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Escuela de calor, la rebelión más pequeña de Andalucía
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Javier Caraballo

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Escuela de calor, la rebelión más pequeña de Andalucía

La nueva protesta en Andalucía está protagonizada por miles de niños que hace unos días se fueron al cole en bañador para exigir la instalación de aire acondicionado

Foto: Protesta en un colegio andaluz.
Protesta en un colegio andaluz.

La protesta es un virus contagioso en una democracia. Está comprobado. En Andalucía se puede demostrar con facilidad este aserto porque, de un tiempo a esta parte, la sociedad ha comenzado a actuar de una forma distinta, la naturaleza de las protestas ha cambiado y han cambiado, sobre todo, los protagonistas de esas protestas. Hasta ahora, en el panorama andaluz las únicas manifestaciones que se repetían eran las protestas de los trabajadores de los más variados sectores para exigir mejoras en sus condiciones salariales cuando se cercaba la negociación de algún convenio colectivo. O se convocaban huelgas y manifestaciones contra el cierre de alguna empresa, algo, por cierto, que también escasea en los últimos años, acaso porque ya se cerraron todas las empresas que tenían que cerrarse, ampliando aún mas el tradicional “desierto industrial” andaluz.

De ese tiempo de protestas laborales, Andalucía ha pasado a una nueva realidad de protestas sociales. Ese es el estallido que se detecta en Andalucía en los últimos tiempos y, por el efecto del virus contagioso del inconformismo, todo aquello que permanecía oculto sale a la luz ahora. Ya nadie quiere callarse un malestar por un servicio público deficiente, una denuncia por mala gestión o una reivindicación por unas mejoras que se prometieron y nunca llegaron. Con la educación y la sanidad, al frente, las oleadas han acabado llevándose por delante a medio Gobierno andaluz en la reciente crisis desplegada por Susana Díaz. El primero fue Spiriman, la mayor rebelión, y esta semana ha llegado la última protesta, la más pequeña, la protagonizada por miles de niños que hace unos días se fueron al cole en bañador en protesta por el calor de las escuelas. “Queremos aulas, no saunas”, van gritando, y el clamor, siguiendo el canon de las movilizaciones de esta era globalizada, se ha extendido por las redes sociales.

La 'Escuela de calor' es la protesta más pequeña, por la edad de sus protagonistas, y por la duración de la misma, porque en dos semanas ya se habrán terminado las clases y los colegios se quedarán desiertos. Pero el debate que se ha planteado, al margen de la extensión de las protestas en la Andalucía de Susana Díaz, no está exento de polémica en sí mismo. Fundamentalmente por una duda: ¿Es aconsejable poner aire acondicionado en los centros escolares? La propia pregunta podría parecer una bobada pero esa es, precisamente, la justificación que ha dado la, hasta hace unos días, consejera de Educación de la Junta de Andalucía, Adelaida de la Calle. A su juicio, el aire acondicionado “no es una solución” al calor en las aulas ya que “no es aconsejable” que en espacios con niños “existan este tipo de instalaciones”. De la Calle, además de remarcar que la administración “no está obligada” a poner aire acondicionado en los colegios, sostiene con un punto de contradicción implícita que “el aire acondicionado beneficia pero perjudica".

El oxímoron lo resuelve con la cita, sin documentar, de supuestas directivas europeas que desaconsejan el aire acondicionado en los espacios públicos dedicados a niños. Debe tenerse en cuenta, en cualquier caso, que esta mujer, Adelaida de la Calle, que fue un fichaje estrella de Susana Díaz para su Gobierno y que ha acabado estrellada, desbordada por la ‘marea verde’ de la educación, ha dejado tras su paso por la Junta de Andalucía un abanico de justificaciones peregrinas sobre las deficiencias de las educación en Andalucía: cuando la protesta era por la proliferación de caracolas en los colegios, la consejera protestó por la “denominación tan peyorativa” y pidió a todos que las llamaran mejor “aulas de fabricación rápida”. Genial.

Pero, a lo que íbamos: ¿Qué perjudica más a los niños, el aire acondicionado o las temperaturas por encima de los 35 grados, que ya se están registrando en Sevilla? A dos semanas de la llegada oficial del verano, la Agencia Estatal de Meteorología ya ha establecido la primera alerta amarilla en varias provincias andaluzas, por temperaturas que llegarán a los cuarenta grados y no bajarán de veinte por las noches. Circula por la red el vídeo de una clase en la que la profesora “riega” a los alumnos con un pulverizador de agua. “¡Señorita, riéganos! Que hace mucho calor…”, se oye decir a un alumno.

La consejera ha dejado tras su paso por la Junta un abanico de justificaciones peregrinas sobre las deficiencias de las educación en Andalucía

No es un montaje, según dicen, sino una realidad en muchos colegios. “¿Cómo que perjudica el aire acondicionado? Los colegios son los únicos organismos públicos no refrigerados. Nos preguntamos por qué ambulatorios, hospitales y oficinas de la consejería y la administración sí tienen aire y los colegios no”, afirman las asociaciones de padres. Existe, además, un Real Decreto, el 486/1997, de 14 de abril, por el que se establecen las disposiciones mínimas de seguridad y salud en los lugares de trabajo, en el que se determina, en el anexo tercero, que “la temperatura de los locales donde se realicen trabajos sedentarios propios de oficinas o similares estará comprendida entre 17 y 27 grados”.

Hay quien va diciendo estos días, con cierto desdén hacia la protesta escolar, que siempre ha hecho calor en Andalucía y que nunca se han quejado los estudiantes de los colegios. Ciertamente, es así, pero las necesidades van creciendo a la par que avanza la tecnología; tampoco había aire acondicionado en los edificios públicos hace cincuenta años, ni en los transportes, ni en las viviendas, y ahora resulta incomprensible, inaceptable. Además, lo más interesante de esta rebelión puede estar en el hecho mismo de la protesta como valor educativo. La calidad de una democracia se mide por la calidad de la sociedad.

En esto, el profesor José Antonio Marina, colaborador habitual de El Confidencial, seguro que tiene una opinión muy positiva de lo que sucede por el valor añadido de estas protestas en el espíritu crítico de los niños y su repercusión futura en lo que él denomina “inconsciente social”. “Si una sociedad no tiene sentido crítico, se le hará comulgar con ruedas de molino”, dice José Antonio Marina. Siguiendo esa lógica, habría que exportar como modelo educativo estas “escuelas de calor” que le han estallado a Susana Díaz antes incluso de que llegue el verano. Mira por dónde, el sistema educativo andaluz, tan vapuleado en cada informe PISA, iba a colocarse en vanguardia de la innovación mundial.

La protesta es un virus contagioso en una democracia. Está comprobado. En Andalucía se puede demostrar con facilidad este aserto porque, de un tiempo a esta parte, la sociedad ha comenzado a actuar de una forma distinta, la naturaleza de las protestas ha cambiado y han cambiado, sobre todo, los protagonistas de esas protestas. Hasta ahora, en el panorama andaluz las únicas manifestaciones que se repetían eran las protestas de los trabajadores de los más variados sectores para exigir mejoras en sus condiciones salariales cuando se cercaba la negociación de algún convenio colectivo. O se convocaban huelgas y manifestaciones contra el cierre de alguna empresa, algo, por cierto, que también escasea en los últimos años, acaso porque ya se cerraron todas las empresas que tenían que cerrarse, ampliando aún mas el tradicional “desierto industrial” andaluz.

Protesta social Susana Díaz Convenio colectivo Spiriman