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Susana Díaz, la gran apuesta
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Javier Caraballo

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Susana Díaz, la gran apuesta

Nadie, en el pasado, se ha presentado a una secretaría general con tantos avales y nadie, paradójicamente, tiene más incierto su futuro. En realidad, todos lo que anhelan es el triunfo de nuevo

Foto: Anuncio oficial de la candidatura de Susana Díaz a las primarias para liderar el PSOE. (EFE)
Anuncio oficial de la candidatura de Susana Díaz a las primarias para liderar el PSOE. (EFE)

La gran apuesta de Susana Díaz consiste en que ni ella, tan programadora, tan controladora, sabe qué va a suceder. A ver, Susana Díaz todo lo tiene programado y controlado, pero los tiempos que corren son tan convulsos que nada le sirve como referencia estable para un análisis. De hecho, en estas elecciones primarias del PSOE que, ahora sí, han comenzado tras el mitin histórico que ha ofrecido la líder andaluza en Madrid, la única variable que lo distorsiona todo es la importancia real que tiene el partido, el aparato, en la voluntad de los votantes socialistas. La gran apuesta de Susana Díaz es haberlo consagrado todo a la historia del PSOE, al apoyo de todos sus dirigentes del pasado, porque lo que dicta la memoria es que, con esos apoyos unánimes, nadie fracasa. Pero ¿alguien puede asegurarlo en este momento? La gran apuesta de Susana Díaz puede parecerse a la película de igual nombre, la que retrata los años previos al crac financiero de 2007. En esa peli se cita al principio una frase de Mark Twain que define bien el momento y, sobre todo, el riesgo que corre Susana Díaz. Dice así: “Lo que nos crea problemas no es lo que no sabemos, es lo que sabemos con certeza y no es así”.

La certeza que tiene Susana Díaz, y los que la acompañan en su aventura, es que el problema principal del PSOE es que se ha desnaturalizado y que ya no ofrece a la ciudadanía los valores poderosos que hicieron que Felipe González arrasara en 1982 con una oleada de votos ilusionados o la que convirtió a Rodríguez Zapatero en presidente de España durante siete años, un milagro interno tras la poderosa etapa del ‘cambio’ en la que Alfonso Guerra proclamó aquello de que tras el gobierno socialista a España no la iba a conocer “ni la madre que la parió”.

En su primer gran mitin como candidata a la secretaría general del PSOE, presentó una demostración abrumadora de su poder interno

La certeza de Susana Díaz es que con la invocación del pasado, este puede volver. Y por eso, en su primer gran mitin como candidata a la secretaría general del PSOE, presentó ante la militancia socialista una demostración abrumadora de su poder interno. La grandeza de la foto se podía medir con las navajas que tenía clavadas en la espalda cada uno de los que se sentaban en la primera fila del mitin de Susana Díaz. Felipe González apuñaló varias veces a Alfonso Guerra después de prometerle fidelidad eterna: “dos por el precio de uno”, como dijo en el Congreso de los Diputados para unir su salida con la dimisión de Alfonso por el escándalo de su hermano Juan Guerra. A Matilde Fernández, exministra rescatada de la jubilación por Susana Díaz, la dejó tirada en un congreso su dilecto Alfonso Guerra para hacer secretario general a Zapatero, en el que nadie creía, solo para joder a José Bono, que era el candidato de Felipe González y del aparato del PSOE. Carme Chacón salió llorando en una rueda de prensa porque Rubalcaba, con el apoyo de los poderes fácticos del PSOE, amenazaba con desestabilizar el Gobierno de Zapatero si ella seguía adelante con sus propósitos de liderazgo: “Se pone en riesgo la unidad del partido, la imagen del presidente del Gobierno e incluso la estabilidad del Gobierno: eso me ha hecho reconsiderar mi propuesta”, dijo entonces, mayo de 2011, y aquello sonó a golpe de Estado con sordina. A Eduardo Madina lo apoyó Rubalcaba para joder a Susana Díaz en las primarias a la secretaría general del PSOE de julio de 2014, y la líder andaluza, para abortar esa operación, decidió apoyar a Pedro Sánchez. ¿Seguimos?

Lo extraordinario del mitin de presentación de Susana Díaz es que todos esos muertos resucitaron, con sus puñales en la espalda, y se sentaron en la primera fila para aplaudir a Susana Díaz, como si nada hubiera pasado entre ellos, con las navajas fosilizadas e incorporadas al currículo. Nadie, en el pasado, se ha presentado a una secretaría general con tantos avales y nadie, paradójicamente, tiene más incierto su futuro. Es verdad que lo uno tiene que ver con lo otro, porque si no fuera tan incierto el futuro no se producirían esas alianzas. Pero eso no le resta trascendencia al acontecimiento, a la comunión de historia socialista que ha concitado en su entorno Susana Díaz. Eso no se discute, la cuestión está en intentar adivinar qué importancia real tiene esa fotografía en este momento, qué trascendencia real tiene entre los militantes del PSOE de la actualidad. Todos añoran el pasado, es cierto, pero en realidad lo que anhelan es el triunfo de nuevo, que no es exactamente lo mismo. Podemos establecer, sin temor a equivocarnos, que la fuga de cinco millones de votos del PSOE se ha producido por la izquierda, hacia Podemos. Pero ¿cómo se vuelve a los triunfos del pasado? ¿Cuántos de los votantes prófugos estarían dispuestos a volver a votar al PSOE al ver la fotografía en la que se sientan juntos Felipe González y Alfonso Guerra, Zapatero y José Bono, Rubalcaba y Carme Chacón?

Los pies de barro de la gran apuesta de Susana Díaz es que, como en la película del mismo nombre, los problemas reales de su candidatura provengan de todo aquello que da por cierto, por seguro, y resulta que no es así. Su gran apuesta ha sido la exhibición del aparato del PSOE como, quizá, nunca se había visto. Queda por saber si los militantes socialistas le conceden una gran importancia a esa foto o si, por el contrario, como está sucediendo en varios países de nuestro entorno, el único valor en alza es aquel que se muestra alejado de los aparatos de los partidos. ¿Y si resulta que la exhibición de aparato es contraproducente en unas primarias del PSOE? Veremos… De momento, y no es por fastidiar la fiesta, lo único que resulta inquietante es que JP Morgan, protagonista de dos cracs financieros, el de 1929 y el de 2007, se haya pronunciado a favor de Susana Díaz.

La gran apuesta de Susana Díaz consiste en que ni ella, tan programadora, tan controladora, sabe qué va a suceder. A ver, Susana Díaz todo lo tiene programado y controlado, pero los tiempos que corren son tan convulsos que nada le sirve como referencia estable para un análisis. De hecho, en estas elecciones primarias del PSOE que, ahora sí, han comenzado tras el mitin histórico que ha ofrecido la líder andaluza en Madrid, la única variable que lo distorsiona todo es la importancia real que tiene el partido, el aparato, en la voluntad de los votantes socialistas. La gran apuesta de Susana Díaz es haberlo consagrado todo a la historia del PSOE, al apoyo de todos sus dirigentes del pasado, porque lo que dicta la memoria es que, con esos apoyos unánimes, nadie fracasa. Pero ¿alguien puede asegurarlo en este momento? La gran apuesta de Susana Díaz puede parecerse a la película de igual nombre, la que retrata los años previos al crac financiero de 2007. En esa peli se cita al principio una frase de Mark Twain que define bien el momento y, sobre todo, el riesgo que corre Susana Díaz. Dice así: “Lo que nos crea problemas no es lo que no sabemos, es lo que sabemos con certeza y no es así”.

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