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Garicano y Cía: 'Háganos caso, métase en política’
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Carlos Sánchez

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Garicano y Cía: 'Háganos caso, métase en política’

Garicano, Molinas, De la Nuez y Casajuana: cuatro visiones sobre España. Una idea común: hay que regenerar el sistema de partidos para crear instituciones democráticas. Ayer hablaron en Madrid

Foto: De izq a dcha: Elisa de la Nuez, Luis Garicano, Carles Casajuana y César Molinas durante el acto. (EC)
De izq a dcha: Elisa de la Nuez, Luis Garicano, Carles Casajuana y César Molinas durante el acto. (EC)

La noticia buena es que la sociedad civil se ha armado de valor y ahora, por primera vez desde la Transición, está en condiciones de influir en el debate político de forma decisiva. La mala es que, hace más de doscientos años, ilustrados como Campomanes o Jovellanos, igualmente, lo intentaron, pero fracasaron. Ni siquiera las sociedades de amigos del país, muy relevantes entre las élites ilustradas de la época –tan extractivas como las de ahora–, tuvieron un papel determinante en el siglo XIX. Probablemente, porque se trataba de una especie de revolución ‘desde arriba’ que tuvo escaso efecto en una sociedad poco permeable al cambio y cimentada sobre rancias tradiciones.

Ese es, en realidad, el problema del discurso de los autores de La España posible (César Molinas, Luis Garicano, Elisa de la Nuez y Carles Casajuana), que confían demasiado en la capacidad del sistema para regenerarse. Incluso, haciéndose el célebre ‘haraquiri’ de las Cortes franquistas.

El tiempo lo dirá, pero lo cierto es que hoy existen tantas razones para huir del fatalismo como para creer en él. Seguramente, porque se tira de voluntarismo al pensar que los problemas de España son de naturaleza esencialmente política. O, incluso, legislativa.Despreciando, en el sentido estadístico del término, otros factores –fundamentalmente de carácter cultural e histórico–igualmente relevantes. Las sociedades maduran después de muchos más años de los que van desde 1977 hasta aquí.

Garicano afirma que cumpliendo las reglas del juego -haciendo cambiar el sistema de partidos y obedeciendo la ley- España podrá salir adelante

El punto de partida del libro*, que en realidad es un compendio de anteriores trabajos, es, en todo caso, una reivindicación oportuna. La reivindicación del trabajo de los políticos, que, como sostiene Molinas, “son imprescindibles en cualquier democracia”.No en vano, su trabajo es identificar los problemas estableciendo prioridades.

Sin políticos, viene a decir el economista Molinas, no hay nada que hacer. Y la mejor expresión de su importancia la esconde una lúcida analogía con la economía. Los políticos tienen el monopolio de la representación, y, por lo tanto, lo que hay que hacer es establecer mecanismos que favorezcan la competencia entre miembros de un mismo partido. O lo que es lo mismo, impedir que el líder se rodee de una estructura clientelar que ahoga la toma de decisiones.

Ángeles y demonios

No es fácil. Como señala el economista Garicano –echando mano de una célebre cita de Madison:Si los hombres fueran ángeles, no haría falta ningún gobierno…”-, los “humanos somos humanos”. Lo que quiere decir que sólo cumpliendo las reglas del juego -haciendo cambiar el sistema de partidos y obedeciendo las leyes- España podrá salir del atolladero. De lo contrario, sostiene Garicano, el país se irá ‘argentinizando’.

Argentina, para muchos, como Venezuela, es el mejor exponente del atropello de la seguridad jurídica. Y ahí es donde quiere llegar la abogada del Estado Elisa de la Nuez, para quien el mayor riesgo tiene que ver con una deriva hacia un “Estado clientelar premoderno”.

De la Nuez recuerda los viejos fantasmas de la nación que atenazaban el desarrollo: el caciquismo y las oligarquías. En su opinión, no sólo es un problemas de leyes (“las que hay están bien”), sino de su mala aplicación, algo que ha provocado una degradación del sistema democrático por la baja calidad de las instituciones. Apunta en una dirección: las Administraciones locales, donde por ausencia de instrumentos de control ha germinado la corrupción.

Sin políticos, viene a decir el economista Molinas, no hay nada que hacer: “son imprescindibles en cualquier democracia”

Probablemente, porque los ayuntamientos representan el poder en su sentido espartano del término. Es decir, en estado puro. Y lo que dice la tradición, asegura el diplomático Casajuana, sin duda influido por Maquiavelo, es que “las historia del poder son una historia que acaba mal”.

O dicho en términos neurológicos, “el poder genera serotonina y satisfacción”. Y eso, viene a decir Casajuana, es una droga demasiado fuerte si no hay contrapoderes (el viejo Madison de nuevo). Pone un ejemplo muy gráfico. Los ministros de Comercio –es un decir–, no son los más preparados, sino los que han estado en mejor disposición para obtener el cargo.

No es un juego de palabras, es el poder en su forma más primitiva y antigua. Seguramente porque no hay otra. Con razón, un cínico como era el general Franco decía a sus ministros que no se metieran en política. Él, y sólo él, tenía el monopolio del poder.

Justo lo contrario de lo quieren los nuevos regeneracionistas. Si Joaquín Costa hubiera levantado la cabeza, habría estado ayer en la Fundación del Pino.

La España posible. Ediciones Península. César Molinas, Luis Garicano, Sansón Carrasco (varios autores) y Carles Casajuana.

La noticia buena es que la sociedad civil se ha armado de valor y ahora, por primera vez desde la Transición, está en condiciones de influir en el debate político de forma decisiva. La mala es que, hace más de doscientos años, ilustrados como Campomanes o Jovellanos, igualmente, lo intentaron, pero fracasaron. Ni siquiera las sociedades de amigos del país, muy relevantes entre las élites ilustradas de la época –tan extractivas como las de ahora–, tuvieron un papel determinante en el siglo XIX. Probablemente, porque se trataba de una especie de revolución ‘desde arriba’ que tuvo escaso efecto en una sociedad poco permeable al cambio y cimentada sobre rancias tradiciones.

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