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Al PP no le cabe ni un imputado más
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Javier Caraballo

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Al PP no le cabe ni un imputado más

Todos los que tienen intereses en contra del Partido Popular han comenzado a agitar las estructuras para ver si pueden precipitar que ese edificio se desmorone de una vez

Foto: La presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes. (EFE)
La presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes. (EFE)

Al Partido Popular ya no le cabe ni un imputado más. El colapso de las estructuras se intuye tras cada nuevo sobresalto, como esas iglesias góticas mal calculadas que comienzan a llenarse de grietas hasta que un día se desploma la bóveda y todo se viene abajo. Y como ese fenómeno se percibe, como ya todo el mundo sabe de la debilidad extrema del Partido Popular pese a su fortaleza electoral, todos los que tienen intereses en su contra han comenzado a agitar las estructuras para ver si pueden precipitar que ese edificio se desmorone de una vez.

Fiscales cabreados con el Gobierno que comienzan a filtrar sumarios secretos, medios de comunicación y periodistas dependientes que difunden intoxicaciones, cuerpos policiales descontrolados y manipulados, políticos sin escrúpulos que se suman y jalean el acoso, ciudadanos crédulos a los que les molesta que cualquier matiz pueda estropearles su sentencia anticipada… Así que, es verdad, al Partido Popular ya no le cabe ni un imputado más, pero a este país, a España, a su Estado de derecho, tampoco le cabe ya ni un exceso más.

Desde que comenzaron las investigaciones del caso Gürtel han pasado ya 10 años en los que, de una forma continuada, los escándalos no han dejado de acosar al Partido Popular. Es curioso este paralelismo exacto de la corrupción del Partido Popular con la crisis económica, porque los dos se inician en 2007 y, desde entonces, en multitud de ocasiones se ha pronosticado el final de ambas y al poco tiempo han llegado nuevos datos, nuevas revelaciones, que lo han desmentido.

Foto: El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, en el Congreso. (EFE) Opinión

Solo con un dirigente tan peculiar como Mariano Rajoy puede comprenderse que no haya acabado ya achicharrado. Será, con toda probabilidad, por esa exasperante táctica suya de dejar que el tiempo vaya pudriendo los problemas. Como dijo el otro día, se trata de “saber decir que sí, saber decir que no, mirar hacia otro lado cuando hay que hacerlo y tener fortaleza en las circunstancias difíciles”. Entre esto último de “mirar para otro lado” y lo de hace unos años de “a veces la mejor decisión es no tomar ninguna decisión”, se va completando un ideario político novedoso que convierte en virtudes lo que tradicionalmente se han considerado vicios y defectos.

Pero aunque a Mariano Rajoy esa política pueda servirle para resistir y sobrevivir, gracias al descrédito general de la clase política española, la escalada de corrupción de su partido ya no resiste más. Esta semana lo hemos comprobado con Cifuentes y la sensación que se produjo, si llega a ser imputada, de que al Partido Popular no le cabe ni un imputado más.

Lo peor que le puede ocurrir a España es que esa debilidad del PP contamine a otras estructuras que son clave, como el poder judicial y los medios

Ocurre, sin embargo, que siendo así la situación de debilidad máxima del Partido Popular, lo peor que le puede ocurrir a España es que esa misma debilidad contamine a otras estructuras que son clave en un Estado de derecho, como el poder judicial y los medios de comunicación. Y todo porque algunos solo ven una posibilidad de prosperar o de medrar cuando se destapa un caso de corrupción. Bomberos que acuden a un incendio con gasolina en las mangueras. También esa es una situación de colapso.

Lo ocurrido el martes por la tarde en España lo deja bien claro. En poco más de tres horas se desató un ‘escándalo monumental’ a partir de la nada más absoluta. Los titulares inflados todavía deben mantenerse hoy en algunos medios de comunicación, y periodistas que se autodefinen de izquierdas, y que persisten en la intoxicación contra la presidenta de la Comunidad de Madrid: “Cifuentes, contra las cuerdas”, “Cifuentes, implicada en la financiación ilegal”. Sin reparo deontológico alguno, sin la vergüenza profesional que quizá nunca han conocido, se utiliza un informe de la Guardia Civil para sembrar la sospecha sobre alguien con la certeza de que, aunque nunca llegue al juzgado, acabará calando en sus parroquias de seguidores.

Y tienen razón, no hay más que repasar los cientos, o miles, de comentarios de lectores que han generado las noticias de Cristina Cifuentes para saber que para muchos ciudadanos los matices que le desmonten su condena previa suponen un odioso contratiempo.

Se usa un informe para sembrar la sospecha sobre alguien con la certeza de que, aunque nunca llegue al juzgado, acabará calando en sus seguidores

Y los políticos, claro, en la espuma de todo oleaje de esta naturaleza siempre habrá un político surfeando. O varios. Como Pablo Iglesias, este martes, cuando dijo aquello de que “Cristina Cifuentes es la nueva Esperanza Aguirre; en el PP hay pocos príncipes que no acaben convirtiéndose en ranas”. Decepcionante y vomitivo. Cuando hace un año escribí, aquí mismo, en defensa de Podemos, zarandeado por algunos informes falsos o manipulados de la policía, como aquel que se llamaba zafiamente ‘Pablo Iglesias Sociedad Anónima', me envió una carta personal uno de sus líderes, Juan Carlos Monedero, agradeciéndome “la honestidad de tu artículo y su advertencia de salud democrática; es lo de Martin Niemöller, ‘primero se llevaron a los judíos’...”.

No llegué a contestarle a Monedero aquella carta suya, que agradecí, pero lo hago ahora para exigirles a él y a su formación política la misma honestidad en defensa de la salud democrática de España. Una mentira cien veces repetida no puede justificar nunca una moción de censura, como la que pretende impulsar Podemos en la Comunidad de Madrid contra Cristina Cifuentes, aprovechando la filtración de un informe de la Guardia Civil, que no han considerado válido ni la Fiscalía y ni el juez del caso. Al Partido Popular no le cabe ni un imputado más, pero a la salud democrática de España tampoco le cabe ya ni una adulteración más.

Al Partido Popular ya no le cabe ni un imputado más. El colapso de las estructuras se intuye tras cada nuevo sobresalto, como esas iglesias góticas mal calculadas que comienzan a llenarse de grietas hasta que un día se desploma la bóveda y todo se viene abajo. Y como ese fenómeno se percibe, como ya todo el mundo sabe de la debilidad extrema del Partido Popular pese a su fortaleza electoral, todos los que tienen intereses en su contra han comenzado a agitar las estructuras para ver si pueden precipitar que ese edificio se desmorone de una vez.

Mariano Rajoy Cristina Cifuentes