Es noticia
La Pasionaria argentina y su cachorro marxista
  1. España
  2. Mientras Tanto
Carlos Sánchez

Mientras Tanto

Por

La Pasionaria argentina y su cachorro marxista

Se llama Axel Kicillof. Nació en 1971 y se presenta en público como “el presente y el futuro” de la Argentina. No es un cualquiera ni

Kicillof  manda gracias a su solvencia intelectual. Aunque también a su capacidad para estar siempre en la sombra, incluso cuando daba órdenes en Aerolíneas Argentinas. El ministro Soria todavía recuerda una reunión con su colega de Economía, Hernán Lorenzino, en la que éste miraba de soslayo a su lugarteniente para pedir su aprobación o medir su respuesta gestual a la conversación. Kicillof se había colocado en su segundo plano en la reunión, pero su mirada no dejaba lugar a dudas sobre quién mandaba.

Nunca se pone corbata y conserva intacto su aspecto de estudiante rebelde forjado en caóticas asambleas de la UBA. Y lo que es todavía más importante. Es el autor intelectual -estamos ante uno de los economistas más sólidos de su generación- de un proceso político de indudable calado que devuelve a la Argentina al centro del debate internacional. Pero no por sus aportaciones a la ciencia económica, sino por recuperar la figura de la ‘expropiación forzosa’ para hacer política. Sin duda, una estrategia suicida en mundo globalizado, pero útil a efectos de consumo interno de la política.

Kicillof no es ni un desarrapado ni un radical de medio pelo que esgrime argumentos trasnochados. Es, sin duda, el líder más carismático de La Cámpora, una agrupación juvenil alentada y financiada por Néstor Kirschner y ahora presidida por su hijo Máximo, que le ha situado en el centro del poder. Y el ‘caso Repsol’ es, en este sentido, sólo el movimiento táctico de una pieza en el tablero argentino

Es polemista y ha descalificado en público a quienes han escrito que es hijo de un psicoanalista y nieto de un rabino originario de Odessa. Incluso ha negado que sea marxista. Él, simplemente, reivindica de la figura de Keynes desde un ángulo radical.  ‘Son los fantasmas de la derecha’, ha dicho. Al tiempo que ha dejado bien claro que ‘ese desparpajo de las clases dominantes se está acabando’.

Argumentos trasnochados

Kicillof no es, desde luego, un desarrapado o un radical de medio pelo que esgrime argumentos trasnochados. Es, sin duda, el líder más carismático de La Cámpora, una agrupación juvenil alentada y financiada por Néstor Kirschner y ahora presidida por su hijo Máximo, que le ha situado en el centro del poder. Y el ‘caso Repsol’ es, en este sentido, sólo el movimiento táctico de una pieza en el tablero argentino.

Si se consuma el asalto a la petrolera hispano-argentina, vendrán detrás otras multinacionales en aras de recuperar ese concepto manido hasta la extenuación como es la ‘soberanía nacional’. Y que en Argentina tuvo sus primeros episodios en los años 30 del siglo pasado, cuando comenzaron a operar los cambios que culminarían con la llegada al poder del general Perón una década más tarde.

De las nuevas corrientes políticas surgidas en ese periodo, el nacionalismo se convirtió en el discurso predominante a través de una publicación seminal: La Argentina y el imperio británico: Los eslabones de una cadena, de los hermanos Irazusta.

De aquel nacionalismo de primera hora surgió una corriente populista favorable a la nacionalización de la incipiente industria petrolífera.  Y fue Yrigoyen, un nacionalista moderado, quien puso en 1922 en manos de un general con dotes de mando la dirección general de Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF). Aunque no en régimen de monopolio, como hizo en España el general Primo de Rivera.

La experiencia anterior había sido nefasta. Pese a que ya en 1907 se habían descubierto ricos yacimientos en la Patagonia, el país seguía importando crudo de EEUU y México a través de la Standard Oil, poco interesada en aumentar la producción de hidrocarburos autóctonos. Como no podía ser de otra manera, la opinión pública bonaerense desplegó toda su hostilidad contra el capital extranjero, en particular contra la petrolera de los Rockefeller, fiel aliada de una oligarquía corrupta y decadente. Aunque su delito, sobre todo, era ser estadounidense, porque mientras tanto, y por la puerta de atrás, quien hacía negocios era la británica Royal Dutch Shell.

Imperialismo económico

El antinorteamericanismo no procedía sólo de las clases medias o del Partido Radical, sino también de los ricos hacendados que tenían que pagar elevadas cantidades por materias primas que estaban en su propio país. O de los exportadores de las pampas y de los partidos conservadores, hartos de tanto imperialismo económico.

Cámbiense las palabras Standard Oil por Repsol y EEUU por España, y se entenderá mucho mejor lo que le espera a las inversiones españolas en Argentina si prospera el asalto a Repsol. De ahí la importancia de lo que está en juego. El nacionalismo económico ha vuelto a prender en la región, y aunque lo más fácil sea echar la culpa a CFK y aledaños ideológicos, lo cierto es que la diplomacia española debe estar lista para que no le birlen a Repsol las joyas de su corona.

Cámbiense las palabras Standard Oil por Repsol y EEUU por España, y se entenderá mejor lo que le espera a las inversiones españolas en Argentina si prospera el asalto a Repsol. El nacionalismo económico ha vuelto a prender en la región, y aunque lo más fácil sea echar la culpa a CFK y aledaños ideológicos, lo cierto es que la diplomacia española debe estar lista para que no le birlen a Repsol las joyas de su corona. Pero sin sobreactuar, como los malos actores

El estar listos no significa, sin embargo, sobreactuar ante la opinión pública como ha hecho el ministro Soria, que como un mal actor ha querido aprovechar sus cinco minutos de gloria para lanzar una soflama tan desproporcionada como patética. Los intereses de España son los de España, y no los de una empresa privada, por muy grande que sea, aunque se llame Repsol. Esa respuesta excesiva  -sobre todo cuando 400 grandes empresas operan el país- sólo ayuda a dar argumentos a quienes hablan de neocolonialismo español en el cono sur.

Es evidente, sin embargo, que España tiene que actuar, pero ofreciendo soluciones y no problemas. Y en este sentido, parece razonable pensar que la única salida posible, como ha dicho la senadora Eugenia Estenssoro, hija de un antiguo presidente de YPF, es provocar un nuevo equilibrio de fuerzas en el consejo de la petrolera. Aumentando el peso del Estado argentino a costa de la participación de la familia Eskenazi, quien increíblemente adquirió su participación en la petrolera con un préstamo de la propia Repsol.

Este reequilibrio accionarial necesariamente obligaría a Repsol a pactar tanto su política de dividendos como de inversiones, y de esta manera se apagaría un incendio que ninguna de las dos partes debe alentar. La presencia de personajes como Kicillof en la partida da a entender que no se trata de un grupo de aventureros, sino de políticos bien formados con una estrategia definida.

Una salida no pactada -algo que desde luego no es fácil con un Gobierno populista y demagogo como el de CFK- perjudicaría a los dos países, pero sobre todo al resto de empresas españolas que operan en la región.

Los vientos del nacionalismo económico no han dejado de soplar, y es mejor peinarlos con cordura que con palabras gruesas que sólo enfangan el terreno.

Precisamente, el escenario en el que mejor se desenvuelven gobiernos como los de Cristina Fernández, que ya sólo puede acudir a los sentimientos nacionales para hacer política económica. Al fin y al cabo, lo que importa a los argentinos no es de quién es la petrolera, sino que el tanque esté lleno al mejor precio posible.

Noticias de Argentina