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PSOE y Podemos, la alianza inevitable
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Javier Caraballo

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PSOE y Podemos, la alianza inevitable

Si piensa que lo mejor para España es un Gobierno de izquierdas, vaya pensando que en las circunstancias actuales eso solo será posible si ambos partidos logran ponerse de acuerdo

Foto: Fotografía de archivo de los líderes del PSOE, Pedro Sánchez (d), y de Podemos, Pablo Iglesias. (EFE)
Fotografía de archivo de los líderes del PSOE, Pedro Sánchez (d), y de Podemos, Pablo Iglesias. (EFE)

Que el Partido Socialista y Podemos están condenados a entenderse es una deducción tan banal como polémica; esa es la complejidad de la cosa. Cómo puede ser algo inevitable y repudiado. Se trata de una simple constatación de la realidad electoral de España y, sin embargo, parece que esa suma es la operación aritmética más compleja de cuantas puedan trazarse con los dígitos de cada grupo parlamentario de la actualidad.

Unos temen que el adversario los fagocite, otros piensan que si resisten, podrán engullir a los vecinos, hay quienes consideran que esa unión radicalizará a la izquierda española y, por último, están los que sostienen que solo se trata de esperar a que los ciudadanos, en las urnas, vuelvan a poner las cosas en su sitio. Lo que no existe, o casi no existe, es quien defienda la necesidad de que el Partido Socialista y Podemos tienen que acabar entendiéndose si quieren que la izquierda vuelva al poder en España, porque la mera enumeración de esa tesis acarrea, de golpe, todos los prejuicios anteriores.

Hasta el momento, ha sido el Partido Socialista quien ha afrontado con más incomodidad la relación con su vecino de la izquierda. En cierta forma, a los socialistas les está ocurriendo lo que, durante toda la primera parte de la Transición, le ocurría a Izquierda Unida en relación con los socialistas: durante años y años, no existía otro debate más trascendente que el de la cercanía o lejanía con el Partido Socialista. Por épocas, llegaban dirigentes que defendían el entendimiento, la 'casa común' de la izquierda, y por épocas ascendían con fuerza otros que imponían la mayor distancia, como Julio Anguita cuando proclamó aquello suyo tan definitorio, 'las dos orillas', socialistas y populares en la orilla derecha y los comunistas en la orilla izquierda.

Transcurridos los años, Izquierda Unida, donde siempre se ha recelado de los socialistas, sobre todo en las bases, ha encontrado su ‘casa común’ en Podemos y son los dirigentes del Partido Socialista los que se resisten a establecer una relación estable con el partido de Pablo Iglesias.

El PSOE siempre miraba de arriba abajo a IU, y eso ya no puede hacerlo con Podemos

Las reticencias socialistas hacia Podemos tienen un sustrato de lógica muy elemental: se trata de un terreno incómodo para el PSOE porque nunca ha vivido algo igual en esta democracia. Los socialistas no estaban acostumbrados a otra cosa que la hegemonía, y con la aparición abrupta e inesperada de Podemos ha surgido en la izquierda un partido político que casi lo ha igualado en votos en las últimas elecciones. Eso nunca había sucedido.

El PSOE siempre miraba de arriba abajo a Izquierda Unida, y eso ya no puede hacerlo con Podemos. El renacido secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, es quien mejor puede representar las dudas internas sobre la relación con Podemos. Empezó diciendo aquello (noviembre de 2014) de que no pensaba pactar “ni con populares ni con populistas” y terminó afirmando (octubre de 2016) que “el PSOE debe mirar de tú a tú y trabajar codo con codo con Podemos".

En Podemos, el debate interno sobre el acercamiento al PSOE es distinto, pero también ha ido cambiando al son de los acontecimientos. Podemos ha descrito el camino distinto porque comenzó con la certeza del sorpaso y se encuentra ahora con la incertidumbre del pinchazo. Ha sido tan fulgurante su ascenso, en dos años han pasado de las plazas a las instituciones, que no esperaban otra cosa que jubilar definitivamente al Partido Socialista en dos elecciones. Pero no solo no ha sido así, sino que antes de que Podemos pudiera desmontar a la ‘casta’, lo que ha ocurrido es que han comenzado a minarlo las intrigas y pugnas internas que caracterizaban a la repudiada casta.

Podemos ha pasado de la prepotencia al miedo. Ahora, ya no se piensa en sorpaso sino en la amenaza real que les supone un PSOE revitalizado

Para colmo, en el tiempo que Podemos ha perdido en disputas internas, las batallas de poder del PSOE no solo no lo han destruido sino que han revitalizado a su líder, Pedro Sánchez, como una referencia de la izquierda, pese a perder dos elecciones seguidas. La política, en fin, que siempre es imprevisible, jamás una ciencia exacta. Por eso ha pasado Podemos desde la prepotencia al miedo. Ahora, ya no se piensa en sorpaso sino en la amenaza real que les supone un Partido Socialista revitalizado en la izquierda tras las primarias que ganó Pedro Sánchez contra el aparato del PSOE, sus poderes mediáticos, sus intereses empresariales y sus referencias históricas. ¿Quién puede presumir en Podemos de ese currículo? Nadie, ese es su problema ahora para colgarse medallas ante el electorado de izquierdas. La ‘casta’ ya no se distingue.

En esas circunstancias, volvemos al planteamiento inicial. Si usted es un votante de izquierdas, si piensa que lo mejor para España es un Gobierno de izquierdas, vaya pensando que en las circunstancias actuales eso solo será posible si ambos partidos, que ahora se reparten a mitades iguales el 40% del electorado español de izquierda, logran ponerse de acuerdo. Es decir, que el Partido Socialista y Podemos están condenados a entenderse. Aunque antes, para que eso se produzca, el PSOE tiene que dejar su prepotencia acumulada tras tantos año de hegemonía y Podemos tiene que superar su parvulario de antisistema, ese ideario tan pegatinero como irracional que le hace defender a las dictaduras bolivarianas o a los independentistas. Si eso no ocurre, Rajoy y el Partido Popular se lo agradecerán.

Que el Partido Socialista y Podemos están condenados a entenderse es una deducción tan banal como polémica; esa es la complejidad de la cosa. Cómo puede ser algo inevitable y repudiado. Se trata de una simple constatación de la realidad electoral de España y, sin embargo, parece que esa suma es la operación aritmética más compleja de cuantas puedan trazarse con los dígitos de cada grupo parlamentario de la actualidad.