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Cuídate, tenemos un virus
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Javier Caraballo

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Cuídate, tenemos un virus

El Estado Islámico ha sembrado un virus letal en todo el mundo. Fue hace tan solo dos años, sobre los rescoldos incandescentes de la nefasta guerra de Irak, cuando declararon la creación del Califato

Foto: Una bandera del Estado Islámico apoyada en una motocicleta en Palmira, Siria. (Reuters)
Una bandera del Estado Islámico apoyada en una motocicleta en Palmira, Siria. (Reuters)

Cuídate, tenemos un virus y tienes que saberlo. Eso es lo primero que se aconseja, lo primordial. Preventivo, lo llaman en la medicina y en la guerra, y es curioso que esa sea una de las pocas palabras que incluye en su definición la guerra y la enfermedad, cuando ni la una ni la otra se pueden prevenir cuando se nos vienen encima. Por eso, se trata, al menos, de saber que el peligro acecha y que tú estás entre los que pueden resultar afectados. Han inyectado el nuevo siglo con un virus de odio, de muerte, y las aceras se han contaminado.

Es una peste nueva que nos ha sorprendido cuando pensábamos que todo estaba resuelto, que éramos felices y que podríamos vivir el siglo XXI de la era del hombre que era el siglo de la globalización, de la tecnología, de los grandes avances. Una mañana aparecieron muertos en las aceras y ya no hay día en el que los periódicos no traigan noticias de cadáveres nuevos. Decía Albert Camus en ‘La Peste’ que “todas las desgracias del hombre provienen de no hablar claro”. Por eso, ahora, ante esta nueva peste, debes saberlo: El Estado Islámico ha sembrado un virus letal en todo el mundo.

Fue hace tan solo dos años, sobre los rescoldos incandescentes de la nefasta guerra de Irak, cuando declararon la creación del Califato, sin calcular entonces, ni siquiera ellos mismos, que su arma más mortífera sería este virus que han acabado inoculando en toda la sociedad, en todo el mundo. Un tipo que no debe llegar todavía años cincuenta años, llamado Abu Baker Al Baghdadi se proclamó califa de un nuevo imperio islámico que habría de dominar el mundo, como había ocurrido tantos siglos antes.

Foto: El propietario de Córdoba TV preocupa a las Fuerzas de Seguridad.

Dicen los historiadores árabes que parecía imposible que, en el islam contemporáneo, nadie pudiera rescatar el título de califa y proclamarse sucesor de Mahoma, pero lo hizo Al Baghdadi porque sus objetivos trascendían y superaban todo lo conocido. Los más terribles grupos terroristas de entonces, como el temido Al Qaeda de Osama Bin Laden, se vieron desbordados por una ambición mayor, mortífera y universal como los tiempos, la promesa de recrear el califato de Bagdad. “¡Conquistaremos Roma!”, decía uno de sus dirigentes en los vídeos que hacen y difunden. “Volveremos a Al Andalus!”, han proclamado en multitud de ocasiones.

Comenzaron ganando y sometiendo territorios a partir “una guerra de conquista contra los enemigos cercanos, las élites corruptas y oligárquicas que gobernaban en Siria e Irak: los chiíes”, como escribió Loretta Napoleoni, una de las primeras en describir el peligro que acechaba. Reclutaban ‘combatientes’ en todos los países y los instruían para organizar atentados en las principales ciudades.

Muy pronto dominaron las redes sociales con vídeos de los más brutales asesinatos, grabados a cámara lenta, para recrearse en el siniestro objetivo de aterrorizar a un planeta entero. Globalizaron el terror; entendieron que la globalización había cambiado todos los esquemas de la guerra conocida y había desbaratado, a su vez, todos los mecanismos de defensa contra el terrorismo. Idearon una guerra nueva, mundial, global, en la que la onda expansiva de un solo atentado en una calle de una pequeña ciudad desconocida de algún lugar de Europa podría atemorizar a todo el mundo sembrándolo de miedo, incertidumbre e inseguridad. Ya no hacían falta ni comandos terroristas, ni terroristas adiestrados, ni ‘lobos solitarios’ porque el virus del mal, que es el virus del califato, se había extendido. Ya no hacían falta grandes ciudades. Ese es el atentado de Ansbach.

El Estado Islámico es, ante todo y a estas alturas, una ideología deformada del islam que ha conseguido propagarse por todos los rincones y conseguir adeptos allí donde haya una mente deformada que busque sus quince minutos de gloria en el terror. Las terribles ideas del Estado Islámico “viajan por el mundo en cuestión de segundos y se asientan en las mentes y los corazones de mucha gente, con independencia de su edad o su situación económica, pues buena parte de ese lavado de cerebro se efectúa con los libros, los sermones y los vídeos que circulan en la red", sostiene el historiador sirio Sami Moubayed, autor del libro 'Bajo la bandera del terror'.

Esa es la verdadera naturaleza de la amenaza a la que nos enfrentamos y, por ser un fenómeno nuevo y por haberse instalado en el mundo durante la mayor crisis internacional, económica y política, que hemos conocido quienes vivimos en esta generación, mantiene a toda la clase dirigente abatida entre la incredulidad, el desconcierto y la impotencia.

Muy pronto los yihadistas dominaron las redes con vídeos de los más brutales asesinatos, grabados a cámara lenta, para recrearse en su siniestro objetivo

Un solo vídeo reciente del Parlamento Europeo demuestra la desproporción de fuerzas con la que nos enfrentarnos al terror del Estado Islámico, entre otras cosas porque ningún virus se consigue extinguir sólo con bombas. De ese vídeo, ‘La UE frente al terrorismo’, sólo es posible compartir plenamente sus primeras líneas: “El objetivo del Estado Islámico y de sus redes terroristas es matar al mayor número de personas posible”.

Cuídate, tenemos un virus. Y lo primero de todo es conocerlo. No seas estúpido, que ya lo hemos sentido otras veces, aunque nada sea igual en este tiempo que nos ha tocado vivir. Acuérdate de ‘La Peste’ porque esta es una peste nueva, la que trae consigo este nuevo siglo en el que soñamos con una España próspera, una Europa unida, un mundo globalizado. Han aparecido muertos en las aceras y debes saber que todo esto va a durar.

Acuérdate de Camus: “Cuando estalla una guerra, las gentes se dicen: ‘Esto no puede durar, es demasiado estúpido’. Y sin duda una guerra es evidentemente demasiado estúpida, pero eso no impide que dure. La estupidez insiste siempre, uno se daría cuenta de ello si uno no pensara siempre en sí mismo. Nuestros conciudadanos, a este respecto, eran como todo el mundo; pensaban en ellos mismos; dicho de otro modo, eran humanidad: no creían en las plagas. La plaga no está hecha a la medida del hombre, por lo tanto el hombre se dice que la plaga es irreal, es un mal sueño que tiene que pasar”.

Cuídate, tenemos un virus y tienes que saberlo. Eso es lo primero que se aconseja, lo primordial. Preventivo, lo llaman en la medicina y en la guerra, y es curioso que esa sea una de las pocas palabras que incluye en su definición la guerra y la enfermedad, cuando ni la una ni la otra se pueden prevenir cuando se nos vienen encima. Por eso, se trata, al menos, de saber que el peligro acecha y que tú estás entre los que pueden resultar afectados. Han inyectado el nuevo siglo con un virus de odio, de muerte, y las aceras se han contaminado.

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