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Rajoy, De Guindos y la ‘banda de los cuatro’
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Carlos Sánchez

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Rajoy, De Guindos y la ‘banda de los cuatro’

El jueves por la noche ocurrió algo significativo. El día se apagaba y la noche fabricaba sus embelecos, como le gustaba decir a Lope de Vega.

El jueves por la noche ocurrió algo significativo. El día se apagaba y la noche fabricaba sus embelecos, como le gustaba decir a Lope de Vega. Fue entonces cuando un grupo de altos funcionarios del Ministerio de Economía aparcó sus berlinas ante el Ministerio de Empleo.

Eran los ‘hombres de negro’ del ministro De Guindos, una suerte de salvapatrias que se sienten dotados de poderes especiales. Entre otras cosas porque representan la ortodoxia financiera. Son la voz de esa entelequia que responde al nombre de Bruselas. Ellos son los elegidos, y eso explica que nada más entrar en la planta noble del ministerio de Fátima Báñez se pusieran manos a la obra para conocer las cuentas de la Seguridad Social. Allí estuvieron hasta altas horas de la madrugada, y cuando salieron en la fría noche madrileña debieron sentir el placer del trabajo bien hecho. La Comisión de Seguimiento del Fondo de Reserva había acabado la reunión. Cuando salieron de los Nuevos Ministerios, los altos de la Castellana, donde se ubicaba el viejo hipódromo de Madrid, parecían desolados. Sin duda, por lo que se venía encima.

España hace lo más duro del ajuste en términos sociales gratia et amore, sin que llegue dinero de Alemania para bajar la prima de riesgo. Y todo por ahorrar 3.900 millones de euros, que es menos que lo que inyectará el sector público en el Banco de Valencia para entregárselo por un euro a la CaixaPocas horas después se reunía el Consejo de Ministros y el Gobierno tenía que decidir sobre un asunto transcendental que marcará un antes y un después: la revalorización de las pensiones para adecuar su cuantía a la evolución del IPC. De Guindos se fajó para convencer a alguno de sus colegas del consejo de ministros de que lo mejor era no atender a razones legales. O, incluso, humanitarias. Lo logró. Bruselas dixit.

Las pensiones vuelven a perder poder adquisitivo y De Guindos -con el respaldo del presidente- aparece como triunfador,  pero de un  país más pobre. Y  no sólo por razones económicas. España es hoy una nación más injusta que abandona a los más vulnerables. Su victoria es sólo pírrica porque el Gobierno de Rajoy se deja un jirón más en el empeño. Si antes su credibilidad estaba herida, el presidente se convierte ahora en un polichinela de la política económica que le trazan desde fuera. Pero sin que haya rescate por medio.

Dos décimas de déficit

España hace lo más duro del ajuste en términos sociales gratia et amore, sin que llegue dinero de Alemania para bajar la prima de riesgo. Y todo por ahorrar 3.800 millones de euros, que es menos que lo que inyectará el sector público en el Banco de Valencia para entregárselo por un euro a la Caixa. O lo que es lo mismo, Moncloa da otro zarpazo a la protección social por sólo dos décimas de déficit, que es lo que se hubiera imputado al ejercicio de 2012 en términos de devengo.

Sin duda que el Gobierno se ha visto empujado a tomar esta decisión por las circunstancias heredadas y porque el objetivo número uno -y casi único- es cumplir con el objetivo de déficit. Sí o sí, como dice Rajoy. También es más que evidente que cuenta con escaso margen de maniobra. Pero gestionar la cosa pública es hacer política de prioridades, y no parece razonable ahondar en la recesión con ajustes que profundizan en el deterioro de la renta disponible de las familias. Un disparate que pagará la economía española en términos de crecimiento, como por cierto, ha calculado el propio FMI a la hora de evaluar el comportamiento de los multiplicadores.

El FMI ha calculado que por cada dólar que se recorte el gasto público, el PIB se contrae entre 0,90 dólares y 1,70 dólares. Es decir, que los recortes son muchos más contractivos en el corto plazo, lo que debería animar a países como España a rebelarse. El Gobierno tiene que recortar el déficit en medio de una brutal recesión, lo cual no tiene ningún sentido económico. Entre otras cosas porque la subida de impuestos para lograr ese fin sólo socava el consumo.

Zapatero, al lado de Rajoy, se ha convertido en un aprendiz. Nunca antes se había traicionado tanto a un país secuestrado por las fracasadas recetas de la banda de los cuatro: el FMI, la OCDE, la Comisión Europea y el Banco Central Europeo, culpables por acción y omisión del desastre, pero que ahora aparecen ante la opinión pública como los salvadores del desaguisado.  

Un monumento a la democracia

Horas antes de que el Consejo de Ministros hubiera decidido no revalorizar las pensiones, se presentó en Madrid un sujeto nacido políticamente en el seno de ese monumento a la democracia que es el PRI mexicano, y  que responde al nombre de Ángel Gurría. Lleva más de 30 años sin bajarse del coche oficial  y como secretario general de la OCDE ha avalado las políticas erróneas de todos los gobiernos

Horas antes de que el Consejo de Ministros hubiera decidido no revalorizar las pensiones, se presentó en Madrid un fulano que nació políticamente en el seno de ese monumento a lademocracia que es el PRI mexicano, y que responde al nombre de Ángel Gurría. Lleva más de 30 años sin bajarse del coche oficial y como secretario general de la OCDE ha avalado las políticas erróneas de todos los gobiernosGurría es, como otros muchos altos funcionarios de organismos multilaterales, un superviviente. Un corcho que flota. A las puertas del Ministerio de Economía le esperaba un Audi del tamaño del Santiago Bernabéu, y codo con codo junto al ministro De Guindos dijo al país lo que tenía que hacer. Como si España fuera una colonia. Su colonia. Sólo con releer los análisis que periódicamente hace la OCDE sobre la economía española -siempre zalameros con el poder- uno se da cuenta de en manos de quién está el mundo. Nunca dijo que la política de Zapatero llevaba al país a la ruina.

Y qué decir del FMI, cuya directora gerente reconoció en Inside Job que se enteró de la caída de Lehman Brothers por los periódicos, pese a ser la ministra francesa de Finanzas. Y cuya reacción al enterarse de la quiebra fue decir: ¡Santo cielo! O de Durao Barroso, otro profesional de la política cuyo mayor mérito es ser políglota y pertenecer a un país pequeño. Una suerte de tonto útil que defiende los intereses de Francia y Alemania.

La Comisión Europea -cuyos informes están pasteleados con los gobiernos afectados- nunca vio por donde soplaban los vientos de la crisis, pero se atreve con desfachatez a apuntar las soluciones.  Lo mismo que el BCE, incapaz desde que estalló la crisis de asegurar la transmisión de la política monetaria. Con tipos de interés cercanos a cero, es de aurora boreal que el crédito no fluya, lo cual no es incompatible con avanzar en el desapalancamiento de los sectores más endeudados.

La ‘banda de los cuatro’ es hoy la que dirige el caos, y es curioso el papel de los gobiernos en este momento histórico. Obedecen de forma disciplinada sin rechistar sólo para contentar a unos mercados que se nutren intelectualmente de funcionarios y burócratas incapaces de estar a la altura del tiempo que les ha tocado vivir. Amparados en una aparente tecnocracia que en el caso actual sólo tiene un objetivo: lograr que los acreedores -la banca alemana y francesa- cobren lo que un día prestaron de forma alegre y confiada, como decía García Márquez. Por eso baja ahora la prima de riesgo. No porque la economía española esté mejor, sino porque los acreedores tienen ahora más garantías de que aunque la economía se desangre, podrán recuperar sus disparatados préstamos gracias a los desaforados recortes. En el caso español, 30.000 millones en un año y en medio de una recesión. Así de fácil. Aunque sea necesario que los pensionistas pierdan poder adquisitivo y el país se hunda un poco más en el fango.

Como ha escrito de forma brillante el profesor Alfredo Pastor, como una reestructuración supondría pérdidas para los acreedores, estos han impulsado la solución hoy en vigor, que consiste, sencillamente, en ir sustituyendo el deudor privado por el Estado: así, todos los préstamos que el FROB pueda dar a la banca, y que esta empleará en parte en mantener a flote constructoras y promotoras, tienen al Estado como deudor. Y todo ello auspiciado por la 'banda de los cuatro'. Sin palabras.

El jueves por la noche ocurrió algo significativo. El día se apagaba y la noche fabricaba sus embelecos, como le gustaba decir a Lope de Vega. Fue entonces cuando un grupo de altos funcionarios del Ministerio de Economía aparcó sus berlinas ante el Ministerio de Empleo.

Mariano Rajoy Luis de Guindos