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De la casta a la caspa: la venta del FT y la España de 2015
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Carlos Sánchez

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De la casta a la caspa: la venta del FT y la España de 2015

Paradojas de la vida. Mientras que España se ensimisma en sus miserias provincianas, el mundo avanza. La venta del FT al grupo japonés Nikkei es el último ejemplo de un planeta en movimiento

Foto: Un kiosco de prensa en Londres (Reuters).
Un kiosco de prensa en Londres (Reuters).

Contaba José María Pemán en sus impagables conversaciones con el dictador una anécdota deliciosa. El escritor gaditano -tan reaccionario y retrógrado como fino observador del franquismo (al fin y al cabo tenía hilo directo con el jefe del Estado)- recordaba que Eugenio d’Ors se había refugiado en Pamplona al final de la guerra civil. Y que por entonces se esperaba la visita de Franco a la capital navarra.

El modernista D’ors, henchido de esa vanidad propia de quien cae en brazos de la soberbia, pero dotado de un ingenio prodigioso, encontró así la ocasión para recordar la célebre tertulia que reunía a Goethe y a sus discípulos en Weimar.

-‘Espero que Franco venga a visitarme…’, dijo D’ors a un joven acompañante.

-‘Me parece excesiva ambición, maestro’, le respondió su interlocutor.

- ‘¿Por qué?... Napoleón cuando pasó por Weimar fue a visitar a Goethe’...

- ‘Pero usted no es Goethe’, le replicó el alumno de forma un tanto insolente.

- ‘¡Coño, ni él tampoco es Napoleón!, le contestó iracundo antes de zanjar la conversación.

A España le empieza a pasar lo mismo que al barcelonés. Enredada en asuntos triviales, se mira el ombligo hasta la obscenidad mientras el mundo avanza. Hasta el punto de que el país está enfrascado en asuntos tan zafios como la retirada del busto del anterior jefe de Estado; la página V.O. del ayuntamiento de Madrid; el cambio de nombres de ciertas calles y de algún pabellón municipal. O, incluso, ha vuelto a escenaesa cutrez del latrocinio que es la red Púnica, una especie de corrupción al por menor que inevitablemente recuerda a un todo a cien. Por pocos euros le saco guapo en Internet.

Había razones para pensar que el fin del bipartidismo daría lugar a nuevas fuerzas que conectarían con la modernidad. Pero el provincianismo ha echado raíces

El hispanista Paul Preston sostenía hace algún tiempo que en su país, por supuesto, que había corrupción, pero con una sutil diferencia. Mientras que en Inglaterra -o en otras naciones- la corrupción se hace en los despachos sacándole partido al capitalismo mediante operaciones financieras oscuras, aquí todo es más soez y grosero con fajos de billetes de 500 euros metidos en bolsas de plástico. Con razón el nuevo líder del UPyD, el abogado Herzog, suele decir en tono irónico que el problema de España no es la corrupción, sino el amiguismo, lo cual no sería tan doloroso si no fuera porque también existe la cleptocracia de los despachos

El mundo gira

Lo dramático es que mientras el país se mira al ombligo -el caso de los independentistas catalanes es de aurora boreal- el mundo está sufriendo enormes transformaciones que si nadie lo remedia dejarán a España un poquito más en el rincón de la historia.

Había suficientes razones para pensar que el agotamiento del modelo bipartidista del 78 daría lugar a un nuevo escenario político en el que las nuevas fuerzas emergentes serían capaces de conectar con la modernidad proponiendo una nueva agenda pública pegada al siglo XXI. Pero la realidad es que el provincianismo político -y hasta el catetismo- ha echado raíces muy vigorosas. La España de los Botejara campa por sus respetos. También en algunas de las nuevas formaciones que han alcanzado el poder reclamando el cambio político.

El mundo, sin embargo, avanza dejando a las nuevas propuestas en cueros ante tanta anemia intelectual. Y la reciente compra de Financial Times por parte del grupo japonés Nikkei (35 veces el ebitda) es el último ejemplo de lo que se cuece en el planeta mientras el país se recrea en sus propias miserias.

Lo relevante de la operación no es su cuantía, sino por qué se hace y cuándo se hace. Y se hace para lograr una posición de privilegio en el nuevo orden informativo mundial que se está construyendo aprovechando las herramientas que proporciona la nueva era digital, en la que conceptos como la soberanía nacional han dejado de tener un valor simbólico. Que se lo pregunten sino a los griegos. Incluso a Alemania, que con todo su poderío económico, no ha podido echar a Atenas del euro porque el acreedor sufriría casi tanto como el deudor.

La tecnología está sustituyendo al concepto clásico de patria, y eso necesariamente obliga a repensar el modelo de país y de su clase política. Incluso, instituciones formales como el derecho a la intimidad o el sistema político de representación, aparecen completamente desdibujados por las nuevas tecnologías. En particular, por la eclosión del teléfono móvil, que permite superar las fronteras nacionales.

El lector, o el votante, al contrario, de lo que históricamente ha sucedido, ha dejado de ser un cliente ‘pasivo’ que lee noticias o consume programas electorales bajo la luz de la mesa camilla. Por el contrario, construye su propio ideario con un sinfín de fuentes informativas, lo que provoca un nuevo ecosistema ciudadano más complejo y por ende, menos provinciano. Hoy el 30% de los estadounidenses usan Facebook como fuente principal para informarse. Y en el futuro serán muchos más.

Internet se come los viejos periódicos

El mejor ejemplo de ello es, precisamente, la nueva naturaleza de los gigantes de Internet -expresión máxima de la globalización- quienes adquieren los viejos medios (Washington Post o FT) para convertirlos en simples proveedores de contenidos gráficos y audiovisuales, con todo lo que ello conlleva. La figura del editor, clave en los últimos 200 años de periodismo, está llamada a desaparecer salvo en formatos pequeños.Hoy hay lectores y en el futuro habrá clientes.

Hay un dato que se suele olvidar pero que resume hacia dónde va el planeta. En 2050, apenas el 10% de la población vivirá en los países que hoy se consideran avanzados, lo que explica el interés de las empresas más globalizadas en controlar el mercado de la información, necesariamente tributario de las nuevas tecnologías.

Mientras el país se mira al ombligo, el mundo está sufriendo enormes transformaciones que si nadie lo remedia dejarán a España en el rincón de la historia

El reciente acuerdo alcanzado en la OMC sobre desarme arancelario entorno a las tecnologías de la información por valor de 1,3 billones de dólares (más que el PIB de España) es un buen ejemplo de hacia dónde va el mundo mientras el país mira a la luna de Valencia. O el Tratado de Libre Comercio entre la UE y EEUU, irrelevante en el debate político en la España de 2015. O el desplazamiento del centro económico del planeta hacia el Pacífico gracias a la revolución del transporte de mercancías, que ha abaratado de manera inimaginable el comercio en pocos años.

El mundo, sin embargo,no sólocambiaeconómicamente, también políticamente.Si al final de 1945 apenas una veintena de países podían ser considerados democracias, hoy más de un centenar de naciones se rigen de acuerdo a la soberanía popular, lo que convierte a Internet en una democracia sin barreras. Y la consecuencia, como no puede ser de otra manera, es que la democracia pierde peso en la agenda de las políticas públicas en favor de la diplomacia y la inteligencia económica. Hoy, por ello, en la sociedad de la información, tanto el buen gobierno como la calidad de las instituciones son cada vez más determinantes al tratarse de economías abiertas que tienen que competir en un mismo mercado.

Uno podría pensar que este tipo de cuestiones serían hoy lo relevante en una sociedad avanzada y madura que dejó atrás la dictadura hace 40 años, y que entonces mató a los viejos demonios familiares que tantas tragedias habían traído. Pero la realidad es muy distinta. Hay quien quiere reescribir la historia para volver a caer en ella.

La caspa ha sustituido a la casta y hoy, incluso,hay quien discute la prevalencia del mercado como sistema de asignación de los recursos, lo cual devuelve al país al siglo XIX. Este divorcio entre la agenda pública y las necesidades de los ciudadanos -con la complicidad de muchos medios de comunicación que juegan al populismo barato- es lo que explica los altos niveles de frustración, como revelan las encuestas del CIS, sobre la credibilidad del sistema político y de los propios mass media. Pensábamos que habíamos descubierto el futuro y al final es la misma basura de siempre. McLuhan lo dijo con una frase más certera:seguimos mirando el futuro a través del espejo retrovisor.

Contaba José María Pemán en sus impagables conversaciones con el dictador una anécdota deliciosa. El escritor gaditano -tan reaccionario y retrógrado como fino observador del franquismo (al fin y al cabo tenía hilo directo con el jefe del Estado)- recordaba que Eugenio d’Ors se había refugiado en Pamplona al final de la guerra civil. Y que por entonces se esperaba la visita de Franco a la capital navarra.

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