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Vencedores y vencidos después del Brexit: una tragedia europea
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Carlos Sánchez

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Vencedores y vencidos después del Brexit: una tragedia europea

El Brexit ha resucitado los viejos fantasmas. Pero en lugar de analizar las causas de los repetidos 'noes' a Europa, se opta por lo más fácil. Echar la culpa a Cameron

Foto: Un partidario del Brexit junto a una partidaria de permanecer en la Unión Europea. (Reuters)
Un partidario del Brexit junto a una partidaria de permanecer en la Unión Europea. (Reuters)

“Tenemos que construir unos Estados Unidos de Europa, y solo de esta manera cientos de millones de trabajadores serán capaces de recuperar las sencillas alegrías y esperanzas que hacen que la vida merezca la pena”. Fue Churchill, precisamente Churchill, quien el 19 de septiembre de 1946, en la Universidad de Zúrich, lanzó su célebre alegato en favor de la integración europea.

“Una masa trémula de atormentados, hambrientos, desposeídos y aturdidos seres humanos se encuentran ante las ruinas de sus ciudades y de sus casas y escudriñan los oscuros horizontes, temiendo un nuevo peligro: tiranía y terror. Entre los vencedores hay una gran confusión de voces agitadas”, continuaba el 'premier' británico, “entre los vencidos, el sombrío silencio de la desesperación”.

Vencedores y vencidos. Esa es, en realidad, la tragedia de Europa que el Brexit ha resucitado. Los ganadores -los euroescépticos- carecen de un proyecto alternativo para gestionar su éxito en las urnas. Y los perdedores tienen proyecto, pero ha sido pisoteado tantas veces que ha acabado por resultar antipático. No solo en el Reino Unido, también en media Europa.

Los euroescépticos carecen de un proyecto alternativo para gestionar su éxito en las urnas. Y los perdedores tienen proyecto pero resulta antipático

A veces se olvida que la ratificación de la Constitución Europea fue rechazada mayoritariamente en Francia (2005), Holanda (2005) e Irlanda (2008). Incluso, muy recientemente, los mismos holandeses rechazaron el acuerdo comercial de la UE con Ucrania. Sincontar el ‘no’ rotundo de los griegos al acuerdo con Bruselas que finalmente entró en vigor por la puerta de atrás. O el trágico ‘no’ danés de 1992 contra el Tratado de Maastricht que se llevó por delante el Sistema Monetario Europeo.

Esto significa que cada vez que se ha preguntado a los ciudadanos sobre el proyecto europeo, el resultado ha sido un rotundo ‘no’. Sin duda, por un argumento que esgrimía hace unos días el nobel de Economía Michael Spence: “La UE se enfrenta a un problema que afecta a gran parte del mundo desarrollado. Muchos ciudadanos sienten que están gobernados por élites que manejan en la sombra a políticos que han sido elegidos democráticamente”.

No le falta razón. Más allá del oportunismo de Cameron a la hora de convocar el referéndum, lo relevante es que la mayoría de los británicos han perdido el miedo a lo políticamente correcto. Pese a la movilización mundial por la permanencia (Obama, FMI, OCDE, Banco Mundial, Comisión Europea…), el Brexit ganó, lo que significa, lisa y llanamente, que la política del miedo ya no es tan eficaz como en el pasado. La autoridad de los grandes partidos ante sus electores se ha quebrado.

De forma grosera y simplista

Lo paradójico es que la mayoría de las interpretaciones sobre lo ocurrido en Gran Bretaña se despachan de forma grosera y simplista con una crítica a la torpeza de Cameron por convocar el referéndum, pero se continúa sin prestar ninguna atención a las causas, a los motivos, que explican el rechazo. ¿Por qué millones de británicos han decido ‘suicidarse’? Esa es la pregunta a la que ninguna autoridad comunitaria ha respondido hasta ahora ¿Alguien cree que Juncker(como antes Durao Barroso -foto de las Azores-) puedeser la imagen y la representación de Europa?

Lo cierto es que los ciudadanos se rebelan contra sus élites. Y si la construcción europea no fue otra cosa que un pacto histórico entre la derecha y la izquierda, entre la vieja democracia cristiana y los partidos socialdemócratas, hoy ese 'statu quo' ha saltado por los aires.

El laborismo es una caricatura con un líder débil que ni siquiera ha tenido el valor de presentar su renuncia

Los partidos de centro derecha ven asaltado su poder por las nuevas formaciones populistas y xenófobas, mientras que la socialdemocracia está siendo devorada por la historia una vez que Europa destina casi la mitad de su PIB a gasto social al no encontrar nuevos objetivos de movilización del voto. En el caso británico, es más que evidente. El laborismo es una caricatura con un líder débil que ni siquiera ha tenido el valor de presentar su renuncia.

Comorecordaba Federico Steinberg, investigador de Elcano, Andrzej Duda, el presidente polaco,venció hace un año a su rival liberal (y europeísta) con un mensaje nacionalista que plantea que lo europeo representa posiciones demasiado próximas al relativismo, al liberalismo internacionalista y a la posmodernidad cosmopolita. Fenómenos que no casan bien con la identidad polaca. El nacionalismo. Otra vez el nacionalismo.

Se suele obviar que hay una nueva generación de políticos que no sienten como suyo el proyecto europeo. En el Reino Unido ya no existen líderes como Geoffrey Howe, Michael Heseltine o el laborista Neil Kinnock que se volcaron en cerrar las heridas abiertas en las dos guerras mundiales. Mientras que al otro lado del Canal lo que ha emergido es una nueva generación de políticos que en lugar de defender las políticas europeas lo que hacen, para no asumir sus responsabilidades y salvar su pellejo, es culpar a la UE de todos los males. Cuando hay que hacer recortes o lanzar políticas impopulares es que Bruselas lo exige, cuando hay que bajar impuestos o dar subvenciones, es que el Gobierno es así de generoso.

Una disputa entre euroescépticos

Y es que, en realidad, como sostiene Wolfgang Münchau, articulista de referencia del 'FT', el Brexit no fue un debate entre abandonar o seguir en la Unión Europea, sino entre dos variantes del euroescepticismo. Una más pronunciada (la de Boris Johnson) y otra más tibia, la de Cameron, que alcanzó el liderazgo conservador, precisamente, con un mensaje muy crítico sobre la Unión Europea. Si el laborismo no hubiera sido devorado por el electorado por sus erráticas estrategias políticas, es probable que hubiera ganado el ‘remain’. Pero hoy el viejo laborismo de Clement Atlee o Harold Wilson es una sombra que se arrastra por el Canal.

Es probable que detrás de todo lo que sucede en Europa se encuentre el lanzamiento del euro, que ha cambiado la naturaleza de la integración europea. Hasta el punto de que la vieja división entre países ricos y países pobres se ha transmutado en otra muy distinta en la que compiten acreedores y deudores.

Una división mercantilista de Europa que tiene mucho que ver con la posición de Alemania, un prodigio de país a la hora de fabricar herramientas y elevar el bienestar social de sus compatriotas, pero que, indudablemente, ha estado siempre en el lado equivocado en política internacional.

El problema, sin embargo, no es solo económico, tiene que ver con la gobernanza. Aunque también el ensanchamiento de la desigualdad que enfurece a las clases medias. La economía británica hace tiempo que recuperó sus niveles de PIB previos a la crisis y su tasa de desempleo se sitúa en el entorno del 5%, lo que sugiere que estamos ante una corriente de fondo que hoy los gobiernos se resisten a ver.

En su lugar, la estrategia de los 27 ha sido elevar el tono dramático -incluso sobreactuando, como los malos actores-haciendo creer que el Brexit era el leviatán, cuando lo razonable hubiera sido explicar que, saliera lo que saliera del referéndum, el Reino Unido seguirá formando parte de Europa, y que Europa no se explica sin la aportación intelectual británica. O es que Darwin, Newton, Stuart Mill o Shakespeare yano son europeos después del Brexit.

Para resolver los problemas entre las naciones están los tratados internacionales. Y de ahí que una respuesta histérica al ‘no’ británico, como este sábado transmitieron los países fundadores,sería una catástrofe. Como también lo sería forzar de forma apresurada la integración para ahuyentar los viejos fantasmas.

No hay peor camino que profundizar de forma temeraria en la integración. Europa es un territorio demasiado complejo para ideas simplistas. Como cuando se lanzó el euro, la moneda única, sin contar con una arquitectura institucional suficiente.

Europa se ha llenado de Donald Trump que han convertido la política en un festival de disparates

La crisis de la moneda única ha demostrado que la UE, sin embargo, no puede dejar de pedalear, pero también que debe hacerlo con paso seguro para evitar la irrupción del populismo y de los tramposos que trafican con los sentimientos. Y hoy Europa se ha llenado de sujetos comoDonald Trump que han convertido la política en un festival de disparates.

La Unión Europea tiene todavía tiempo de tomar las decisiones que no ha adoptado en la última década. Como dice el 'Informe de los cinco presidentes', “ahora toca reforzar los cimientos y realizar aquello para lo que se creó”.

“Tenemos que construir unos Estados Unidos de Europa, y solo de esta manera cientos de millones de trabajadores serán capaces de recuperar las sencillas alegrías y esperanzas que hacen que la vida merezca la pena”. Fue Churchill, precisamente Churchill, quien el 19 de septiembre de 1946, en la Universidad de Zúrich, lanzó su célebre alegato en favor de la integración europea.

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