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De Guindos aprende de Roosevelt: la solvencia es lo importante
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Carlos Sánchez

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De Guindos aprende de Roosevelt: la solvencia es lo importante

En el acervo bancario hay una fecha marcada a fuego. El 6 de marzo de 1933, el recién elegido presidente, Franklin D. Roosevelt, ordenó el cierre

En el acervo bancario hay una fecha marcada a fuego. El 6 de marzo de 1933, el recién elegido presidente, Franklin D. Roosevelt, ordenó el cierre de todos los bancos de EEUU durante una semana para hacer frente a una crisis de confianza. Pasado ese tiempo, sólo deberían abrir los bancos solventes capaces de asumir sus obligaciones. Lo que ocurrió es ya historia, pero pone de relieve cómo a veces la economía real y la financiera caminan en dirección opuesta. Más de 5.000 bancos no pudieron abrir sus puertas al público.

Desde luego eso no va a pasar con la reforma financiera que han ideado De Guindos y su equipo, pero lo que está claro es que un requerimiento de 50.000 millones de euros es mucho dinero para un sector en reconversión (ya ha provisionado 66.000 millones en los últimos tres años) que no sólo tiene que enfrentarse a sus fantasmas internos (sobrevaloración de sus activos inmobiliarios); sino que, además, debe trabajar con un horizonte endiablado. La recesión de 2012 y el escaso crecimiento de 2013 (en el mejor de los casos) reducirá la demanda solvente de crédito y aumentará la morosidad. Como les gusta decir a los banqueros, no sólo hay un problema de oferta, también de baja calidad de la demanda en coherencia con un país que este año perderá otro medio millón de puestos de trabajo. Pero también de solvencia y de calidad de los activos, añadiría De Guindos.

Así las cosas, la reforma planteada por Economía va en la buena dirección. Y es muy muy probable que no hubiera sido necesario tanto dinero (el 5% del PIB) si el anterior Gobierno y el Banco de España hubieran actuado con mayor diligencia. No lo hicieron y ahora la banca tiene que hacer en un año -o dos si hay por medio un proceso de fusión- lo que no se hizo desde que Lehman puso punto y final a sus centenarias operaciones. Tiempo perdido.

La historia bancaria ha demostrado que cuando las entidades están inmersas en un proceso de concentración, su capacidad operativa se resiente, y eso es lo que ha sucedido con las cajas de ahorros en los últimos años

La reforma, en todo caso, no tiene nada de balsámica. Al contrario. El impacto inicial va a suponer una contracción todavía mayor del crédito, toda vez que al tener que aumentar sus provisiones, la banca tenderá a ser más selectiva para no tener que hacer nuevas provisiones. Pero sobre todo, frenará su eficacia el hecho de que algunas entidades van a iniciar procesos de fusión, y sorber y hablar al mismo tiempo hoy por hoy se antoja tarea imposible.

La historia bancaria ha demostrado que cuando las entidades están inmersas en un proceso de concentración, su capacidad operativa se resiente, y eso es lo que ha sucedido con las cajas de ahorros en los últimos años, más preocupadas por sus cuitas internas que por dar créditos. Sin duda, por responsabilidad de las autoridades económicas, que debieron envíar a más de una al Fondo de Garantía de Depósitos para su desguace y posterior venta. Sin componendas políticas.

La parte positiva es que el mapa bancario tenderá a aclararse retirando de la circulación a entidades ineficientes. O ‘zombis’, como se prefiera, como ayer apuntó de forma atinada Francisco González. Este es, en realidad, el punto caliente de la reforma: el Gobierno quiere impulsar una nueva tanda de fusiones para que las entidades ganen tamaño y puedan acudir a los mercados mayoristas para financiarse. El tiempo dirá si el proceso acaba por crear un oligopolio financiero con pocos jugadores y escasa competencia.

En todo caso, no lo va a tener fácil el Gobierno, toda vez que la digestión del ‘ladrillo’ (323.000 millones de euros) continúa siendo muy pesada. Además, con un factor añadido. La banca se ha convertido en la primera inmobiliaria del país, y tenderá a dar créditos sólo a los clientes que compren sus pisos, lo que en realidad merma la competencia. Al final, los precios los fijará el que vende (el banco) y también quien presta el dinero para comprar el inmueble (también el banco), y eso, sin duda, reduce la velocidad de salida de los pisos al mercado. Sólo por eso va en la buena dirección penalizar a las entidades financieras por tener 'ladrillo' en su balance. Aunque cueste dinero a Hacienda por menores ingresos en el Impuesto de Sociedades al reducirse drásticamente los beneficios bancarios (y los dividendos).

La virtud de la reforma, en cualquier caso, también tiene que ver con el hecho de que al menos por el momento no le vaya a costar dinero el contribuyente de forma expresa. La mitad de los 50.000 millones de euros saldrán de los beneficios de la banca, lo que sin duda dejará tiritando a muchas entidades y las obligará a fusionarse. Al final del proceso se verá si ese dinero es suficiente. El problema de la banca no es sólo el pasado ladrillero, sino también el futuro macroeconómico, y éste, todavía no está escrito.

Luis de Guindos