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Galo Mateos

Mensajes de Narnia

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Es el momento de aclarar de qué lado estamos

La mayoría de la gente con la que podemos hablar en las grandes ciudades, así como los participantes en los foros de Internet, expresan ideas claras

La mayoría de la gente con la que podemos hablar en las grandes ciudades, así como los participantes en los foros de Internet, expresan ideas claras a favor de un cambio político y la necesidad de buscar alternativas a los fundamentos y formas del ejercicio de poder actual. Pero extrañamente luego, no sabemos dónde se meten el día de las elecciones, porque no encontramos en las urnas el reflejo en votos de ese estado de opinión, que tan generalizado nos parece.

Una explicación de esa anomalía electoral, sería afirmar que, aunque numeroso, se trata de un grupo marginal de no más de 5 millones entre abstencionistas activos y votantes sepultados por la regla d´Hondt. Cifra irrelevante casi frente a la masiva intención voto captada por los grandes medios de comunicación guerracivilistas y la correspondiente a los círculos clientelares, que los partidos han ido acumulando en estos treinta años de arbitrariedad y corrupción planificada.

Bien analizado, diríamos que el poder hoy en España, es una conjunción de fuerzas económicas y políticas, que han ido perfeccionando su prevalencia en nuestra sociedad durante los últimos 30 años en detrimento de las aspiraciones de la población, con el resultado catastrófico final, de un país desunido, desanimado y arruinado. Fuerzas cuyo alcance numérico representa hasta el 90% de algunas urnas regionales, debido a una pertinaz política de compra de votos, que genera un endeudamiento moral y económico insuperable. Configuremos una sociedad nueva por el mismo sendero que estos ineptos torcieron, retoquemos lo que nuestra constitución necesite sin maniobras, gobernémonos sin pactos en la sombra, volvamos a vivir confiando los unos en los otros, enterrando los prejuicios y destruyendo cuantas fronteras físicas e intelectuales hayamos elevado

Fuerzas gestionadas por una casta depredadora capaz de manejar a su entera voluntad un voto histórico que supera los 12 millones de papeletas, y un voto ‘comprado’ no inferior a los 10 millones, si consideramos cuatro votos por los 2,5 millones de familias agraciadas con las prebendas del partido. Solo así se entiende que ante la mayor crisis vivida por la empresa privada desde que el mundo es capitalista, entes como la Generalidad de Cataluña incorporase en los últimos cinco años, 42.000 nuevos empleados públicos y luego reclamase el dinero para pagarlos. Esta, entre otras muchas anécdotas de esa antología del disparate en que se ha convertido la repentina delegación de poder en un país hasta entonces pobre y férreamente administrado.

El Presupuesto del 2013 presentado por el Gobierno, insiste de nuevo en la misma configuración municipal y autonómica, como si nada pasase. El mal consiste en asignar poderes de contratación de personal, gasto e inversiones, a miles de personas, que no demostraron capacitación profesional ni suficiente probidad para tal delegación. La vía utilizada de forzar esa capacitación por un límite presupuestario, sin establecer criterios, es tan ingenua como falsa. Si no se tocan los renglones, con el mismo personal, necesidades de funcionamiento y firmas, el resultado va a ser siempre el mismo: déficit mayor de lo previsto y posteriores ampliaciones arbitrarias sobre lo pactado para que no quiebren. Y que nadie piense que alguien va a sancionar a los de su propio partido por hacerlo mal cuando ni siquiera lo hacen por robar.

Estos grandes partidos estatales y nacionalistas, morirán por no reconocer el desmesurado gasto de la administración y las corruptelas que conlleva su modelo de poder, con esa confusión permanente entre la caja del partido y la del Estado. Zp murió políticamente de un ladrillazo que todo el mundo vio venir menos él. Y Rajoy, morirá políticamente electrocutado al intentar prolongar los enchufes que le sujetan al sillón. Porque de su electrizante capacidad para atacar los problemas, no será. Todo el mundo vio el problema de sobredimensión de las administraciones menos el. Y de eso merece morir políticamente, televisado por esa inmensidad de irrenunciables cadenas a su servicio. Que el cielo les colme de bendiciones y les conceda una larga vida, pero tan lejos de la política y del dinero como sea posible. A poco que el poder judicial actúe y la población se de cuenta de que ellos y su casta, son el origen de su malestar y empobrecimiento, perderán todo el patrimonio electoral acumulado. Han vivido treinta años de ese cuento y todo tiene límite, cada día que pasa es uno menos que les queda por disfrutarlo.

Pero al otro lado de las mentiras oficiales y de la corrupción consentida, hay vida. Una vida que nuestros hijos y nietos merecen y por la que debemos empezar a luchar, lejos de este modelo incapaz e indecente. Los que puedan trabajar desde dentro de esos grandes partidos por la regeneración, serán bienvenidos. Y los que nos alistamos a trabajar desde fuera, empujando nuevos partidos, percutiendo con cada escaño que logremos sobre esa roca que se desmorona, estaremos siempre en su apoyo. Porque este país, afortunadamente, no es su casta política. Este país es, de largo, mejor de lo que nuestra postración final indica. Acabemos con los complejos, con quienes nos mantienen en ellos para evitar que por una vez creamos en nosotros mismos y nos rebelemos.

Militemos en todos estos nuevos partidos, no tomemos en cuenta lo que nos separa de ellos, acaban de nacer, sino lo que políticamente nos pueda unir. Unas corrientes tan importantes y necesarias para transformar la vida de un país, que puede volver a ser tan grande por dentro como quieran sus gentes de bien. Impongamos la ley de los buenos, la supremacía de la ética y del talento. Configuremos una sociedad nueva por el mismo sendero que estos ineptos torcieron, retoquemos lo que nuestra constitución necesite sin maniobras, gobernémonos sin pactos en la sombra, volvamos a vivir confiando los unos en los otros, enterrando los prejuicios y destruyendo cuantas fronteras físicas e intelectuales hayamos elevado. 

Una sociedad con derecho a rebelarse, coaccionada hasta sentir vergüenza de llamar a su país por su nombre y probablemente el único al que se le puede quemar en público la bandera o silbar el himno. Necesitamos aclarar todas estas confusiones cuanto antes, porque no podemos seguir viviendo de rodillas y, aún peor, sin esperanza.

La mayoría de la gente con la que podemos hablar en las grandes ciudades, así como los participantes en los foros de Internet, expresan ideas claras a favor de un cambio político y la necesidad de buscar alternativas a los fundamentos y formas del ejercicio de poder actual. Pero extrañamente luego, no sabemos dónde se meten el día de las elecciones, porque no encontramos en las urnas el reflejo en votos de ese estado de opinión, que tan generalizado nos parece.