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Begoña Villacís

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El 13-N sí va de buenos y malos. Estos somos nosotros, y esos son ellos, para nosotros, una muerte es una pérdida irreparable, para ellos una muesca en un maldito AK- 47

Foto: Flores, mensajes y velas dejados en una zona peatonal del centro de Hannover (Alemania) en memoria de las víctimas de los atentados de París. (EFE)
Flores, mensajes y velas dejados en una zona peatonal del centro de Hannover (Alemania) en memoria de las víctimas de los atentados de París. (EFE)

2015 se salda con un nuevo y terrible alfanumérico más que apuntar en nuestra vieja historia. El 13-N sale del anonimato de las fechas cualquiera. Será el día en el que, en el futuro, todos habremos de recordar aquel viernes parisino de un templado noviembre, en el que la alegría de cientos de jóvenes atraídos por una banda de rock se convirtió, simplemente, en una provocación insoportable. La mayoría les recordaremos por una foto tomada en un viaje, o aquel 'selfie' con los amigos, serán recordados para siempre por la expresión de su rostro en aquella instantánea. Les recordaremos, y nos recordaremos a nosotros mismos en aquel instante donde quedamos impactados por la noticia, imprimados por el momento y la sensación que nos causó. Yo escribía un correo desde el móvil, estaba en mi casa; el 11-M preparaba un recurso, y el 11-S, un examen. Usted también recuerda lo que hacía, y dentro de 50 años también lo hará.

Comienza el goteo de noticias, los borbotones de información, los avances y los retrocesos, nos conectamos a todas las fuentes de alimentación posibles, como si de ellas pudiéramos llegar a extraer algo parecido a una explicación. Encogen nuestros grandes problemas ante la magnitud y proximidad de la tragedia. El dolor es desgraciadamente algo familiar para un país mellado por el terrorismo como ha sido España. Nos reconocemos en ese escenario de sangre, gafas, móviles sin dueño, flores y velas, y sin embargo distamos de reconocernos en la imagen de una multitud hechizada y hermanada por un himno patrio al ser desalojada de un estadio.

En los próximos días, con toda probabilidad, y esto es un claro reconocimiento a la efectividad de los servicios de inteligencia y policía franceses, podremos llegar a recomponer, al menos parcialmente, este rompecabezas. En mi opinión, la reconstrucción de un atentado es de esos sucesos inverosímiles, inaceptables. Este narrará cómo unos pocos camellos de poca monta, y raterillos de medio pelo iluminados por un reciente viaje a Siria, resuelven un buen día despertarse, ducharse, vestirse, quién sabe si rezar… y segar la vida de cientos de personas; la suya propia.

Inaceptable, ¿verdad? Lo es, al menos para nosotros, porque esta historia puede y debe ser simplificada. Esto sí que va de buenos y malos, de atacantes y atacados, esto constituye una ofensiva franca a nuestra civilización, a nuestro modus vivendi. Estos somos nosotros, y esos son ellos; para nosotros, una muerte es una pérdida irreparable, para ellos, una muesca en un maldito AK-47. En este rincón del mundo que es Europa, damos por hecho nuestra emancipación y nos creemos en el derecho de buscar nuestra felicidad. Ni queremos morir, ni queremos matar, queremos llegar a viejos, nos aferramos a la vida. No dedicamos tanto tiempo útil a odiar, y, por encima de todo, como acertadamente resumía el señor Hazanavicius, si hay algo que tengamos en común franceses, incluyo ingleses, estadounidenses, españoles, clientes de cafetería, madrugadores usuarios de cercanías, hinchas de futbol y demás provocadores del fanatismo. Es la consciencia real de vivir descaradamente en libertad.

2015 se salda con un nuevo y terrible alfanumérico más que apuntar en nuestra vieja historia. El 13-N sale del anonimato de las fechas cualquiera. Será el día en el que, en el futuro, todos habremos de recordar aquel viernes parisino de un templado noviembre, en el que la alegría de cientos de jóvenes atraídos por una banda de rock se convirtió, simplemente, en una provocación insoportable. La mayoría les recordaremos por una foto tomada en un viaje, o aquel 'selfie' con los amigos, serán recordados para siempre por la expresión de su rostro en aquella instantánea. Les recordaremos, y nos recordaremos a nosotros mismos en aquel instante donde quedamos impactados por la noticia, imprimados por el momento y la sensación que nos causó. Yo escribía un correo desde el móvil, estaba en mi casa; el 11-M preparaba un recurso, y el 11-S, un examen. Usted también recuerda lo que hacía, y dentro de 50 años también lo hará.

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