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El reto de Felipe VI: aquí cabemos todos
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Carlos Sánchez

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El reto de Felipe VI: aquí cabemos todos

 SUMARIOUn rey republicano no ni un juego de palabras ni una sutileza dialéctica. Es la constatación de una nueva realidad política ajena a los usos y

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El texto no es nada sin el contexto. Ningún conjunto coherente de ideas puede interpretarse correctamente sin el conocimiento cabal de sus circunstancias. Y por eso, el primer discurso del rey Felipe VI hay que interpretarlo a la luz del momento en que se ha pronunciado. Si ese mismo discurso se hubiera leído hace una década –o incluso dentro de una docena de años–, no habría alcanzado su significación histórica. Y hablar en estos tiempos –hasta en tres ocasiones– de ‘mi generación’ es una declaración de principios que apunta la inauguración de una época, como la canción de The Who.

La generación del nuevo Rey –que es a la que toca mandar y no sólo en la Zarzuela– es la que nació a mediados de los sesenta, en pleno boom demográfico y volcada en el desarrollismo. Muy distinta a la de su padre, heredero directo de la España bipolar (él mismo nacióen Roma),

Cuando Don Juan Carlos fue proclamado rey en el ocaso de la dictadura, la edad media de los españoles era equivalente a 35 años (el propio monarca contaba con 37), pero hoy, casi cuatro décadas después, la edad media de los nacidos en España ha escalado hasta rozar ya los 43. Muy cerca, por lo tanto, de los 46 años que tiene el nuevo Rey.

Es decir, que el rey Felipe VI –al menos por razones biológicas– se incrusta políticamenteen una nueva España que nada tiene que ver con la anterior. Y no sólo por causas económicas, políticas, institucionales, sociales o culturales. También demográficas.

Este no es punto menor en un tiempo en que las nuevas tecnologías han revolucionado la forma hacer política al margen de los instrumentos tradicionales. Y que son utilizadas, precisamente, por los nuevos actores del sistema político que hoy –al menos muchos de ellos– se sienten al margen del consensoconstitucional. Incluso, algunos de los que estuvieron desde el minuto uno en la Carta Magna, como IU (antes PCE) y CiU.

La biología, sin embargo, no lo es todo. El rey Alfonso XIII juró la proclamación con apenas 16 años y en su alocución de recepción del trono dijo: “Ciertamente, me faltan, para la grave misión que me está siendo confiada, las lecciones de la experiencia; pero mi deseo de responder a las aspiraciones del país son tan grandes, que espero recibir de su inspiración lo que el tiempo habrá de tardar en enseñarme”.

Lo cierto es que esa inspiración nunca le llegó, y tres décadas después el Rey tuvo que salir escopetado hacia el exilio, el camino obligado de miles y miles de españoles durante los dos últimos siglos. Él mismo, durante su proclamación,lo advirtió: "Juro por Dios, sobre los santos evangelios, guardar la Constitución y las leyes. Si así lo hiciere, Dios me lo premie, y si no, me lo demande". Claro que se le reclamó el trono tras apoyar el golpe de Primo de Rivera.

Lo que había fallado fue, precisamente, lo que Felipe VI reivindicó ayer como esencial a la Corona: “La neutralidad política y su vocación integradora ante las diferentes opciones ideológicas”. Y que se resume en el ya célebre “cabemos todos” que va a marcar todo su reinado. Su padre también lo dijo en 1975, pero el mensaje se ha ido agotando al mismo tiempo que avanzaba el inmovilismo político, incapaz de integrar a las nuevas generaciones.

El reto del nuevo monarca no es favorecer, sin embargo, una segunda Transición como le reclaman quienes no han sabido nunca leer las funciones constitucionales del jefe del Estado, sino demostrar que la Constitución de 1978 es todavía una casa habitable (que necesariamente debe ser reformada sin liquidar su esencia) de la que no se puede expulsar a nadie por sus ideas. Por muy disparatadas que sean.

Y la mejor lección es fijarse en los sistemas políticos más avanzados, en los que las fronteras entre república o monarquía se han diluido o evaporado. Susrasgos esenciales, aquellos que les dan personalidad e identidad política,sólo se mantienen con nitidezen los sistemas presidencialistas. Por supuesto, una figura extraña que nada tieneque ver conla Constitución de 1978, que hace descansar en el parlamento la fuerza de la leyes y no en el jefe de Estado. ¿O es que el discurso de Felipe VI no podría haber sido suscrito íntegramente por los presidentes de Alemania o Italia?

Un rey republicano no es ni un juego de palabras ni una sutileza dialéctica. Es la constatación de una nueva realidad política ajena a los usos y costumbres consustanciales a los viejos sistemas dinásticos, en los que una corte de aduladores y salvapatrias se apropiaba del poder para defender sus propios intereses. De ahí la importancia del discurso del nuevo Rey, en el que hasta en seis ocasiones habló de valores humanísticos, de ética, de libertad, de tolerancia, de responsabilidad… Ni una palabra, ni un guiño, destinado a usupar el poder dequienes representan la soberanía popular.

Convivencia civilizada

Sobre esos valores son los que gira la convivencia en los sistemas democráticos. Y eso no es ni de derechas ni de izquierdas; ni republicano ni monárquico. Es la condición necesaria para convivir de forma civilizada, vino a decir el monarca. El resto, corresponde a los partidos políticos. A veces se olvida que ayer fue la primera vezen los últimos 200 años de la historia de España que se produce un relevo en la jefatura del Estado sin ruido de sables.

Ya hace muchos años lo advirtió un acorralado Francisco Silvela cuando de forma premonitaria advirtió en 1898 antes de que la historia se le atrangantara a este país: "La crisis por la que hoy atraviesa España está en el ánimo de todos, o de la mayor parte de los españoles, yno es sencillamente una crisis política. Hay una crisis más honda; hay una verdadera crisis de régimen parlamentario. Sería necseario estar ciego para no ver que se ha estremecido y se ha quebrantado la confianza política respecto de todos los organismos del Estado; que se desconfía de los hombres públicos, de todos los partidos, de la justicia, de la Administración, del ejército, de la Marina, de todo; en fin..." Y el nuevo rey lo sabe. Ayer, con su discurso, obtuvo el beneficio de la duda.

El texto no es nada sin el contexto. Ningún conjunto coherente de ideas puede interpretarse correctamente sin el conocimiento cabal de sus circunstancias. Y por eso, el primer discurso del rey Felipe VI hay que interpretarlo a la luz del momento en que se ha pronunciado. Si ese mismo discurso se hubiera leído hace una década –o incluso dentro de una docena de años–, no habría alcanzado su significación histórica. Y hablar en estos tiempos –hasta en tres ocasiones– de ‘mi generación’ es una declaración de principios que apunta la inauguración de una época, como la canción de The Who.

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