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Girauta, la veleta ideológica
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Javier Caraballo

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Girauta, la veleta ideológica

El de Juan Carlos Girauta es el cuarto y último perfil de una serie dedicada a los hacedores de candidatos: los directores de campaña de los cuatro grandes partidos

Foto: El portavoz de Ciudadanos en el Congreso, Juan Carlos Girauta. (Ilustración: Raúl Arias)
El portavoz de Ciudadanos en el Congreso, Juan Carlos Girauta. (Ilustración: Raúl Arias)

Se diría que Girauta llegó a Ciudadanos por decantación intelectual y ahí se ha quedado, feliz de haber encontrado su casa ideológica al cabo de muchos tumbos por todo el catálogo político. Girauta parece darle contenido a su apellido, como una veleta, como una Giraldilla, que se ha movido allí donde la empujaban los vientos de la historia de un hombre nacido en 1961 y que ha vivido, por tanto, el final del franquismo y todas las etapas de esta democracia nuestra, desde la Transición hasta aquella mayoría absoluta de Aznar en el año 2000, pasando obviamente por la arrolladora victoria de Felipe González en 1982.

En cada una de esas etapas, Girauta adaptaba su respuesta política al momento. ¿Rojo radical? Pues rojo radical, de la Joven Guardia Roja. ¿Socialdemócrata después? A tope con Felipe González, al que sigue considerando “el rey” de los políticos españoles, el mejor, el más teatral. ¿También la derecha? También, claro, tanto que hasta tres veces fue candidato por el Partido Popular, en elecciones municipales, catalanas y españolas, aunque nunca consiguió un escaño. Al final, lo que aguardaba era Ciudadanos, como un proceso natural que lo lleva al único hueco que Girauta no había ocupado porque no existía desde la desaparición de la UCD, el centro político. Rojo intenso, colorado, azul, y naranja, colores e ideologías como puntos cardinales de una veleta.

Lo que ocurre con Girauta, que nadie se lleve a engaño, es que su condición de veleta ideológica no lo convierte en ningún momento en un chaquetero. De esos los hay también en la política española, pero no es el caso. Es otra historia muy distinta. La decantación ideológica e intelectual debe observarse como un fenómeno natural, meditado. Las conversiones de Girauta tienen un sólido razonamiento de entrada y otro de salida. En el PSOE, por ejemplo, militaba como todos los jóvenes de su edad que en los ochenta quedó fascinado, atrapado, por la magia que desplegaban los mítines socialistas de aquella época. Se fue a una sede del Partido Socialista de Cataluña y se afilió. Hasta un día concreto de 1986, cuando ya el deterioro socialista había comenzado a pudrir las estructuras aunque nada era visible aún; de hecho a Felipe González todavía le quedaban 10 años más de gobierno.

La decantación ideológica debe observarse como un fenómeno natural. Las conversiones de Girauta tienen un sólido razonamiento de entrada y otro de salida

Era el 17 de junio de 1986. En la avenida del Manzanares, en Madrid, cerca del portal número 36, dos jóvenes charlan en la acera. Al poco, se distancian al ver que se acerca un coche militar. Cuando el vehículo se sitúa a su altura, lanzan sendas ráfagas de metralleta. Atentado de ETA. Murieron el comandante Ricardo Sáenz de Ynestrillas, el teniente coronel Carlos Besteiro y un soldado que hacía de conductor, Francisco Casillas. Un hijo de Ynestrillas contempló el atentado desde el balcón, en el que aguardaba a su padre. Los asesinos de ETA fueron Iñaki de Juana Chaos y Antonio Troitiño. ¿Qué tiene que ver ese atentado con Girauta? Aquel fue el último día de militancia de Girauta en el PSOE porque en la sede socialista en la que estaba se quedó perplejo al ver que sus compañeros aplaudían el asesinato de Ynestrillas por su pasado golpista, condenado por su participación en la Operación Galaxia, un frustrado golpe de Estado que se iba a dar en 1978. Aplaudir un brutal asesinato es motivo suficiente para entender que ha llegado el final de una etapa. Y eso es lo que hizo Girauta con el PSOE.

Un indeseable españolista

Esa firmeza en las convicciones es la misma que ha convertido a Juan Carlos Girauta en Cataluña en un indeseable españolista. Hay algunas descripciones que hacen de él en la prensa independentista que son muy elocuentes. Lo que no consiguen explicarse, fundamentalmente, es cómo es posible que un tipo como él, criado por una madre que era profesora de catalán del Ampurdán y que de joven devoraba a los poetas catalanes, no sea ahora independentista. “Ha estat lector de Salvat-Papasseït, Foix i Palau i Fabre. Viure per creure”, decían de él en un artículo que titulaban “Un heterodoxo dentro de la caverna”. Esa es la perplejidad independentista: “¡Ha sido lector de todos estos poetas catalanes y es españolista! Vivir para creer…”

“Nos llaman nazis. La señora Colau nos llamó ratas… Sabemos muy bien quién está intentando generar odio. ¿De verdad esa va a ser la política del siglo XXI?"

En el fondo de todo, además, lo que Girauta quizá revive permanentemente al contemplar el independentismo catalán es la misma repulsión que le llevó a abandonar el PSOE. En alguno de los mítines de la campaña electoral, lo suele contar con tono enfático, como si estuviera encendiendo las luces de gálibo de una sirena de alarma. “Nos pintan las sedes, nos llaman nazis. La señora Colau nos llamó ratas… Sabemos muy bien quién está intentando generar odio. ¿De verdad que esa va a ser la política del siglo XXI? Eso no es política, eso es basura, basura guerracivilista que no sirve nada más que para destruir y generar odio”. Luego añade, como ha hecho en alguna ocasión, que en su época de rojerío se exigía un cierto conocimiento político y era imprescindible tener algunas lecturas realizadas, ya fuera de escritores marxistas o ensayistas revolucionarios. “Ahora, sin embargo -dirá Girauta-, basta con decir ‘soy de izquierda’ o detesto a tal político… Ser progre nunca ha sido tan barato como hoy”.

Se decía al principio que Girauta ha dotado de significado a su apellido, como veleta, y que ha llegado a Ciudadanos por decantación. En realidad, no solo él; quizá el auge de Ciudadanos, su conexión con una buena parte del electorado español, se debe también a los cientos de miles de personas que, como Girauta, han ido recorriendo el panorama político y han acabado en Ciudadanos porque han descrito un recorrido similar. El mismo partido se definía hace unos años en su página web como “partido liberal progresista socialdemócrata que ocupa el espacio de centroizquierda”. Cuando comenzaron a llegarle oleadas de votantes de derechas, la definición desapareció de la página y se han quedado en la estética naranja, de reminiscencias de UCD, con la que han logrado sus mayores éxitos.

Girauta interpreta "Mediterráneo" durante un mitin en Madrid

En definitiva, que el partido se ha decantado siguiendo la experiencia de Juan Carlos Girauta, un tipo polivalente por naturaleza. Abogado, periodista, escritor y político. Y músico. En su etapa roja, formó parte de un grupo de rock sinfónico que se llamaba “Astrolabio”, y en esta campaña electoral del 26-J ha vuelto a coger la guitarra para subirse al escenario de un mitin. Girauta cantaba y Albert Rivera lo observaba justo detrás. Seguro que en algún momento antes, entre bastidores, Girauta, como director de campaña, le había dicho: “Mira, Albert, tienes que aprender del 'rey', de Felipe González. Te falta teatralidad para ser un gran líder. Observa…” Y Girauta empezó a cantar ‘Mediterráneo’ con su guitarra. Versión libre con letra atropellada

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Se diría que Girauta llegó a Ciudadanos por decantación intelectual y ahí se ha quedado, feliz de haber encontrado su casa ideológica al cabo de muchos tumbos por todo el catálogo político. Girauta parece darle contenido a su apellido, como una veleta, como una Giraldilla, que se ha movido allí donde la empujaban los vientos de la historia de un hombre nacido en 1961 y que ha vivido, por tanto, el final del franquismo y todas las etapas de esta democracia nuestra, desde la Transición hasta aquella mayoría absoluta de Aznar en el año 2000, pasando obviamente por la arrolladora victoria de Felipe González en 1982.

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