Es noticia
Lo que pasa cuando los compañeros de pupitre se hacen gobernadores
  1. España
  2. Mientras Tanto
Carlos Sánchez

Mientras Tanto

Por

Lo que pasa cuando los compañeros de pupitre se hacen gobernadores

Hace pocos meses, en una reunión en petit comité, el gobernador sostenía con rotundidad que él nunca dimitiría antes de tiempo. Y lo justificaba con un

Hace pocos meses, en una reunión en petit comité, el gobernador sostenía con rotundidad que él nunca dimitiría antes de tiempo. Y lo justificaba con un argumento sólido: razones institucionales. Ha hecho justo lo contrario.

No es cuestión de credibilidad, pero parece poco presentable que el regulador -nacido en teoría para ser independiente del Gobierno-  se marche por su evidente enfrentamiento con el ministro de Economía, con quien ni siquiera ha hablado con fluidez en los momentos más delicados de la banca española desde hace 30 años.

Un mes puede parecer poco tiempo, pero dándole la vuelta al argumento se podría pensar hasta qué punto se ha envenado la situación que ni siquiera el gobernador ha podido aguantar 30 días más en el cargo para dar, al menos, apariencia de responsabilidad institucional.

El ‘caso Mafo’, en todo caso, y al margen de su evidente torpeza a la hora de resolver los problemas del sistema financiero, pone de relieve las carencias institucionales de un país como España, que ha confundido de forma palmaria el papel del gobernador con el del Banco de España. Probablemente por los errores del propio Mafo.

Existe un riesgo evidente. El que Rajoy -que al fin y al cabo es quien lo va a decidir y no Guindos o Montoro- tire de compañeros de pupitre o de economistas muy mediáticos pero con escaso bagaje intelectual. O lo que es todavía peor, con poca independencia de criterio frente al presidente del Gobierno. Ya se sabe lo que ocurrió con otros compis de colegio (Blesa o Villalonga)

Tanto el Consejo Ejecutivo del banco central como el Consejo de Gobierno de la entidad conocían desde hacía muchos meses -por boca de la inspección- la verdadera situación de Bankia, cuyo balance era pura filfa. Pero en lugar de poner todos los mecanismos para resolver la situación, se hizo lo más fácil: esconder la cabeza debajo del ala. Y eso explica el ensanchamiento del agujero.

No es sólo el caso de Bankia. Fernández Ordóñez siempre ha presumido en privado de que España fuera uno de los países de la Unión Europea que menos ha gastado en salvar su sistema financiero. Argumentaba que era posible el saneamiento sin poner apenas dinero público. Pero en realidad se estaba engañando a sí mismo para dar apariencia de solvencia y, de paso, salvar al Gobierno. Solbes, de hecho, lo hizo gobernador (en esto le ganó la mano a Sebastián) para tener al Banco de España atado y bien atado.

Doscientos años por la borda

Esa obsesión por no aumentar el déficit -mientras miraba para otro lado cuando Zapatero lo desbordaba en 2009 y 2010- explica lo sucedido. Al final, por no tomar medidas a tiempo, el desastre es mucho mayor. Y no sólo eso. Se ha llevado por delante la credibilidad del propio Banco de España, una institución cimentada durante más de 200 años que ahora vive sus momentos más lúgubres.

De ahí la importancia que tiene el nombramiento del futuro gobernador. Existe, sin embargo, un riesgo evidente. El que Rajoy -que al fin y al cabo es quien lo va a decidir y no Guindos o Montoro- tire de compañeros de pupitre o de economistas muy mediáticos pero con escaso bagaje intelectual. O lo que es todavía peor, con poca independencia de criterio frente al presidente del Gobierno. Ya se sabe lo que ocurrió con otros compis de colegio (Blesa o Villalonga).

Si algo ha demostrado esta crisis que la calidad de las instituciones –en este caso el Banco de  España- importa. Y mucho. Y lo mejor que puede hacer Rajoy es nombrar a alguien que le cante todas las mañanas las verdades del barquero. Algo que nunca hizo el gobernador Mafo, salvo en asuntos que no eran de su estricta incumbencia. Aunque desde luego no sólo él tiene la culpa de lo que ha pasado.

Hace pocos meses, en una reunión en petit comité, el gobernador sostenía con rotundidad que él nunca dimitiría antes de tiempo. Y lo justificaba con un argumento sólido: razones institucionales. Ha hecho justo lo contrario.