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Desengáñese, Pemán: ¡Europa está equivocada!
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Carlos Sánchez

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Desengáñese, Pemán: ¡Europa está equivocada!

Se cuenta que, en cierta ocasión, y durante una entrevista entre Franco y Pemán, el escritor gaditano aconsejó al dictador que España mirara más hacia Europa.

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Se cuenta que, en cierta ocasión, y durante una entrevista entre Franco y Pemán, el escritor gaditano aconsejó al dictador que España mirara más hacia Europa. Eran todavía los tiempos de la autarquía y el país estaba metido en una sima que sólo el Plan de Estabilización empezó a salvar. Pero Franco seguía empeñando en buscar una salida ‘nacional’ a los problemas, y fue entonces cuando le espetó al escritor favorito del régimen. ‘Desengáñese, Pemán; Europa está equivocada’.

No era desde, luego, una bravuconada. Años después -esta semana se cumple precisamente medio siglo de aquel encuentro- se produjo el célebre ‘contubernio de Munich’, aquella reunión en la que un grupo de ciudadanos comprometidos con su país reclamó, como Ortega, ‘más Europa’. Es de sobra conocida la respuesta del régimen: más represión y reivindicación de España como unidad de destino en lo universal, que decían los textos iniciáticos de la Falange.

Europa (y España) son hoy, desde luego, muy distintas. Pero hay un nexo que ensambla ambos periódicos históricos: la sensación en buena parte de la opinión pública de que los problemas interiores de España tienen que ver con decisiones venidas de fuera.

Ya es moneda corriente culpar a la Alemania de Merkel de los problemas españoles. Incluso se echa la culpa de la intensidad de la crisis al Banco Central Europeo por no comprar bonos. Se ha llegado a sugerir que, en realidad, lo que Alemania quiere es comerse el mercado europeo para imponer una nueva cultura de la austeridad. Una especie de revancha histórica por aquellas condiciones leoninas que le impusieron los vencedores de la Gran Guerra en el Tratado de Versalles, y que de forma magistral describió Keynes.

El pliego de descargos de Rato

Esta actitud esconde, en realidad, un vicio nacional que consiste en no asumir responsabilidades individuales. La culpa -y ahí está el pliego de descargos de Rodrigo Rato para demostrarlo- siempre la tiene otro: el banco, el Gobierno, los sindicatos, los empresarios o, incluso, la Iglesia, que ha impuesto desde hace siglos una doctrina moral incompatible con la responsabilidad individual de los actos públicos. Y no digamos los medios de comunicación, culpables de dar malas noticias.

La culpa -y ahí está el pliego de descargos de Rodrigo Rato para demostrarlo- siempre la tiene otro: el banco, el Gobierno, los sindicatos, los empresarios o, incluso, la Iglesia, que ha impuesto desde hace siglos una doctrina moral incompatible con la responsabilidad individual de los actos públicos. Y no digamos los medios de comunicación, culpables de dar malas noticias

En las últimas semanas se insiste en esta idea, y hasta se sugiere que los ataques a España tienen que ver con una especie de contubernio internacional contra nuestros intereses. La prensa anglosajona, en particular, abanderaría este acoso y derribo a la soberanía nacional. Sin duda, llevada por oscuros intereses destinados a socavar el euro en favor de la libra o del dólar.

Para argumentar esta tesis, muchos sostienen que los indicadores macroeconómicos de España no justifican las diferencias con Alemania o las dificultades de nuestros bancos para financiarse en el exterior. Pero, al mismo tiempo, se olvida que España no sólo es el país de Europa con mayor tasa de desempleo de la Unión Europea, lo cual es una losa insoportable desde un punto de vista fiscal. O el tercero de la UE con mayor déficit  presupuestario (tras Grecia e Irlanda). O lo que es todavía más importante en las actuales circunstancias. España es el segundo país del mundo entre los avanzados en términos de endeudamiento exterior neto (Posición de Inversión Internacional). Algo que se traduce en una gigantesca deuda de un billón de euros que hay que devolver en 'cómodos' plazos.

Y  no parece que Merkel, Draghi o la prensa anglosajona tengan la culpa de que el modelo autonómico -tal como está diseñado- sea una ruina. Ni desde luego Europa es la causa de que casi la tercera parte del sistema financiero (lo ha dicho el FMI y lo ha asumido como cierto el ministro De Guindos) esté agujerado por falta de provisiones. Ni Europa es culpable del alarmante fracaso del sistema educativo. Ni de que este país tenga graves problemas de productividad y de competitividad exterior en unos mercados cada vez más exigentes.

Los problemas, por el contrario, los ha creado ese sujeto colectivo que es España. Y aunque es verdad que el grado de responsabilidad varía, no parece que sea el momento de ponerse a buscar culpables -que sin duda lo hay-, sino de ofrecer soluciones. A este país siempre le han gustado demasiado los aquelarres colectivos o los autos de fe en la plaza pública.

Una falsa percepción

A veces se confunde al Gobierno de turno con España. Y se piensa que con sólo cambiar al inquilino de la Moncloa la percepción de los mercados sobre lo que ocurre aquí cambia de forma radical. Pero lo cierto es que el cuadro macroeconómico está ahí y pesa como una losa. Y parece evidente que un país con un 24% de paro, un formidable déficit fiscal y en medio de una recesión, no es el mejor de los mundos posibles para invertir. Algo que sin duda explica el deterioro de la cuenta financiera de España o la salida de capitales de los no residentes.

Y es verdad que este Gobierno ha acertado en el rumbo de las reformas económicas, por cierto, con un indudable coste político. Pero empeñarse en salir de la crisis sólo con decretos-leyes -como parece pretender Rajoy- es, simplemente, voluntarismo político. Ni siquiera la tenaz y afanosa Alemania hubiera salido del hoyo en 1945 si no hubiera sido por la ayuda exterior en forma de Plan Marshall.

No es, desde luego, ningún desdoro. Básicamente porque la alternativa, como ha puesto este fin de semana en Sitges Wolfgang Münchau es una década de estancamiento. Y esa es una herencia demasiado pesada para cualquier Gobierno. Aunque tenga mayoría absoluta. No hay sistema financiero que aguante el hecho de que España no haya recuperado todavía los niveles de PIB del año 2007.

Y es verdad que este Gobierno ha acertado en el rumbo de las reformas económicas, por cierto, con un indudable coste político. Pero empeñarse en salir de la crisis sólo con decretos-leyes -como parece pretender Rajoy- es, simplemente, voluntarismo político. Ni siquiera la tenaz y afanosa Alemania hubiera salido del hoyo en 1945 si no hubiera sido por la ayuda exterior en forma de Plan Marshall

Ahora que se habla tanto de Europa -y Rajoy no para de hacerlo- es curioso que se busquen salidas nacionales en lugar de mutualizar los problemas mediante programas de asistencia financiera, inherentes a la propia construcción de la UE. ¿O es que los fondos estructurales no son más que transferencias de los países ricos hacia los países más pobres a cambio de abrir los mercados? ¿O es que el dinero del Banco Europeo de Inversiones no es más que una ayuda para acometer proyectos de inversión que un país no puede acometer por sí solo?

En una unión monetaria óptima, los desajustes de precios internos. el desequilibrio entre oferta y demanda, se resuelven mediante la movilidad de los trabajadores. Si en el estado de Florida hay empleo, lo normal es que los trabajadores de Arkansas, donde hay más paro, se desplacen en busca de un puesto de trabajo. Pero eso no ocurre en Europa, donde conviven países con tasas de paro inferiores al 7% y naciones, como España, con más del 20%. Ni siquiera dentro de España hay esa moivilidad, como lo reflejan las enormes diferencias de paro existentes entre Andalucía y el País Vasco.

Sin duda que esta sería la solución ideal, pero desgraciadamente se siguen  proponiendo salidas muy a largo plazo que no hay tiempo de ejecutar. La unión bancaria o la unión fiscal -mediante la creación de una autoridad a nivel europeo como la que propone Rajoy- no son más que un brindis al sol que no solucionarán problemas acuciantes. Es cuestión de dinero.

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Se cuenta que, en cierta ocasión, y durante una entrevista entre Franco y Pemán, el escritor gaditano aconsejó al dictador que España mirara más hacia Europa. Eran todavía los tiempos de la autarquía y el país estaba metido en una sima que sólo el Plan de Estabilización empezó a salvar. Pero Franco seguía empeñando en buscar una salida ‘nacional’ a los problemas, y fue entonces cuando le espetó al escritor favorito del régimen. ‘Desengáñese, Pemán; Europa está equivocada’.