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Rajoy o el hombre que mentía demasiado
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Rajoy o el hombre que mentía demasiado

¿Gobernó alguien en España en 2012 y 2013? El discurso de Rajoy obvió esos años de duro ajuste económico que han servido para que España vuelva a crecer

Foto: El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy (EFE)
El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy (EFE)

Sostenía Churchill que las únicas estadísticas en las que creía eran aquellas que él mismo manoseaba. Y sin duda que el presidente del Gobierno conoce este aserto. De otra manera no se puede entender que en un debate sobre política general realizado al final de la legislatura (y se supone que de resumen de la acción de Gobierno) se hable únicamente de la evolución de la economía durante 2014 y 2015, los años de la recuperación. Pero sin tener en cuenta los dos ejercicios anteriores, en los que el Gobierno sometió a la economía a un durísimo ajuste.  Es como si en 2012 y 2013 la jefatura del Gobierno hubiera estado vacante.

Pero no fue así. Hasta el extremo de que el desempleo alcanzó un máximo histórico del 26,94% en el primer trimestre de 2013, con un ritmo de destrucción de empleo verdaderamente extraordinario. La economía española, a la luz de la Encuesta de Población Activa, destruyó nada menos que 1,2 millones de puestos de trabajo entre el cuarto trimestre de 2011, cuando Rajoy llegó a la Moncloa, y el primer trimestre de 2014.

¿Qué quiere decir esto? Pues ni más ni menos que si el análisis se hace sobre el conjunto de la legislatura y no sólo sobre una parte, el resultado es muy distinto al que ofrece el presidente del Gobierno. Hoy hay 584.000 ocupados menos de los que existían en el último trimestre de 2011, y dando por bueno que este año se crearán medio millón de puestos de trabajo –algo muy factible según coinciden los institutos de coyuntura– eso significa que la legislatura acabará con una destrucción de unos 84.000 puestos de trabajo.

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Por la tanto, la economía española ha vuelto al punto de partida. Eso sí, después de haber corregido algunos de sus grandes desequilibrios (en particular el sector exterior y el déficit público) que pusieron al país al borde del abismo, como reconoció ayer Rajoy durante el debate sobre el estado de la nación.

En cuanto al desempleo, y siempre según la EPA, lo que dicen las cifras es que hoy hay 170.000 parados más que al comienzo de la legislatura, aunque lógicamente con una tendencia a la baja en coherencia con la previsible creación de empleo que se producirá a lo largo de 2015. Ahora bien, si se tiene en cuenta la caída de la población activa (regreso de inmigrantes, efecto desánimo o nuevos emigrantes españoles) el resultado es muy distinto. La población activa –suma de los ocupados más los parados que buscan un empleo– ha descendido en 414.000 personas, lo que quiere decir que, si esta variable se hubiera mantenido sin cambios, hoy habría casi 600.000 parados más de lo que existían cuando el Partido Popular llegó a la Moncloa.

Un camino inevitable

Es evidente, sin embargo, que España necesitaba ajustar sus grandes desequilibrios macroeconómicos para escapar de la recesión y volver a la senda de la recuperación y del empleo. Hoy, de hecho, la coyuntura es bastante mejor que la que existía en diciembre de 2011 por una cuestión de expectativas. Las probabilidades de perder un empleo, como dijo hace unas semanas el ministro De Guindos, son mucho más reducidas.

Era, por lo tanto, un camino inevitable (otra cosa distinta es la intensidad del ajuste). Y eso es lo que hizo el Gobierno a partir del 20 de diciembre de 2011, como recordó ayer el jefe del Ejecutivo. Pero el ajuste ha sido tan severo que el PIB todavía está muy lejos de haber podido regresar a los niveles existentes en los años anteriores a la crisis, algo que puede explicar el evidente divorcio entre las cifras oficiales y la percepción de la calle. La realidad es que, frente a lo que dijo ayer Rajoy, “la velocidad de la recuperación” no es igual al ritmo de la caída. Es mucho más lenta.

Un par de datos lo acredita. En 2008, el PIB nominal (con inflación) se situaba en 1,11 billones de euros, mientras que en 2013 había caído hasta los 1,04 billones. Es decir, cerca de 70.000 millones de euros menos de riqueza nacional (sin contar el efecto de los precios). Incluso incorporando lo que habrá sucedido en 2014 –con un crecimiento del PIB en términos reales del 1,4%– el resultado es muy similar debido a que el PIB nominal apenas crecerá por la amenaza deflacionista.

Este empobrecimiento del país derivado de la crisis y de las duras políticas de ajuste se manifiesta de forma más evidente cuando se analiza en relación al PIB per cápita en términos de poder adquisitivo. Si en 2007, al comienzo de la crisis, el PIB per cápita en relación a la media de la UE se situaba en el 103%, en 2013 –últimos datos publicados– esa relación había bajado hasta el 94%. Es muy probable que en 2014 se haya avanzado algo en los niveles de convergencia con Europa, pero todavía muy lejos de cuando España estaba ligeramente por encima de la media a 28 países.

El rescate y la pesadilla

Eso quiere decir que si la mayoría de los países han podido recuperar los niveles de bienestar económico anteriores a la Gran Recesión, no es el caso español, que todavía tardará varios años en alcanzar el nivel de PIB previo a la crisis y, por lo tanto, el poder adquisitivo. De hecho, y como ayer sostuvo Rajoy, si en los próximos seis años España es capaz de crear tres millones de puestos de trabajo (a medio millón de empleos por cada uno de los ejercicios), eso quiere decir que hasta 2018 España no lograría –en el mejor de los casos– recuperar los niveles de empleo que existían al comenzar la crisis. Es decir, casi una docena de años después.

¿Gobernó alguien en 2012 y 2013? El discurso de Rajoy obvió esos años de duro ajuste económico que han servido para que España vuelva a crecer

De lo que si presume Rajoy –ayer no se cansó de repetirlo– es de que España es un país “que ha salido de la pesadilla y se ha rescatado a sí mismo”. Estamos, en su opinión,  ante “la mejor decisión de la legislatura”. Ahora bien, obviando los cerca de 42.000 millones de euros que costó el rescate del sistema financiero (en particular las cajas de ahorros).

Rajoy, con razón, culpa a la brutal caída de los ingresos de la crisis de las cuentas públicas (a consecuencia del pinchazo de la burbuja inmobiliaria). Pero olvida un detalle. El desplome de los ingresos se produjo en tiempos del anterior Ejecutivo socialista. Según el presidente del Gobierno la recaudación cayó en 70.000 millones de euros, pero en realidad fueron ‘sólo’ unos 60.000 millones (en concreto, pasó del 41,1% del PIB en 2007 al 35,1% en 2009), lo que explica el colapso de las cuentas públicas.

Fue, por lo tanto, el anterior Ejecutivo el que sufrió el desplome de la recaudación. Y lo que hizo el nuevo fue incrementar los impuestos de forma más intensa que en tiempos de Zapatero (sólo subió el IVA tras el rescate informal de mayo de 2010 después del célebre Consejo Europeo), que le obligó a rectificar su política económica.

Desde entonces, la presión fiscal ha pasado de un 35,1% del producto interior bruto (PIB) al 37,8% en 2013 (últimos años publicados), aunque es probable que ese porcentaje suba algo en los años posteriores al calor de la mayor actividad económica.

En todo caso, la rebaja de impuestos prevista para 2015 y 2016 –unos 9.000 millones de euros– nunca supondrá una reducción de la presión fiscal respecto del punto de partida. De hecho, el ministro Montoro ya ha dicho en varias ocasiones que el objetivo es situar la presión fiscal en el entorno del 37-38% del PIB. En línea con los niveles actuales. “No hemos necesitado una década –dijo ayer Rajoy–, sino tres años”. No es precisamente eso lo que dicen las estadísticas.

Sostenía Churchill que las únicas estadísticas en las que creía eran aquellas que él mismo manoseaba. Y sin duda que el presidente del Gobierno conoce este aserto. De otra manera no se puede entender que en un debate sobre política general realizado al final de la legislatura (y se supone que de resumen de la acción de Gobierno) se hable únicamente de la evolución de la economía durante 2014 y 2015, los años de la recuperación. Pero sin tener en cuenta los dos ejercicios anteriores, en los que el Gobierno sometió a la economía a un durísimo ajuste.  Es como si en 2012 y 2013 la jefatura del Gobierno hubiera estado vacante.

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