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Carlos Sánchez

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El empleo basura genera recaudación basura

El déficit ha desbordado las peores previsiones. En última instancia, es el modelo productivo 'low cost' el que explica los problemas de Hacienda para cuadrar las cuentas

Foto: El empleo basura genera recaudación basura (Corbis)
El empleo basura genera recaudación basura (Corbis)

Existe un dato que suele pasar inadvertido, pero que refleja con nitidez las miserias de la Hacienda pública española. En 2014, solo el 38,2% de las empresas que tributaron por Sociedades declaró beneficios. Es decir, apenas una de cada tres empresas es rentable. Eso, al menos, es lo que dice Hacienda.

El porcentaje, con todo, no sería realmente preocupante si no fuera por que la tentación de los políticos de turno ha sido, históricamente, mover -hacia arriba o hacia abajo- los tipos de gravamen para aumentar la recaudación a la vista de los pobres resultados en ingresos. Una especie de yenka tributaria que afecta no solo al Impuesto de Sociedades -alterando las deducciones para modificar los tipos reales sin tocar los nominales- sino, también, al resto de tributos.

Esto explica que el IRPF, por ejemplo, se haya convertido en un tobogán de subidas y bajadas en cada cita electoral, como si la recaudación dependiera exclusivamente de los tipos nominales. El resultado, como no puede ser de otra forma, es que España siga teniendo uno de los peores sistemas tributarios de Europa en términos de recaudación, pese a que sus tipos impositivos (salvo en los impuestos especiales y medioambientales) sean de los más elevados.

Los empleos ‘basura’, las tarifas planas y el deficiente modelo de financiación de la Seguridad Social explican el desastre

El dato conocido este jueves, en este sentido, ese 5,16% de déficit, no es más que el reconocimiento de un fracaso. Pero no del sistema tributario, al fin y al cabo, los tipos nominales no son más que instrumentos para modular la política fiscal, sino del modelo productivo. Por muy eficiente que sea la Agencia Tributaria, que no lo es, es imposible cuadrar las cuentas cuando se ha optado por una economía ‘low cost’ que debilita las arcas públicas. Claro está. Salvo que el país esté dispuesto a sacrificar de forma verdaderamente relevante el magro Estado de bienestar que atesora (la protección social pública y privada representa el 44,5% del PIB, frente al 49,4% de la eurozona). Y no parece que ese sea el caso, a la luz de los últimos resultados electorales.

¿Qué quiere decir esto? Pues que el problema del déficit no tiene que ver con los tipos impositivos (al menos de una forma determinante), sino con la existencia de un sistema productivo basado en bajos salarios y empresas de poco tamaño y bajo valor añadido -poco o nada rentables-, que simplemente sobreviven como pueden, como refleja la recaudación del impuesto de sociedades.

La consecuencia de esa economía más propia de un país subdesarrollado (aunque España cuente con multinacionales muy competitivas) es demoledora. La Seguridad Social, por ejemplo, ha cerrado el año pasado con un estratosférico déficit equivalente a 18.475 millones de euros que ha sido financiado echando mano del Fondo de Reserva. Y eso que la economía creó más de medio millón de puestos de trabajo.

Los empleos ‘basura’, las tarifas planas -que son pan para hoy y hambre para mañana- y el deficiente modelo de financiación de la Seguridad Social (el país con más paro tiene unas cotizaciones sociales situadas entre las más elevadas de Europa) explican el desastre.

El ‘marrón’ es doble. La solvencia de España vuelve a estar en entredicho y el próximo Gobierno nacerá con plomo en las alas a modo de herencia envenenada

Pero también una determinada estrategia de política económica que ha obviado que el empleo basura genera recaudación basura y, además, un sistema empresarial poco rentable (aunque es verdad que se puede discutir qué es antes, el huevo o la gallina). Pero también es consecuencia de la existencia de amplias bolsas de fraude fiscal, lo que hace que las bases imponibles, tanto del IRPF como del IVA, no se correspondan con el tamaño de la economía española. El resultado es obvio. La Hacienda pública española fue capaz de recaudar en 2014 una cifra equivalente al 38,6% del PIB, mientras que en la eurozona representa el 46,8%. Como se ve, una distancia sideral.

Hacienda se pone en huelga

El problema, sin embargo, no es solo de ingresos, también de gastos. Y en este sentido, es verdaderamente sorprendente la actitud de los responsables de Hacienda, que en 2015 han hecho una especie de huelga de brazos caídos. Hace casi un año, la Autoridad Fiscal Independiente (AIReF) ya advirtió que no se cumpliría el déficit. Posteriormente, también lo hizo la Comisión Europea, y, de manera recurrente, casi todos los institutos de coyuntura (otros son secuaces del Gobierno) advirtieron de lo que se venía encima. Nadie hizo caso. Sin duda porque era año electoral.

Ahora, el ‘marrón’ es doble. La solvencia de España vuelve a estar en entredicho (algo que explica la persistencia de una prima de riesgo por encima de los 100 pb.) y, lo que es peor, el próximo Gobierno nacerá con plomo en las alas a modo de herencia envenenada.

Hay quien sostiene que Hacienda ha jugado con el déficit (elevándolo todo lo que ha podido) para dejar una verdadera patata caliente a un hipotético Gobierno PSOE-Ciudadanos, que no tendrá argumentos sólidos para pedir árnica a Bruselas con un déficit que se ha ido por las nubes. En todo caso, lo que está claro es que si el ajuste antes era de unos 8.000 millones de euros, ahora es muy probable que supere los 11.000 millones. Es lo que sucede cuando se aprueban leyes, como la de Estabilidad Presupuestaria, que no se cumplen por razones de oportunidad electoral.

Existe un dato que suele pasar inadvertido, pero que refleja con nitidez las miserias de la Hacienda pública española. En 2014, solo el 38,2% de las empresas que tributaron por Sociedades declaró beneficios. Es decir, apenas una de cada tres empresas es rentable. Eso, al menos, es lo que dice Hacienda.

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