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Puñaladas traperas en CEOE
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Carlos Sánchez

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Puñaladas traperas en CEOE

‘Con Cuevas no pasaba esto’ La frase es tan manida como la propia CEOE. Pero ayer, tras la reelección de Juan Rosell, era la que más

Foto: Juan Rosell y el presidente de Cepyme, Antonio Garamendi. (EFE)
Juan Rosell y el presidente de Cepyme, Antonio Garamendi. (EFE)

"Con Cuevas no pasaba esto". La frase es tan manida como la propia CEOE. Pero ayer, tras la reelección de Juan Rosell, era la que más se oía en el recinto ferial de Madrid entre los apesadumbrados empresarios (y también burócratas) que acudieron a la votación.

La desolación no era fruto del resultado, al fin y al cabo en una votación siempre gana una de las candidaturas aunque sea por un estrecho margen de votos, sino del clima de enfrentamiento que se ha instalado en la CEOE, donde el ‘aparato’ se ha vuelto a imponer. Pero si antes era sumando, incluso a quienes criticaban en privado a Cuevas o a Jiménez Aguilar, ahora se trata de una victoria pírrica. Tanto que ayer nadie apostaba por que se haya enterrado el hacha de guerra. No será fácil la cohabitación entre Rosell y Antonio Garamendi, todavía presidente de Cepyme, cuyo presupuesto pasa, precisamente, por la CEOE.

Y es que el fondo del problema no es de nombres –hasta un sujeto como Díaz Ferrán llegó a ser presidente de la patronal–, sino de modelo. La cuestión esencial que se ventila es la propia existencia de CEOE como organización hegemónica dentro del empresariado español (algo parecido les sucede a los sindicatos con la aparición de nuevos movimientos sociales que compiten por el mismo ‘electorado’).

Vídeo: Rosell, reelegido con 345 votos frente a los 312 de Garamendi

Hoy, como sostiene alguien que conoce muy bien la CEOE por dentro, la gran patronal ve amenazada su función histórica por el rol que juega por un lado el Consejo Empresarial de Competitividad, el lobby de los lobbies, ante el presidente del Gobierno de turno, y por otro, las cámaras de comercio, que de estar languideciendo han pasado a jugar un papel más activo con la nueva ley, incluida una función de representación. Sobre todo después de la elección de José Luis Bonet como presidente. Bonet es catalán y presidente de Freixenet, pero sobre todo es el mejor ariete de Moncloa contra el independentismo catalán, y él va a tener una relación privilegiada con el Gobierno en detrimento de la gran patronal, cuyo papel puede quedar reducido a firmar convenios.

Es decir, que la CEOE tiene un enemigo interior y otro exterior (las cámaras representan y asesoran a las empresas fuera de España), lo que quiere decir que el campo de juego para Rosell se ha estrechado mucho. Entre otras cosas porque quienes han respaldado a Garamendi han sido, precisamente, las pequeñas empresas, huérfanas de representación por culpa de que la CEOE ha defendido en los últimos años principalmente a las grandes corporaciones, sostiene su oposición.

El ‘mindundi’ Garamendi

Lo cuenta de forma irónica un sagaz observador del mundo empresarial: "Si un mindundi como el vasco Garamendi, a quien nadie conoce en la dirección del PNV, es capaz de disputarle el trono a Rosell hasta casi ganarle, es que la CEOE tiene un problema". Y no es por lo que piensa o declara Rosell.

Si en algo hay coincidencia en la gran patronal es que el discurso del reelegido es imbatible (para los empresarios), pero la praxis deja mucho que desear. Mientras que Cuevas o incluso Díaz Ferrán se batían el cobre por las pequeñas empresas, a Rosell le van más las grandes ocasiones. Los grandes pactos sociales o las fotografías de postín con los barandas del Ibex. Este es el punto flaco del reelegido y que Garamendi y su equipo han sabido explotar. Sólo la ‘traición’ de algunos delegados de la patronal madrileña ha impedido que hoy el vasco sea presidente.

El juego de traiciones (y el cabreo de Rosell durante su intervención) probablemente tenga algo que ver con un documento anónimo de trece páginas que circuló horas antes de la votación por la CEOE. Y que, como suele decirse, ponía a caer de un burro a Rosell, a quien se le culpa de todos los males de la patronal: tarjetas negras de Bankia, dos vicepresidentes obligados a dimitir (Jesús Terciado y Arturo Fernández), desprestigio e inoperancia ante la opinión pública y la Administración, desplome de la afiliación, incumplimiento del código ético, ruina económica de la organización con decenas de despidos, ‘catalanización’ de la CEOE con gente de su confianza y, por supuesto, su tibieza ante el proceso soberanista.

Como se ve, un pliego de cargos imponente que se distribuyó de forma oportuna horas antes de la votación. En una palabra, juego sucio a 24 horas de la transcendental votación y que muy probablemente venga de sus víctimas en la CEOE. Y es que el proceso de modernización de unas estructuras anquilosadas en el tiempo ha dejado muchos cadáveres en el armario.

El hecho de que Garamendi haya estado a punto de ganar, en todo caso, no garantiza una oposición articulada contra Rosell. Muy al contrario, todo indica que ha habido muchos compañeros de viaje. Es decir, se ha producido una alianza en el ‘todos contra Rosell’.

Otra cosa muy distinta es organizar una oposición mínimamente estructurada, algo inédito en la CEOE. Entre otras razones porque cada patronal (territorial o sectorial) defiende sus intereses y nadie cree que vayan a entrar en guerras de calado contra la nueva junta directiva. Ni siquiera después del desabrido y hasta rencoroso discurso de Rosell, en palabras de una de las asistentes al cónclave. En todo caso, con poca mano izquierda, pero con la autoridad que le da haber ganado la reñida elección.

"Con Cuevas no pasaba esto". La frase es tan manida como la propia CEOE. Pero ayer, tras la reelección de Juan Rosell, era la que más se oía en el recinto ferial de Madrid entre los apesadumbrados empresarios (y también burócratas) que acudieron a la votación.

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