Es noticia
Las (malas) tentaciones de Mariano Rajoy
  1. España
  2. Mientras Tanto
Carlos Sánchez

Mientras Tanto

Por

Las (malas) tentaciones de Mariano Rajoy

Una de las cubiertas más sorprendentes de la literatura española la publicó en 1975 Alianza Editorial. La firma sacó ese año al mercado Historias de Almanaque, un

Una de las cubiertas más sorprendentes de la literatura española la publicó en 1975 Alianza Editorial. La firma sacó ese año al mercado Historias de Almanaque, un delicioso libro de Bertolt Brecht que recoge aforismos de mucho mérito. La portada incluye una frase prodigiosa:

-‘He observado’, dijo el señor K., ‘que mucha gente se aleja, intimidada, de nuestra doctrina por la sencilla razón de que tenemos respuesta para todo. ¿No sería conveniente que, en interés de la propaganda, elaborásemos una lista de los problemas para los que aún no hemos encontrado solución?’

Pocas frases como esta reflejan la miseria de un país en crisis que tiene respuestas para todo -no hay más que ver el último debate de Presupuestos o las intervenciones públicas de los líderes políticos-, pero que no ofrece soluciones para resolver ninguno de los problemas.

La política española se metió hace ya tiempo en un círculo vicioso. En un bucle maldito. La crisis económica acabó siendo política, pero como no se ha hecho nada para resolver las múltiples deficiencias institucionales del Estado (es la democracia, estúpidos), la recesión es una realidad incontestable. Y vuelta a empezar. Esta es, en realidad, la peor de las tentaciones del presidente del Gobierno. Rematar al Partido Socialista por la vía de los hechos

La parálisis económica sigue engordando y amenazando ahora la convivencia. Es insoportable ver cada día la contradicción que supone ayudar a un sistema financiero en parte quebrado y, al mismo tiempo, recortar las prestaciones sociales. Las mismas entidades que reciben fondos públicos para tapar sus vergüenzas, son las que expulsan a muchos propietarios de sus viviendas por falta de pago. Y el Gobierno, como se sabe, poniéndose de perfil sobre un asunto que mide la capacidad de los poderes públicos para atajar los problemas.

Mala política y peor economía se retroalimentan, lo que explica que este país vaya a superar ampliamente los 6,2 millones de parados en apenas dos trimestres. Y lo que es todavía peor, camina en esa dirección dando muestras de una sensación de hastío y de hartazgo hacia todo lo público. Y que simbólicamente se representa en una clase política que ha caído en lo más parecido al dilema del prisionero. Ninguno coopera -ni Rajoy ni Rubalcaba- porque piensan que para sus intereses se trata de la mejor estrategia para salir del infierno. Pero en realidad los dos reos –todos los reos- seguirán atrapados en sus celdas por no entender el tiempo que les ha tocado vivir. Para los presidiarios no hay salida sin cooperación. La crisis -su crisis- ha arrasado al Partido Socialista, y si el PP no es capaz de enderezar la situación, es muy probable que a la vuelta de pocos años se hable de Mariano Rajoy como un proyecto fallido.

Lo curioso del caso, sin embargo, es que todos y cada uno de los dirigentes políticos hablan sin rubor de ‘emergencia nacional’, pero a continuación nada de nada. El país es incapaz de tejer una dinámica colectiva capaz de enfrentarse a la crisis. Hasta el punto de que el debate de Presupuestos pasa sin pena ni gloria. Las leyes que se aprueban son pura retórica. Y en la recámara ya no hay más que humo. La reforma laboral ha fracasado, simplemente porque el Gobierno se equivocó pensando que acelerando el ajuste de plantillas en el sector privado (dando vía libre a los despidos) se crearía más empleo. La reforma financiera es todavía una entelequia, y si su objetivo era alentar el flujo de crédito, estamos ante un gigantesco fiasco.

La Administración pública sigue ahí, incólume, como los pilares del Partenón; mientras que la regeneración democrática es sólo una ilusión. Parece que nadie ha entendido que los mejores años de España han sido, precisamente, los más democráticos, cuando el sistema de partidos no se había envilecido. Y cuando había un proyecto de país con un solo objetivo: restaurar el sistema democrático.

Presume el Gobierno -en los mítines que da la vicepresidenta Sáenz de Santamaría tras cada Consejo de Ministros- de impulso reformador, pero sólo hay que recordar que entre el 15 de junio de 1977 (primeras elecciones democráticas) y el 6 de diciembre de 1978 (aprobación de la Constitución) pasaron menos de 18 meses, y en ese tiempo se pusieron los cimientos de un nuevo modelo de Estado con cientos y cientos de normas jurídicas, se firmaron los Pactos de la Moncloa y se aprobó la Carta Magna; y todo ello, igualmente, en un contexto recesivo agravado por el mazazo del terrorismo y del golpismo. Para los presidiarios no hay salida sin cooperación.La crisis -su crisis- ha arrasado al Partido Socialista, y si el PP no es capaz de enderezar la situación, es muy probable que a la vuelta de pocos años se hable de Mariano Rajoy como un proyecto fallido

Ahora, la estrategia del Gobierno pasa por culpar de todos nuestros males a Europa. Que si la unión bancaria, que si el diseño del euro, que si la unión fiscal, que si la unión  política…., pero eso es sólo una parte del problema. España tiene sus propias miserias ganadas a pulso. Y si antes la prima de riesgo se llamaba Zapatero, ahora se llama Rajoy. O mejor dicho, se llama -antes y ahora- España, y por eso carece de sentido que en vez de optar por la cooperación se haya buscado la confrontación.

Esta es, en realidad, la peor de las tentaciones del presidente del Gobierno. Rematar al Partido Socialista por la vía de los hechos. O lo que es lo mismo, ningunearlo de forma consciente en la seguridad de que el PSOE ha cavado su propia tumba dejando de ser un partido nacional convirtiéndose en una cadena de franquicias. Gracias a eso, el PP ha ocupado la centralidad del espacio político, y por eso arrolló en las últimas elecciones generales, mientras que el PSOE de Rubalcaba se despeña por su propio precipicio.

Pero lo que hoy puede parecer el mejor escenario para un partido que gobierna, puede ser una tragedia para el país. Y de ahí que la estrategia más inteligente pase por recuperar el entendimiento. Un PSOE hundido (que compita directamente con los partidos situados a su izquierda) es una bendición a corto plazo para el PP, pero es una mala noticia para España. Entre otras cosas porque abordar una puesta al día de la Constitución exige el concurso de los dos grandes partidos. Esa es, sin duda, la mejor medicina para acabar con ensoñaciones nacionalistas. Un gran pacto político obligaría a CiU  -y hasta el PNV- a volver al redil de la negociación. Ganaría la cordura.

Una de las cubiertas más sorprendentes de la literatura española la publicó en 1975 Alianza Editorial. La firma sacó ese año al mercado Historias de Almanaque, un delicioso libro de Bertolt Brecht que recoge aforismos de mucho mérito. La portada incluye una frase prodigiosa:

Mariano Rajoy