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Susana Díaz, en tres fases
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Javier Caraballo

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Susana Díaz, en tres fases

En Andalucía, donde la conocen bien, algunos periodistas le tienen diseñado un perfil certero, divertido y cruel

Foto: La presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz. (Ilustración: Raúl Arias)
La presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz. (Ilustración: Raúl Arias)

Acoso, derribo, asfixia y aclamación. Esos son los tiempos, pero como, en realidad, la primera etapa irrumpió de golpe, acoso y derribo, las fases se limitan a tres. Son las tres fases de Susana Díaz para alcanzar el poder en el PSOE, para arrinconar y hundir a la oposición interna, para recuperar el prestigio perdido como líder política y para lograr la secretaría general por aclamación. Tres fases como el tridente de Júpiter, con respeto absoluto al más mágico de los números desde la antigüedad; tres fases para subirse al pedestal de mármol simbólico del Partido Socialista y proclamar desde allí arriba con el tono de Escarlata O’Hara: “Aquí estoy yo, soy de la casta de los fontaneros, y juro por dios que voy a devolverle al PSOE toda su grandeza”.

De esas tres fases, la única que se ha consumido completamente ha sido la de acoso y derribo de Pedro Sánchez como secretario general. Quizá con el tiempo se conozca con más detalle la hilvanada maniobra de Susana Díaz en los días previos al ‘octubre negro’ del Partido Socialista, que no será la conspiración antidemocrática de poderes fácticos que denunció Pedro Sánchez en su aparición televisiva, tras ser defenestrado, pero sí una cuidada estrategia de alianzas diversas. La mejor prueba de ello es que Susana Díaz se ha convertido en un caso único en la democracia española: la única líder del Partido Socialista que encuentra defensores más acérrimos entre la derecha que entre la izquierda. Una mujer que siempre lleva por delante, en cada conversación, como si fuera una advertencia, eso de que “yo soy muy de izquierdas”, es la invitada ideal en las mesas de la derecha. Curioso.

Díaz es un caso único en la democracia española: la única líder del PSOE que encuentra defensores más acérrimos entre la derecha que entre la izquierda

Si eso sucede así, es por el éxito previo de su hilvanada estrategia de acoso y derribo, porque ha logrado convencer a todos de que Pedro Sánchez era un peligro para la democracia española; que lo suyo no era ambición personal sino sacrificio por un bien mayor, la estabilidad en España antes de que pudiera caer en manos de radicales e independentistas. Nadie encontrará una sola declaración de Pedro Sánchez a favor de la independencia de ninguna comunidad o de un ‘Gobierno griego’ en España, pero eso ya no le sirve de nada porque ha perdido ese crédito. En los secretos de sobremesa, cuando surge el tema, siempre habrá alguien que conoce y desvela los detalles de una reunión de Pedro Sánchez en un hotel en que se gestó esa alianza radical. Susana Díaz propagó esa información y, gracias a ella, ese peligro se conjuró. Por eso, porque se acepta esa tesis, está tan bien considerada en la derecha. Existe otra razón, pero no viene al caso: la división de la izquierda, partida en dos, es la garantía del Partido Popular de mantener el Gobierno durante un largo periodo. De ahí, las bromas y el ‘buen rollo’ del presidente Rajoy con Pablo Iglesias en cada sesión de control del Congreso.

La segunda fase es la de la asfixia. Y en esa estamos. Lo que tiene demostrado Susana Díaz es que es una mujer que se conoce al dedillo el aparato del partido después de una vida consagrada a unas siglas, escalando desde lo más bajo, sin otro sueldo o cargo que los que provenían del partido o de las instituciones. En la batalla con Pedro Sánchez, la presidenta andaluza tenía enfrente a una cuña de su misma madera, el ex secretario de Organización César Luena, que, además, contaba con el poder de la ejecutiva federal, y por eso se presumía que podría salir derrotada. Pero no: se lo merendó en una semana. Si en torno a Susana Díaz ya existía una aureola de mujer implacable dentro del PSOE, con el derribo de todo un secretario general, su leyenda se agranda.

Foto: La presidenta andaluza, Susana Díaz, el pasado 22 de noviembre en un desayuno informativo en Sevilla. (EFE)

En Andalucía, donde la conocen bien, algunos periodistas le tienen diseñado un perfil certero, divertido y cruel. Esta podría ser una síntesis biográfica: “Susana Díaz de Vivar, es la Venus orgánica, el aparato hecho hembra” (Antonio Cambril), su ideología es el “peronismo rociero”, doctrina fundamental del ‘Susanato’, denominación de su etapa en la Junta de Andalucía (Carlos Mármol), aunque en el partido, con reverencias y fidelidades de papisa roja, se la debe llamar “Su Susanísima, la implacable 'killer' de Triana” (Teodoro León Gross).

En esta fase de asfixia en la que se encuentra, todos sus poderes, todos sus abalorios, los va a exhibir de forma sistemática para ahogar en el desencanto a Pedro Sánchez. De hecho, así lo reconocen ya algunos de los propios fieles del ex secretario general: “Estamos convencidos de que la militancia está en la actualidad mayoritariamente a favor de Pedro, pero la duda es si va a soportar la tensión. Y, sobre todo, si él quiere aguantarlo”. Es decir, que en su entorno se admite ya que acabará tirando la toalla; es lo que espera Susana Díaz.

Foto: La presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, en Londres el pasado 7 de noviembre. (EFE) Opinión

La tercera y última fase será la aclamación. Si en dos meses, Susana Díaz ha logrado derribar al secretario general, volcar el voto del PSOE para hacer presidente a Mariano Rajoy y volver como un calcetín el apoyo de alguno de los barones regionales más leales a Pedro Sánchez, nadie puede dudar de que dentro de seis meses, en junio o julio, su poder se habrá consolidado tanto que las primarias se verán por todos como un proceso inoportuno, innecesario e inconveniente, porque puede devolver al PSOE la etapa de inestabilidad y confrontación que ha superado. Susana no tendrá ni que cambiar de discurso, le bastará con repetir lo que ya dice: “Nuestra obligación con España es ofrecerle un partido unido y cohesionado, no poner sobre la mesa cuestiones que dividan”. El único problema es que las primarias están reguladas estatutariamente en el PSOE, pero también esa obligatoriedad se puede sortear, disimular, aceptando una primarias en las que los propios contendientes acaben desistiendo cuando los aparatos provinciales, cohesionados, apretados, engrasados, vuelquen todo su poder orgánico en la recogida de avales a favor de Susana Díaz.

Ya ocurrió así cuando se presentó a la secretaría general del PSOE andaluz, que no llegaron a celebrarse, ‘detalle’ que no impide que la presidenta andaluza afirme con frecuencia que ella ya venció en unas elecciones primarias. Si logra ese ambiente de unanimidad, todo lo demás serán detalles insignificantes, como la compatibilidad, hasta ahora impensable, de la secretaría general del PSOE con la presidencia de un Gobierno autonómico o el inconveniente, que hasta ahora se veía como algo insuperable, de ejercer de líder de la oposición sin estar en el Congreso de los Diputados. Cuando llegue la aclamación, nada de eso contará, porque Susana Díaz, como ya está haciendo, compensará ese déficit con el Gobierno andaluz volcado en la confrontación con el de Rajoy y el despliegue institucional que le permite el cargo de presidenta de Andalucía. Ya lo ha dicho otro socialista a la espera, como ella, el presidente del Grupo Socialistas y Demócratas del Parlamento Europeo, Gianni Pittella: “Les presento una gran presidenta, una gran líder y una mujer fuerte, tenaz, combativa y fuertemente europeísta: Susana Díaz”.

Acoso, derribo, asfixia y aclamación. Esos son los tiempos, pero como, en realidad, la primera etapa irrumpió de golpe, acoso y derribo, las fases se limitan a tres. Son las tres fases de Susana Díaz para alcanzar el poder en el PSOE, para arrinconar y hundir a la oposición interna, para recuperar el prestigio perdido como líder política y para lograr la secretaría general por aclamación. Tres fases como el tridente de Júpiter, con respeto absoluto al más mágico de los números desde la antigüedad; tres fases para subirse al pedestal de mármol simbólico del Partido Socialista y proclamar desde allí arriba con el tono de Escarlata O’Hara: “Aquí estoy yo, soy de la casta de los fontaneros, y juro por dios que voy a devolverle al PSOE toda su grandeza”.

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