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Cajas de Ahorro, mis inútiles de 2017
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Javier Caraballo

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Cajas de Ahorro, mis inútiles de 2017

Entre los inútiles que han desfilado por aquí se encuentran desde un presidente del Congreso a un par de ministros ampulosos y prescindibles, como Wert o Bernat

Foto: Una caja fuerte con telarañas en su interior, haciendo referencia a la Caja de Ahorros del Mediterráneo (EFE)
Una caja fuerte con telarañas en su interior, haciendo referencia a la Caja de Ahorros del Mediterráneo (EFE)

Cierre los ojos y colóquese mentalmente delante de la declaración de la Renta de este año. Imagine que en un extremo de la primera página hay un espacio en blanco a rellenar por usted: tiene que elegir al inútil público al que va a destinar todo el dinero que ha tenido que pagar durante el año. Es un desahogo, un ejercicio pacífico de rebelión que suelo practicar todos los años cuando llegan estas fechas. ¿Hay que pagarle a Hacienda? Por supuesto, religiosamente. ¿Es necesario que contribuyamos todos? Pues claro, pero para hacer carreteras, para mejorar los hospitales, para financiar un buen sistema educativo, para dignificar tanto sueldo público de miseria, como el los guardias civiles, o para impulsar la Justicia.

El problema llega cuando se tiene la sensación de que cada vez nos exprimen más, desde todos los frentes, impuestos locales, autonómicos y estatales, y resulta que el dinero que sale de nuestros bolsillos no se dedica a mejorar los servicios públicos sino que se pierde en financiar la buena vida de un inútil público. Pues ya que tengo que pagar de todas formas y ya que tengo la certeza de que no vamos a acabar con el despilfarro de las administraciones, al menos que nos dejen el consuelo de señalar directamente con el dedo a un tipo que cobra del dinero público sin hacer nada. ¿A cuántos conocemos así? Seguro que cada español conoce a alguien en su pueblo o en su ciudad que no le da un palo al agua que trabaja en el Ayuntamiento, en la Diputación, o que lo enchufaron en el Gobierno autonómico. ¿No sería justo que, por lo menos, tuviésemos el desahogo de señalarlo públicamente?

Al menos que nos dejen el consuelo de señalar con el dedo a un tipo que cobra del dinero público sin hacer nada. ¿A cuántos conocemos así?

Ayer mismo, me crucé por la calle con un amigo que parecía abatido. “¿Qué te ocurre?”, le pregunté. “Nada”, me dijo. “Es que vengo del Ayuntamiento”. Se fue a las nueve de la mañana al Ayuntamiento para pagar el impuesto por obra menor que le exigían por hacer una pequeña reforma en su casa, la mejora de un cuarto de baño o similar. Cuando llegó a la ventanilla correspondiente, leyó un cartel que decía que el servicio se abría al público a partir de las diez y media. Esperó pacientemente a que llegara la hora y, en efecto, a las diez y media se abrió la ventanilla. Fue entonces cuando la encargada del servicio se levantó de su silla, dio los buenos días, y les explicó a todos que era su hora de desayuno. De nuevo volvió a marcharse y no regresó hasta pasadas las once y cuarto de la mañana. ¡Y todo para, encima, tener que pagar cerca de dos mil euros por una obra menor! Que vuelva Larra, por favor, porque hay cosas que nunca cambiarán en España.

Entre los inútiles que han desfilado por aquí se encuentran desde un presidente del Congreso a un par de ministros ampulosos y prescindibles, comoWerto Bernat. Soria, pero este año la inutilidad tiene que ampliarse a todo un colectivo: los rectores de las cajas de ahorro que han dejado un agujero de 40.000 millones de euros que nunca se van a reponer. Los pagamos todos, cada familia española va a palmar por la nefasta gestión de las cajas de ahorro 2.200 euros. ¿Se dan cuenta del disparate? No ha habido en la España democrática una estafa mayor, más descarada e indignante que ésta. Porque igual que todo el mundo conoce a un tipo que vive del cuento en una administración pública, es posible que todos conozcamos a alguien que, gracias a que supo medrar en el partido, llegó al consejo de administración de una caja de ahorros.

¿Se dan cuenta del disparate? No ha habido en la España democrática una estafa mayor, más descarada e indignante que ésta

Con dificultad hacían la ‘o’ con un canuto, pero todo fue sentarse en los sillones de aquel consejo, junto a políticos de otros partidos y representantes de los sindicatos, para que les cambiara el semblante; hasta caminaban con un aire distinguido, como de banquero o de bróker. La gestión nefasta de las cajas de ahorro españolas tenía un precio, y lo que sabemos ya es que todo ese dinero despilfarrado ni se va a recuperar nunca ni nadie va a acabar en la cárcel pagar por esa administración desleal con lo público. Hay algunos procedimientos judiciales abiertos contra ex consejeros de cajas de ahorro, pero por la rapiña descarada en la entidad, como las ‘tarjetas black’ o los sobresueldos en Caixa Catalunya, pero de los 40.000 millones que vamos a tener que pagar a escote no responderá nadie. Sólo en el triángulo formado por Catalunya Banc, la Caja de Ahorros del Mediterráneo (CAM) y Bankia, se han perdido más de 30.000 millones de euros. El triángulo de corrupción que se describe entre Barcelona, Madrid y Valencia tiene su correspondiente simetría en el despilfarro de las cajas de ahorro. Curioso paralelismo.

Las cajas de ahorro nacieron, a partir de los Montes de Piedad que eran entidades benéficas, como entidades de crédito pegadas al terreno y volcadas en una importante labor social. “Así comenzó el proceso crediticio de las Cajas de Ahorros con una triple proyección: ámbito geográfico muy reducido, tipos de interés pequeños y enorme seguridad para quienes depositasen en estas instituciones su dinero”, explica el profesor Juan Velarde en un artículo sobre su origen. También recuerda Velarde que las dos primeras cajas de ahorro se constituyeron en Madrid y en Andalucía. “Como en aquellos momentos el peso de la economía andaluza, en parte a causa de la exportación de vino, era muy importante, no puede extrañar que la primera Caja de Ahorros se constituyese en Jerez de la Frontera, en 1834, por impulso del Conde de Villacreces. Pronto, sobre todo por la influencia de Mesonero Romanos y la decisión del Marqués de Pontejos, se crea, por Real Decreto el 25 de octubre de 1838, la Caja de Ahorros de Madrid”.

Foto: El presidente de Bankia, Jose Ignacio Goirigolzarri, en la junta de accionistas del pasado mes de marzo. (EFE) Opinión
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Es muy curioso que la primera caja de ahorros en la que estalló un escándalo político fuera, precisamente, la Caja de Ahorros de Jerez, cuando a mediados de los 80 se descubrió que el PSOE, recién llegado al poder, pedía créditos para financiarse que luego no pagaba, y que el último gran escándalo de corrupción ligado a las cajas de ahorro haya sido, precisamente, en Caja Madrid, por el desfalco capitaneado por los gestores del Partido Popular. ¿Hace falta más? Pues eso, por lo menos, el desahogo: Inútiles de las cajas de ahorro, cuánto dinero nos habéis costado…

Cierre los ojos y colóquese mentalmente delante de la declaración de la Renta de este año. Imagine que en un extremo de la primera página hay un espacio en blanco a rellenar por usted: tiene que elegir al inútil público al que va a destinar todo el dinero que ha tenido que pagar durante el año. Es un desahogo, un ejercicio pacífico de rebelión que suelo practicar todos los años cuando llegan estas fechas. ¿Hay que pagarle a Hacienda? Por supuesto, religiosamente. ¿Es necesario que contribuyamos todos? Pues claro, pero para hacer carreteras, para mejorar los hospitales, para financiar un buen sistema educativo, para dignificar tanto sueldo público de miseria, como el los guardias civiles, o para impulsar la Justicia.

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