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La carta que no quise abrir
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Galo Mateos

Mensajes de Narnia

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La carta que no quise abrir

-         Es una carta del trabajo, ¿no la vas a abrir? -         Me la dieron al salir, no corre prisa.

-         Es una carta del trabajo, ¿no la vas a abrir?

-         Me la dieron al salir, no corre prisa.

-         No será… ¿sabes ya lo que pone entonces, no?

-         Creo que dice… que se han enterado de que mañana es nuestro aniversario y quieren felicitarnos.

Se abrazaron. Tal vez otras 10.000 familias recibirían, como cada viernes desde hace años, la trágica carta… “Estimado colaborador, las circunstancias que…”. Pero cómo es posible, cariño, no puede ser, me cago en... Una profunda música lejana evocaba una de esas canciones que las parejas hacen propia: “En todo momento, en cualquier lugar… tú serás siempre la razón de mi vida”.

A su espalda, las imágenes mudas de un telediario en el que líderes pletóricos de ilusión se quitaban la palabra enfatizando los distintos logros de sus mandatos y las promesas de prosperidad en sus campañas.

Sobre el respaldo de una silla, una chaqueta y una corbata, que amenazaban con no volver a ser útiles por algún tiempo.

Difícil conciliar el sueño aquella noche. El Confidencial, en grandes titulares azules, anunciaba en su edición de última hora una rectificación por parte del FMI al PIB anticipado, crecimiento negativo, menudo eufemismo. Intentó escribir un comentario y no pudo. Conectó una selección de Spotify a sus auriculares y comenzó a teclear cuidadosamente:

“Mi querida Lili,

Lo siento, lo siento de veras, no puedo imaginar que algo así pueda pasarnos a nosotros, pero estate tranquila, seguro que pronto encontraremos una solución, probablemente mejor.

Ignoro qué  ha podido llevarnos a este punto. Leo los periódicos todos los días y me desespero tratando de entender cómo nadie fue capaz de alertar acerca de esto. Cómo habiendo expertos y gobernantes de primera fila, hemos podido caer de esta manera. Renuncio a entenderlo antes de volverme loco o de pegar fuego a algo equivocado.

Lo peor, es que parece que esta situación pueda prolongarse, y que no esté al alcance de ningún gobierno restaurar la situación. Que su voluntad de contener el gasto y de hacer renuncias políticas que abaraten nuestra existencia, falsas o ciertas, no será suficiente. Que los objetivos políticos y financieros del planeta, han desbordado el sentido común y la prudencia más elemental.

: Lo peor, es que parece que esta situación pueda prolongarse, y que no esté al alcance de ningún gobierno restaurar la situación. Que su voluntad de contener el gasto y de hacer renuncias políticas que abaraten nuestra existencia, falsas o ciertas, no será suficiente

Mañana quiero dar un largo paseo contigo por la ciudad, quiero mezclarme con la gente, quiero imaginar que no recibí esta carta, que podemos comprarnos algo por nuestro merecido aniversario, aunque sea un pequeño detalle. Quiero pasear por parques donde haya niños gritando, sentarme contigo en una de esas terrazas soleadas llenas de gente aparentemente sin problemas.

Y después, quiero que hablemos de nuestro futuro. Hoy más que nunca creo que quiero tener una familia contigo como hemos hablado. No tenemos nada pero lo más importante quizá sea esto que sentimos y nuestra voluntad de superar cuántas dificultades  vengan. 

El lunes regresaré a la empresa a ver qué puedo hacer. Pero mañana debe ser un gran día para nosotros, necesito que sea el mejor de nuestra vida. Te quiero”.

Una mano acarició su hombro mientras pulsaba la tecla de envío.

– Vamos a dormir, venga, no te tortures.

Tal vez las lágrimas que siguieron a aquel gesto, fueran la más exquisita muestra de compasión, ternura y coraje que se hubiesen expresado hasta entonces (“En todo momento, en cualquier lugar, tú serás siempre la razón de mi vida”). Aquella noche un nuevo ser les fue servido con la urgencia pedida.

El fin de semana transcurrió como habían previsto, sin separarse un milímetro.

Años más tarde Lili ya había tenido descendencia y la familia sobrevivía con las lógicas dificultades de cualquier otra, pero muy felices. Él, contaba orgulloso, había conseguido en aquellos momentos críticos negociar su continuidad ampliando funciones. Iban a celebrar un aniversario más esa noche, y mientras el llegaba, Lili encontró por casualidad en un cajón el sobre aquel, aún sin abrir. No comprendía nada. La habría olvidado aquel trágico lunes del que luego vino exultante… podríamos tener trabajo y familia. Alarmada,  lo abrió, extendió con lentitud la vieja carta y pudo leer lo que constituía aquel secreto tan bien guardado: “Estimado colaborador, nos complace facilitarle los datos de sus retenciones…”

P.D.: La moraleja del cuento de Narnia, parece obvia.  No esperemos que nadie solucione nuestro porvenir  o trace nuestros proyectos. Contemplando a este u otro gobierno, estamos perdiendo un tiempo maravilloso para aplicar la pasión y el coraje, con el que nuestras vidas valen la pena y cobran sentido.

-         Es una carta del trabajo, ¿no la vas a abrir?