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Las “mandangas” que esconde Montoro
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Las “mandangas” que esconde Montoro

¿España ha cambiado su patrón de crecimiento? El ministro Montoro dijo en el debate de Presupuestos que sí, pero los datos más recientes de Estadística no dicen precisamente eso

Foto: El ministro de Hacienda, Cristobal Montoro. (Reuters)
El ministro de Hacienda, Cristobal Montoro. (Reuters)

En El Político, una espléndida película de 1949, su protagonista Willi Stark (Broderick Crawford) -viva encarnación del populismo-, intenta convencer a uno de sus subalternos con una frase memorable: “Si dices algo muy alto y lo dices muchas veces, la gente acabará por creerte”.

Se desconoce si el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, ha visto la película, pero ha manoseado tanto la idea de que España ha cambiado su patrón de crecimiento que da la impresión que ha nacido un nuevo Willi Stark, al menos en lo que se refiere a la estrategia basada en decir muchas veces lo mismo, aunque la realidad sea muy distinta.

Sostiene el titular de Hacienda -lo dijo varias veces durante el debate de Presupuestos- que el patrón de crecimiento de la economía había cambiado de forma radical, y que eso le protegía ante futuras turbulencias. Las cifras que ha publicado este jueves Estadística no dicen, precisamente, eso.

El PIB está creciendo -primer semestre de 2015 sobre idéntico periodo del año anterior- a un ritmo anual del 2,9%, según calcula el propio Ministerio de Economía. ¿Y cómo evoluciona la demanda interna (consumo público, privado e inversiones)? Pues ni más ni menos que contribuye al avance del PIB (en términos constantes) en 3,2 puntos (3,1 puntos en el primer trimestre y 3,3 puntos en el segundo). Por lo tanto, sólo la demanda nacional explica la aceleración del PIB, y no el sector exterior.

¿Qué ocurría en 2007 antes de que la crisis devastara la economía? Pues algo muy parecido. Como recuerda el propio departamento de De Guindos en su síntesis de indicadores, ese año el PIB crecía a un ritmo del 3,8%, pero la contribución de la demanda interna al aumento del Producto Interior Bruto era equivalente a 4,4 puntos. Por lo tanto, antes era la demanda nacional la que tiraba de la actividad, mientras que el sector exterior, como sucede ahora, lastraba la velocidad del crecimiento. Y lo que es todavía más importante provocaba un fuerte desequilibrio en ese patrón de crecimiento al que se refiere Montoro. Hasta el punto de que cuando la demanda nacional se hundió (por la asfixia del crédito) el PIB cayó en picado.

Riqueza nacional

El patrón de crecimiento, por lo tanto, apenas ha cambiado. Algo que sí ha sucedido en la zona euro, donde la demanda externa (gracias sobre todo a Alemania) apenas detrae una décima al crecimiento de los PIB nacionales. Justo lo contrario de lo que sucede en España, donde el sector exterior acumula ya seis trimestres consecutivos con aportaciones negativas al crecimiento de la riqueza nacional.

El dato no sería tan sorprendente si no fuera porque toda la política económica del Gobierno ha girado desde 2012 en torno a las ganancias de competitividad vía devaluación interna (bajada de salarios). Pues bien, pese a ello, el sector exterior continúa detrayendo crecimiento económico, lo que explica que el Gobierno (al margen de razones de oportunidad electoral) se vea obligado a hacer políticas procíclicas, como es la bajada de impuestos.

En la zona euro la demanda externa apenas detrae una décima al crecimiento de sus PIB. Justo lo contrario de lo que sucede en España

Exactamente lo contrario de lo que aconsejaría el sentido común tan manoseado por Rajoy. No parece muy razonable subir la presión fiscal cuando la economía realmente no lo necesitaba (en plena recesión de 2012), y, por el contrario, bajarla cuando sopla el viento de cola y empuja la actividad, como sucede ahora por la combinación de tipos de interés extremadamente bajos, desplome de los precios del petróleo, depreciación del euro y, por supuesto, las consecuencias positivas de algunas reformas aprobadas por este Gobierno. No es que el Ejecutivo lo esté haciendo peor que el anterior, que es evidente que no es así, es que cambiar la estructura de un país es bastante más complejo de lo que se puede hacer en una legislatura.

Por cierto que sostiene el ministro Montoro -que acusó a Pedro Sánchez decir “mandangas” (sic) durante su fina oratoria, que otros países también se aprovechan del mismo contexto y crecen la mitad que España. Es cierto, pero un análisis más riguroso aconseja recordar que existe una suerte de 'efecto composición'. España es un país altamente endeudado (cerca del 300% del PIB entre el sector público y el privado) y además es más dependiente casi que ninguno del petróleo (junto a Italia). El corolario es sencillo: cuando se desploman los tipos y baja el petróleo al mismo tiempo, España se beneficia más que otros países, pero sucede justamente lo contrario cuando ambas referencias se dan la vuelta.

Habrá quien piense que Montoro cuando habla de cambios en el patrón de crecimiento se refiere a los avances en términos de productividad. Pero tampoco parece que se trate de un argumento muy sólido. Desde el segundo trimestre de 2014, cuando España comenzó a crear empleo en términos anuales, la productividad se ha desplomado, lo que indica que todo el crecimiento de la economía tiene que ver con la creación de puestos de trabajo (después de haber deprimido el marcado laboral en los dos años anteriores con la pérdida de casi un millón de empleos), y no con los avances en términos de productividad.

Por lo tanto, con generación de valor añadido en línea con lo que sucede en las economías más desarrolladas. En España, por el contrario, la productividad por trabajador ha oscilado en los últimos cinco trimestres entre el -0,4% y el 0,2%, pero si se desagrega por horas trabajadas en el segundo trimestre de 2015, se situó en el 0,4%, cuatro décimas por debajo de la registrada en el primer trimestre del año (0,8%). Es decir, a la baja.

No se trata, desde luego, de un fenómeno nuevo. Como señala este trabajo del profesor Francisco Pérez, del IVIE, ese patrón de crecimiento está detrás del hundimiento de la economía española a partir de 2008: mucho empleo (vinculado en aquello ocasión a la construcción) pero de escasa productividad (sin entrar en otras consideraciones sobre la calidad de los contratos), lo que explica que el shock exterior fuera en España mucho más pronunciado que en otros países (recesión durante prácticamente cinco años).

Es verdad, sin embargo, como dice Montoro, que el sector exterior ha cambiado el escenario macroeconómico. Si al comenzar la crisis España exportaba en bienes 192.744 millones de euros, hoy (datos de 2014) vende en el exterior 239.184 millones. Sin duda, una buena noticia, pero el ministro de Hacienda debería contextualizarla para que los ciudadanos estén mejor informados. España registró el año pasado un déficit comercial equivalente a 21.393 millones de euros (el 2% del PIB).

Un déficit 'robusto'

¿Qué pasa en la zona euro? Pues simplemente lo contrario. La Eurozona ha registrado en lo que va de año un superávit comercial equivalente a 115.000 millones de euros (la mitad procede de Alemania) y un país como Italia (al que a veces se ridiculiza) tiene un excedente de 22.400 millones, frente a los 12.400 millones de números rojos que cosecha España, quien pese al desplome del crudo aún mantiene un robusto déficit comercial, como les gusta decir a los especialistas en macroeconomía.

¿Por qué sucede esto? Sin duda, por el volumen de las importaciones que absorbe España, y que históricamente obliga a los gobiernos a cebar la caldera para neutralizar el lastre que supone el sector exterior. Las importaciones, de hecho, representan nada menos que el 24,6% del PIB, mientras que las exportaciones de bienes el 22,6%.

Con el PIB de 2007, las exportaciones de bienes representarían el 21,4%, a no mucha distancia del 22,6% pese a la devaluación salarial

¿Mucho o poco? Es evidente que las ventas al exterior han crecido, representaban un 19,7% del PIB) en el año 2000, pero no hay que olvidar que España todavía no ha recuperado los niveles de PIB del 2007, precisamente la referencia que se tiene en cuenta a la hora de calcular la ratio. Si España tuviera ahora el PIB de ese año, las exportaciones de bienes representarían el 21,4%, como se ve, no a mucha distancia del 22,6% que se registra actualmente pese a la imponente devaluación salarial practicada desde 2012.

La variable económica preferida del ministro de Hacienda, sin embargo, es la deuda exterior neta (la diferencia entre lo que España ha invertido en el exterior y lo que debe), que marca un increíble déficit equivalente a 1,042 billones (casi el PIB de España).

Presume Montoro, ciertamente con razón, de que el año pasado España tuvo un saldo exterior positivo con el resto del mundo equivalente a 10.938 millones (la mitad que un año antes), sin duda, a años luz de los -100.083 millones que llegó a registrar España en 2007 en plena borrachera de crédito.

¿Como lo ha logrado el Gobierno? Pues con un duro ajuste de la financiación de familias y empresas -el célebre desapalancamiento- que se ha llevado por delante buena parte del tejido productivo (miles de empresas han cerrado) y ha provocado un crecimiento del desempleo extraordinario. España, de hecho, aún no ha recuperado los niveles de ocupación que tenía en el último trimestre de 2011.

Como se ve, no hay mucho de qué presumir. Salvo que estemos ante la reencarnación del mismísimo Willi Stark.

En El Político, una espléndida película de 1949, su protagonista Willi Stark (Broderick Crawford) -viva encarnación del populismo-, intenta convencer a uno de sus subalternos con una frase memorable: “Si dices algo muy alto y lo dices muchas veces, la gente acabará por creerte”.

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