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Javier Caraballo

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Su Majestad Pedro Sánchez

Solo el Partido Socialista y su secretario general, Pedro Sánchez, pueden decidir el destino de esta legislatura, la más incierta que conocemos en cuatro décadas

Foto: El rey Felipe VI recibe al secretario general del PSOE, Pedro Sánchez. (EFE)
El rey Felipe VI recibe al secretario general del PSOE, Pedro Sánchez. (EFE)

Pedro Sánchez le ha usurpado el papel de árbitro a Felipe VI. No porque quiera una corona, no porque se la hayan concedido, sino porque solo el Partido Socialista, y su secretario general, Pedro Sánchez, pueden decidir el destino de esta legislatura, la más incierta que conocemos en cuatro décadas, por la imprevisibilidad de los dos factores fundamentales que la componen, la composición del Gobierno de España y la duración de su mandato.

La tensión del franquismo fue otra, más grave, más trascendental, pero se sabía quién iba a gobernar; la descomposición de la UCD fue más sonora, un cataclismo sobre lo desconocido, pero se sabía quién iba a gobernar; el deterioro y la podredumbre del socialismo felipista conllevaron una decepción colectiva, pero se sabía quién iba a gobernar; la soberbia aznarista naufragó en una tragedia terrorista que degeneró en una miseria política colectiva, pero se sabía quién iba a gobernar; el empuje del zapaterismo devino en fiasco insustancial y frívolo, pero se sabía quién iba a gobernar; la crisis económica y la corrupción han arrasado el impopulismo de Rajoy, han noqueado al bipartidismo y ya no se sabe quién va a gobernar.

Ahora, 40 años después, ha llegado el mayor periodo de incertidumbre; ahora, el vértigo se produce al pasar del mayor poder institucional alcanzado por un partido político al mayor vacío de gobierno, porque nadie reúne fuerzas suficientes para gobernar. El récord político inmenso de Rajoy en 2011 solo se refleja en un fracaso equivalente, de la misma magnitud, cuatro años después.

Todas las salidas posibles de la crisis institucional pasan por el secretario general, que es el más débil de cuantos ha tenido el PSOE

En esas circunstancias inéditas en la democracia española, el papel de árbitro, para acabar de redondear la excepcionalidad, ya no lo tiene el Rey, sino el principal partido de la oposición, el PSOE de Pedro Sánchez. Todas las salidas posibles de la crisis institucional en la que se ha instalado España pasan por el secretario general del PSOE, que a su vez es, hasta el momento, el más débil de cuantos ha tenido ese partido centenario.

Podemos enumerar las posibles salidas, que solo son tres, a mi juicio: un Gobierno del Partido Popular, un Gobierno de izquierdas presidido por Pedro Sánchez y nuevas elecciones en mayo. Cualquiera de esas tres posibilidades de futuro, porque no existe ninguna más que sea viable en el contexto político español, requieren el beneplácito del PSOE. Por eso el Rey ha cedido de facto su papel de árbitro al secretario general del PSOE, porque esta segunda ronda de contactos solo concluirá como decida Pedro Sánchez.

La primera opción, un Gobierno del Partido Popular, aparece un mes después de las elecciones del 20 de diciembre como la hipótesis más improbable porque la única decisión unánime en el seno del Partido Socialista es la de no permitir un nuevo Gabinete presidido por Mariano Rajoy. Aquel debate de televisión en el que Pedro Sánchez llamó “indecente” y “mentiroso” a Mariano Rajoy supuso un punto de no retorno en las relaciones políticas de ambos. Así se percibe en el seno del PSOE, y el empuje de Podemos, que le va comiendo el terreno electoral de la izquierda, reafirma el veto a Rajoy. Sencillamente, no se concibe, no se plantea, no figura en la agenda que maneja el PSOE.

Aquel debate de televisión en el que Sánchez llamó “indecente” y “mentiroso” a Rajoy supuso un punto de no retorno en las relaciones políticas de ambos

Ni siquiera la oferta de unos nuevos ‘pactos de la Moncloa’ sería aceptada por el PSOE si la lidera Rajoy, aunque suponga, de hecho, una impugnación del Partido Popular a algunas de sus principales reformas. ¿Y un Gabinete del PP que no esté presidido por Mariano Rajoy contaría con la abstención del PSOE para gobernar? Sería un ‘golpe de efecto’ inexplorado, pero no parece que esté contemplado ni siquiera por el Partido Popular, que lo considera justamente una humillación inasumible a quien ha ganado las elecciones. Mucho menos viable es, desde luego, esa otra alternativa que algunos lanzan de hipotético Gobierno de concentración entre el PP y el PSOE, presidido por Pedro Sánchez.

El único interés del PSOE, y de su secretario general, con respecto a Mariano Rajoy es que se presente solo a la primera sesión de investidura en el Congreso de los Diputados y que fracase estrepitosamente, que naufrague. Toda la insistencia de los socialistas en la tradición democrática y en el respeto a las reglas de juego no esconde más intención que esa, la humillación de Mariano Rajoy en el Congreso para justificar, después, un Gobierno de izquierdas presidido por Pedro Sánchez.

El PSOE podría haber cumplido su objetivo si el líder de Podemos no le hubiera chafado la estrategia con su anuncio anticipado de un Gobierno de izquierdas

El PSOE necesita cimentar un discurso de ‘responsabilidad de Estado’ y ‘responsabilidad institucional’ antes de echarse en manos de Podemos, y eso solo puede suceder cuando, públicamente, haya quedado desacreditado Mariano Rajoy en una sesión frustrada de investidura. De hecho, el Partido Socialista podría haber cumplido su objetivo si el viernes pasado, el líder de Podemos, Pablo Iglesias, no le hubiera chafado la estrategia con su anuncio anticipado de un Gobierno de izquierdas. A partir de Pablo Iglesias, las pretensiones de Pedro Sánchez se convirtieron en una trampa para elefantes que Mariano Rajoy supo ver y esquivar.

La tercera opción son unas nuevas elecciones generales pero, también en este caso, la irrupción abrupta de la propuesta de Gobierno de coalición de Podemos ha cambiado las expectativas: si la izquierda no es capaz de ponerse de acuerdo, acudirá a esas elecciones con el estigma de un fracaso. “Los españoles no entenderían que Pablo y yo no nos pusiéramos de acuerdo”, dijo este fin de semana Pedro Sánchez. Y lo ha repetido luego, con un matiz de partido: “Los votantes socialistas y de Podemos no lo entenderían”. Si se le añade a todo ello que todos los sondeos publicados no le conceden al Partido Socialista ninguna mejora en unas nuevas elecciones, lo normal ahora es que ambos acaben pactando una fórmula de gobierno.

Pero solo Pedro Sánchez podrá decidirlo, porque Pablo Iglesias ya dio un paso adelante y le ofreció la Presidencia. Tres salidas y todas en manos de Pedro Sánchez, el más débil de los líderes del PSOE en la legislatura más inestable de la democracia. Pedro Sánchez decide. Que para eso, en la excepcionalidad en la que nos hemos instalado, le ha usurpado a Felipe VI su papel de árbitro.

Pedro Sánchez le ha usurpado el papel de árbitro a Felipe VI. No porque quiera una corona, no porque se la hayan concedido, sino porque solo el Partido Socialista, y su secretario general, Pedro Sánchez, pueden decidir el destino de esta legislatura, la más incierta que conocemos en cuatro décadas, por la imprevisibilidad de los dos factores fundamentales que la componen, la composición del Gobierno de España y la duración de su mandato.

Pedro Sánchez Mariano Rajoy