos llegaba a las instituciones un tiempo nuevo. Ahora que están en el Congreso, lo esencial es que, por encima de lo que se diga, las instituciones y la democracia española han funcionado como catalizador de la gresca antisistema de la calle. Podemos, en fin, ya se ha instalado plenamente en la definición académica del adanismo: “Hábito de comenzar una actividad cualquiera como si nadie la hubiera ejercitado anteriormente”.

Hay un bebé pasando de brazo en brazo entre los escaños y ese ha sido el símbolo mejor del adanismo que ha llegado a la política española. ¿Es lo mismo que ya existía? No, aunque lo parezca, la diferencia es fundamental: se mira ahora al Congreso y ya no hay casta ni régimen. Por lo menos, nadie lo dirá. Nadie rodeará el Congreso de los Diputados gritando eso de que “no nos representan”, porque ese discurso se ha muerto con las elecciones.

A las promesas le seguirán las frustraciones y el adanismo se convertirá para otros en aquello que llamaban “casta política”

Ahora llegan al Congreso los afiliados, los curiosos y los devotos, y cuando sale Pablo Iglesias y los ve coreando su nombre, se le saltan las lágrimas de la emoción. Al final, es fácil adivinar el final del recorrido de todo. A las promesas les seguirán las frustraciones, y el adanismo se convertirá para otros en aquello que llamaban “casta política”. Pero ha llegado un bebé al Congreso y, al verlo, yo me he acordado de una de las chirigotas del Carnaval de Cádiz, de este año, que ha hecho un resumen de las elecciones desde el punto de vista del Niño Jesús que colocaban las madres en la mesita de noche. Y que cierran el cuplé con un “pídeme lo que tú quieras, lo que quieras pídeme…”. Y tras un breve silencio, responden: “¡No tienes tú fe, no tiene tú fe!”.

Chirigota El niño Jesús que tenía tu mare en la mesita de noche

Critican a esa diputada de Podemos porque se llevó el bebé al hemiciclo, pero no entienden que el gesto era tan necesario para ellos como haber colocado una bandera pirata entre los escaños. Ese bebé es la encarnación del tiempo nuevo que anuncian en la política española; por eso llegó la diputada con el niño en sus brazos, como si viniera de participar en un portal viviente de la Navidad.

Bibiana Aído Ciudadanos Memoria histórica