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Las cartas ocultas de Susana Díaz
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Javier Caraballo

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Las cartas ocultas de Susana Díaz

Lo único que sabemos de ella son las vaguedades que fue cosiendo, una tras otra, en el comité director del PSOE de Andalucía que la bañó en ovaciones el pasado jueves

Foto: La secretaria general del PSOE-A, Susana Díaz, junto al secretario de organización, Juan Cornejo, en la reunión del comité director de su partido en Sevilla. (EFE)
La secretaria general del PSOE-A, Susana Díaz, junto al secretario de organización, Juan Cornejo, en la reunión del comité director de su partido en Sevilla. (EFE)

La debilidad de Susana Díaz está en ella misma, por mucho que aparente lo contrario. Porque la opacidad en política es un arma que puede convertir a un dirigente en un eficaz estratega que sabe manejar la discreción o en un charlatán que solo oculta inseguridad y vacío intelectual. Es cuestión de tiempo: el paso de los días va convirtiendo la discreción en secretismo, luego en ambigüedad y finalmente en frustración y desencanto. Y Susana Díaz lleva amagando desde la dimisión de Alfredo Pérez Rubalcaba, en mayo de 2014. “Si no quieres que se sepa, no lo hagas”, dice un proverbio chino, y esa es la cuestión: en el PSOE no saben qué quiere Susana y por qué lo oculta. La presidenta andaluza ha llevado al PSOE al punto de ruptura en el que se encuentra sin que haya resuelto las principales dudas y los principales retos a los que se enfrenta el Partido Socialista.

Lo único que sabemos de ella son las vaguedades que fue cosiendo, una tras otra, en el comité director del PSOE de Andalucía que la bañó en ovaciones el pasado jueves. De ahí la debilidad: Susana Díaz está socavando su propio prestigio porque se extiende la sensación de que no quiere desvelar realmente qué piensa; porque prefiere mantener su imagen de eterna expectativa, de gran esperanza socialista. Pero eso no se puede sostener eternamente. Ese tiempo ya pasó.

Por obvio que parezca, en dos años todavía no ha dicho Susana Díaz si quiere liderar el PSOE en España. Lo dicen todos en el partido, pero ella no

Y es este sábado, en el comité federal más importante que ha celebrado el PSOE en democracia, porque se juega su propia supervivencia, cuando Susana Díaz tiene que contestar a las preguntas más inmediatas. El gran debate que necesita el PSOE, el gran debate de la izquierda, se ve superado en estos momentos por lo urgente, por lo inmediato. De ahí estas tres preguntas elementales, las cartas que oculta Susana Díaz y que debe poner sobre la mesa para que la partida pueda continuar.

¿Está Susana Díaz dispuesta a liderar el PSOE?

Por obvio que parezca, en dos años todavía no ha dicho Susana Díaz si que quiere liderar el PSOE en España. Lo dicen todos, pero ella no. Desde sus grandes padrinos en el partido, Felipe González o Zapatero, a la amplia legión de cuadros en el PSOE que se alinean con ella, pasando por su bien tramada red de medios de comunicación. Lo han convertido en un runrún constante, pero ella nunca lo ha dicho, acaso porque no se resiste a dejar aquello que sí tiene asegurado, que es el poder de la Junta de Andalucía. Es más, en el momento crítico en el que se encuentra el Partido Socialista, sigue sin decirlo. No solo eso: al igual que ocurrió hace dos años, otra vez está lanzando por delante el nombre de un dirigente afín para que dirija el partido hasta que ella se decida a dar el salto, al igual que hizo en su día con Pedro Sánchez.

En esta ocasión, el nombre que ya ha empezado a hacer circular es el del presidente de Asturias, Javier Fernández, como hipotético presidente de una gestora. Pero mantener a un partido como el PSOE en situación de interinidad en los años claves, decisivos, que está viviendo la política en España es una enorme irresponsabilidad. Hace solo un año que Susana Díaz ganó las elecciones en Andalucía y en la actualidad la comunidad, a decir de la oposición y los agentes sociales, ofrece señales de evidente parálisis. Tampoco en Andalucía, por respeto a sus votantes y a sus gobernados, se puede mantener esta interinidad de expectativas eternas.

¿Qué debe hacer el PSOE en esta legislatura?

Se decía antes que el debate global que necesita el PSOE, y acaso toda la izquierda, sobre su propia identidad y las respuestas progresistas a los problemas actuales, se ve superado en estos momentos por la urgencia de la situación política en España. Hagamos abstracción de la posibilidad de que el PSOE forme gobierno con otras fuerzas de izquierda y centrémonos en la cuestión fundamental: ¿debe facilitar el PSOE que gobierne el Partido Popular porque ha ganado las elecciones? La estrategia que el actual secretario general del PSOE ha llevado hasta la caricatura, el ‘no es no’, es una posición posible, criticable o no, pero que conlleva una apuesta política: son preferibles unas terceras elecciones a una legislatura en la que el Partido Socialista sea rehén político del Gobierno que ha facilitado con su abstención.

Otros dirigentes del PSOE, como Felipe González o Fernández Vara, sostienen lo contrario: que el Partido Socialista debe facilitar el Gobierno de Mariano Rajoy y, a continuación, controlarlo desde la oposición. Es una cuestión esencial y Susana Díaz jamás ha dicho cómo se debe resolver, a su juicio, esa grave coyuntura. Y quien quiera aspirar a liderar el PSOE tiene que ser muy claro y diáfano en esa cuestión fundamental. Sin embargo, una vez más, lo que trasciende es que lo que pretende Susana Díaz es trasladarle la responsabilidad a una gestora, que sea ese órgano transitorio quien cargue con el desgaste de facilitar el Gobierno de Rajoy, mientras que ella permanece en la ambigüedad.

¿Si no hay gestora en el PSOE, cuál es su plan B?

Lo que se conoce, y se ha constatado en esta semana convulsa, es que el plan del heterogéneo sector crítico que supuestamente lidera Susana Díaz consistía en dinamitar con las dimisiones la ejecutiva federal para que fuera una gestora la que dirigiera el partido hasta la primavera de 2017. Pero eso no ha le salido bien. La ejecutiva federal, con los estatutos en la mano y la razón jurídica de su parte de acuerdo con la literalidad de la normativa interna, han descartado la gestora y han puesto en marcha el proceso establecido reglamentariamente: un comité federal que convoque un congreso.

Si no había plan B, como se sospecha, a Susana Díaz solo le quedará una opción, presentarse a las primarias frente a Pedro Sánchez para la secretaría

Como el secretario general no presentó la dimisión, ni el resto de componentes de la ejecutiva federal que permanecen en sus puestos, el sector de Susana Díaz pasó a una segunda fase, la más arriesgada de todas, la desobediencia a la ejecutiva federal, a la que ya no reconocen como legítima. Es aquello que dijo una de las enviadas de Susana Díaz, la secretaria general del PSOE sevillano: “La autoridad soy yo”.

Sin embargo, esa posición, de mantenerse, lo que provoca es que sitúa a los críticos al margen de la disciplina del PSOE, con las consiguientes consecuencias sancionadoras que se desprenderían. Es más, siguiendo la lógica expresada de que la ejecutiva federal de Pedro Sánchez ya no tiene autoridad en el PSOE, lo normal hubiera sido que los críticos no asistieran al comité federal que ha convocado por el secretario general al que se ha dejado de reconocer como tal.

Pero no ha sido así, quizá porque los críticos son conscientes de que están a un solo paso de colocarse fuera del PSOE y reclamar sus derechos en los tribunales. ¿Qué hará Susana Díaz si en el comité federal gana la ejecutiva federal? ¿Había un plan B si fracasaba la gestora? Si no había plan B, como se sospecha, a Susana Díaz solo le quedará una opción, presentarse a las primarias frente a Pedro Sánchez para la secretaría general del partido. Si no lo hace, será solo porque renuncia definitivamente a liderar el PSOE o porque habrá decidido disputar el partido en los tribunales.

La debilidad de Susana Díaz está en ella misma, por mucho que aparente lo contrario. Porque la opacidad en política es un arma que puede convertir a un dirigente en un eficaz estratega que sabe manejar la discreción o en un charlatán que solo oculta inseguridad y vacío intelectual. Es cuestión de tiempo: el paso de los días va convirtiendo la discreción en secretismo, luego en ambigüedad y finalmente en frustración y desencanto. Y Susana Díaz lleva amagando desde la dimisión de Alfredo Pérez Rubalcaba, en mayo de 2014. “Si no quieres que se sepa, no lo hagas”, dice un proverbio chino, y esa es la cuestión: en el PSOE no saben qué quiere Susana y por qué lo oculta. La presidenta andaluza ha llevado al PSOE al punto de ruptura en el que se encuentra sin que haya resuelto las principales dudas y los principales retos a los que se enfrenta el Partido Socialista.

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