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Pedro Sánchez, cabeza cortada
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Javier Caraballo

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Pedro Sánchez, cabeza cortada

En cada mitin, cuando Pedro Sánchez sube al escenario, recuerda el cuento de Koestler, como si estuviera subiendo al patíbulo en vez de al atril, con la cabeza ya cortada y sin saberlo

Foto: El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, durante un mitin en Jerez de la Frontera. (EFE)
El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, durante un mitin en Jerez de la Frontera. (EFE)

Fue Arthur Koestler quien nos contó la increíble historia del verdugo más famoso de todos los tiempos: nadie cortaba cabezas como él.

Se llamaba Wang Lun y era conocido por la habilidad y la rapidez con la que conseguía decapitar a los condenados. Era el mejor pero, en su afán de superación, Wang Lun todavía quería mejorar su técnica hasta conseguir lo que nadie había logrado: decapitar tan rápidamente a uno de los reos que la cabeza quedara sobre el cuello. En su breve relato, Koestler cuenta que el verdugo estuvo practicando secretamente: 10, 20, 30… hasta 70 cabezas rodaban impecables por el suelo tras el golpe efectivo de Wang Lun. Hasta que un día, sin que nadie lo supiera, el verdugo se sintió preparado y abordó a una de las víctimas mientras subía la escalera que lo llevaba hasta el patíbulo. De un golpe certero, lo decapitó con tal eficacia que el reo continuó subiendo la escalera sin percatarse de nada. Al llegar arriba, el ajusticiado se enojó al ver que el verdugo estaba en una esquina, sin moverse.

-¿Por qué prolongas mi agonía?-, le preguntó al verdugo, creyendo que no le había cortado aún la cabeza.

Fue el gran momento de Wang Lun: había coronado el trabajo de toda su vida. En su rostro apareció una serena sonrisa, se volvió hacia su víctima y le dijo:

-Tenga la bondad de inclinar la cabeza, por favor.

En el momento más desconcertante y desnortado de su historia, los socialistas han llegado al absurdo de presentar a las elecciones a un candidato decapitado

En cada mitin, cuando Pedro Sánchez sube al escenario, recuerda el cuento de Koestler, como si estuviera subiendo al patíbulo en vez de al atril, con la cabeza ya cortada y sin saberlo. En el momento más desconcertante y desnortado de su historia reciente, los socialistas españoles han llegado al absurdo de presentar a las elecciones a un candidato decapitado. Nunca ha ocurrido nada igual porque, aun en los peores momentos, los socialistas sabían que podían perder unas elecciones pero no la posibilidad de la alternancia, que es lo que les está ocurriendo hoy. A lo único que pueden aspirar ahora es a mantener la ilusión óptica del tiempo pasado con fórmulas de coalición, ya experimentadas en gobiernos locales y regionales, que, en realidad, lo único que revelan es que el PSOE ha pasado de ser la fuerza hegemónica de la izquierda a un partido bisagra de la izquierda.

Todo procede del error de interpretación que se produce en España de la situación política actual; en lo que se refiere a la izquierda, aquí nadie ha sabido interpretar y afrontar el verdadero calado de la irrupción de Podemos y, uno a uno, todos están pagando la factura de esa falta de visión. Los primeros, los dirigentes de Izquierda Unida. En las elecciones europeas de 2014, tuvieron la oportunidad de incorporar a su candidatura a todos los actuales dirigentes de Podemos, que entonces militaban en Izquierda Unida, pero una vez más se impuso el aparato del Partido Comunista para imponer a uno de los suyos. ¿Quién se acuerda ya de Willy Meyer?

Pues ese fue el tapón que puso entonces el aparato comunista para cerrar el paso a la corriente de Pablo Iglesias, lo que provocó la fuga de todos ellos hacia un nuevo partido, Podemos, que ya en aquellas elecciones europeas arrasó en las urnas. Vino luego la ceguera del Partido Popular, sintetizada en el famoso veredicto de Pedro Arriola de que eran “unos friquis”, sin más trascendencia. Los ‘friquis’ aparecen ya como la segunda fuerza política de España, ya ven. Se han comido a Izquierda Unida y han conseguido que el Partido Popular los eleve a la categoría de sus principales rivales en estas elecciones.

La crisis de las ideologías late en el fondo de lo que pasa, porque ha sido la pérdida de identidad de la izquierda lo que ha provocado la caída del socialismo

En el PSOE tampoco han sabido nunca entender la nueva situación política, acaso porque siempre pensaron que su hegemonía política no estaba en riesgo cuando, en realidad, la suplantación de lo que llaman “la vieja socialdemocracia” ha sido siempre el objetivo principal de Podemos. El declive de los partidos socialistas en toda Europa, aquellos que se crearon siguiendo el modelo que impulsaron líderes como Olof Palme o Willy Brandt, ha ido sacudiendo el panorama político de varios países hasta llegar a España. La crisis de las ideologías late en el fondo de lo que está pasando porque ha sido la pérdida de identidad de la izquierda lo que ha provocado la caída del socialismo tradicional. Y de eso es de lo que no se enteran los dirigentes socialistas, que si Podemos crece es porque el PSOE se ha desnaturalizado a los ojos de los votantes de izquierda españoles.

Tan errado es el diagnóstico, que muchos de ellos siguen considerando que la aparición de Podemos es fruto de una estrategia de laboratorio, como si tal cosa fuera posible. Dice Alfonso Guerra, en la última entrevista que ha dado, hace unos días, a la revista 'Tiempo': “El gurú que tienen en el PP, Pedro Arriola, le advirtió a Rajoy de que la crisis [económica] iba a reducir mucho el número de votos del partido y que la única forma de mantenerse era intentar introducir una cuña que impidiese el ascenso del PSOE. Y esa cuña era hablar con las televisiones para dar cancha a este grupo [Podemos]”. ¡Siguen pensando que una televisión como La Sexta es capaz, por sí misma, de hacer y deshacer fuerzas políticas! Increíble ceguera, ausente de todo rigor.

A medida que transcurre el tiempo, la avería se va ensanchando y lo que está en riesgo ahora no es ya solo el liderazgo de la izquierda sino su supervivencia

En definitiva, que por ese error de diagnóstico, por no saber que la crisis del PSOE es más profunda de lo que les parece, que es una crisis de identidad propia como representante de la izquierda, la cuestión es que, en el peor momento del partido, los principales barones del PSOE, encabezados por Susana Díaz, han estado jugando con las estructuras a su antojo, según sus intereses, hasta llegar al momento actual de presentar a un candidato que ellos mismos han decapitado públicamente antes de empezar la campaña, con la advertencia soterrada de que el mismo día 26 de junio lo piensan echar de la secretaría general del PSOE. Como si el problema del PSOE fuera Pedro Sánchez, o como si la crisis actual la hubiera provocado Pedro Sánchez. Creen que la clave está en que el electorado de izquierda no está movilizado, y no se dan cuenta de que el electorado de izquierda sí está movilizado, pero no hacia el PSOE, que era lo habitual.

Hace dos años, cuando la irrupción de Podemos, el PSOE no supo interpretar que lo que estaba en juego era su hegemonía en la izquierda española. Decían que era imposible, que nunca llegaría ese momento. Ha pasado lo que ha pasado y, aun así, siguen sin entenderlo, con el agravante de que, a medida que transcurre el tiempo, la avería se va ensanchando y lo que está en riesgo ahora no es ya solo el liderazgo de la izquierda sino su propia supervivencia. Cuando Pedro Sánchez incline la cabeza y se caiga la testuz, no será solo su liderazgo el que ruede por los suelos. Solo quedará la sonrisa del verdugo.

Fue Arthur Koestler quien nos contó la increíble historia del verdugo más famoso de todos los tiempos: nadie cortaba cabezas como él.

Pedro Sánchez Izquierda Unida