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Begoña Villacís

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Anticapitalismo de amiguetes

Alguien ha debido caer en la facilidad de solucionar las ansias emancipadoras de quienes prefieren no pagar una casa, o un taller, donde descontrolar variopintos genios creativos

Foto: El Patio Maravillas en Madrid. (EFE)
El Patio Maravillas en Madrid. (EFE)

El descaro se paga y el descaro continuado se paga caro. Suma corrupción como forma de gobierno, impunidad como norma e indulgencia si resulta ser “uno de los nuestros”. Mezcla, agita y obtendrás un cómodo corralito para dos alternantes partidos sin aparente competencia. Pásate de vueltas y lo siguiente que se agitarán serán hastiadas masas y un sentimiento muy español, el revanchismo.

Lo malo del revanchismo es que se sabe cómo empieza, pero no cómo acaba. El revanchismo en España suele tener forma de revuelta, de frente, de guerra o, en su versión más democrática, de voto “anti”, básicamente antiPP o antiPSOE. A diferencia de otras elecciones, en éstas el voto antiPP no cae directamente en la saca del PSOE y viceversa. Pero es fundamentalmente voto “anti”, lo que dibuja a una sociedad que, si hay algo que tiene claro, es lo que no quiere. Llegados a este punto, y habida cuenta de la inexistencia de precedentes, será interesante analizar el verdadero recorrido de lo “anti”. Del cómo se afronta el brusco traslado desde el activismo indiscriminado y la política fricción al duro encuentro con la política real y la decisión.

No es de extrañar, y es casi natural, que obligados por una extraña interpretación de la palabra cambio, determinadas formaciones se encuentren en el ímprobo deber de abastecer a su público con toda una retahíla de antiguos tópicos y viejas frustraciones. El problema es cuando la promesa trasciende la mera extravagancia y se comienza a sugerir la posibilidad de esquivar la legalidad para amparar conductas perfectamente tipificadas, como es, por ejemplo, el fenómeno de la "okupación" urbana.

Puede uno observar los típicos recelos de quien se pregunta sobre la idoneidad de un candidato que ha entrado en el inmueble rompiendo unos cristales

Alguien ha debido caer en la facilidad de solucionar las ansias emancipadoras de quienes prefieren no pagar una casa, o un taller, donde descontrolar variopintos genios creativos. Tan fácil como entregar para su uso y ocupación un inmueble propiedad del Ayuntamiento (es decir, un inmueble que es de todos) para esparcimiento del artista de turno y estupefacción del hipotecado pardillo que tiene por vecino. Puede uno observar los típicos recelos de quien se pregunta sobre la idoneidad de un candidato que ha entrado en el inmueble rompiendo unos cuantos cristales y con la cara tapada para no ser identificado (como aconseja el manual del buen Okupa), y que ha resuelto salir del mercado inmobiliario y disfrutar de un espacio digno sin pagar un duro (tal y como reza el citado manual).

Quizás ante un concurso público en el que un Ayuntamiento legalista resuelva ceder espacios para proyectos de interés social, reste puntos que determinados aspirantes simplemente no admitan la existencia de la propiedad privada, la necesidad de obtener determinadas licencias, pagar suministros o cumplir una serie de normas básicas, entre ellas las de convivencia. Pero, con todo y con esto, creo que merece la pena intentarlo. En ocasiones, la fría y objetiva rigurosidad de un concurso público, aleja retorcidas suspicacias sobre la incidencia de la afinidad política de la Asociación, plataforma o patio en cuestión, como factor determinante para la concesión de la finca.

Por lo demás, nada que objetar al adecuado aprovechamiento del patrimonio de la ciudad. Pero ya puestos a afrontar este hecho, personalmente preferiría que se abordase el desmán presupuestario que supone para el endeudado Ayuntamiento de Madrid el desembolso de 46 millones de euros anuales en alquileres, disponiendo de innumerables inmuebles vacíos y desprovechados, como la mismísima Casa de la Villa, el Palacio de Cañete, Torre Arias, la Casa de la Carnicería y tanto otros.

Racionalicemos, organicemos y ahorremos y, a partir de ahí, nada que objetar al arte. Pero, por aquello de no caer en los vicios de siempre, los que nos llevaron al cambio y que tanto tenían que ver con la discrecionalidad, la opacidad y el capitalismo de amiguetes, apliquemos transparencia, publicidad e igualdad de oportunidades.

El descaro se paga y el descaro continuado se paga caro. Suma corrupción como forma de gobierno, impunidad como norma e indulgencia si resulta ser “uno de los nuestros”. Mezcla, agita y obtendrás un cómodo corralito para dos alternantes partidos sin aparente competencia. Pásate de vueltas y lo siguiente que se agitarán serán hastiadas masas y un sentimiento muy español, el revanchismo.

Ayuntamiento de Madrid Manuela Carmena