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Begoña Villacís

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Cuotas y cabalgatas

El asunto es muy sencillo: la cabalgata de los Reyes ha sido, y debe seguir siendo, una cabalgata por y para los niños de Madrid, no ha sido ni debe convertirse en el escenario de lo político

Foto: Los Reyes Magos, junto a la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, durante la tradicional cabalgata. (EFE)
Los Reyes Magos, junto a la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, durante la tradicional cabalgata. (EFE)

Reconozco que cuando por primera vez me preguntaron sobre la conveniencia o no de Reinas Magas en una cabalgata de distrito me pillaron fuera de juego, no estaba informada de tal suceso. Por supuesto, no suelto lo primero que se me ocurre, aunque sí respondo algo que pienso, y que cuestiona el artificial y extraño hermanamiento que se ha querido trazar entre cuotas y cabalgatas.

Reconozco que la primera imagen que me vino a la memoria volvió a ser una escena de 'La vida de Brian', recientes acontecimientos también me han llevado a este clásico que, visto lo visto, hoy tiene más de cómico que de surrealista. La escena en cuestión reúne a un puñado de lapidarias mujeres barbudas, bien pertrechadas y de pedrada fácil. Al mismo tiempo, el miembro de un grupo de disidentes judíos reivindica airadamente su derecho a parir pese a no tener matriz, derecho que será revindicado ante el romano opresor. Finalmente no llegó la sangre al río, y no fueron Reinas Magas, si no mujeres disfrazadas de Reyes Magos las que desfilaron por aquel distrito. La pregunta es por y para qué.

Aun a riesgo que parecer inmovilista, o poco vanguardista, alguien tiene que recordar que la cabalgata de los Reyes Magos es lo que es, una cabalgata de Reyes, ni más ni menos. Se ideó con el fin de consumar el pequeño engaño a los más pequeños de la casa, y tratar de representar su paso por Madrid, así como la entrega de regalos que abrirán al día siguiente en sus casas. En definitiva, se creó para ellos.

Tiene una lógica, y sí, está completada a base de simbología, y tradición, porque, insisto, es lo que es, una cabalgata de Reyes. Se equivoca quien vea en ella una plataforma para reivindicar no se sabe muy bien qué, se equivoca quien entienda que hacer pasar mujeres por Reyes Magos marca un hito en la historia del feminismo, o marca un avance hacia la igualdad. Se equivoca quien entienda que es necesario aplicar la ideología, o, en este caso, la antiideología, en todo, hasta el punto de verse en la obligación de esterilizar la cabalgata de los Reyes Magos. Huelga, a estas alturas, hacer un debate sobre la ridiculez o no de los trajes de sus Sus Majestades, sobre la falta de la Navidad en el desfile, y la desaparición de simbología alguna. Igual no es necesario renunciar al exotismo de bailarines semidesnudos a cinco grados, pero a mí, personalmente, me faltaron muchas cosas, y me sobraron otras.

Para empezar, me bastaron 10 minutos, el tiempo que tardé en escuchar el primer no villancico que cantaba el grupo invitado, el llamado a ser telonero de los Reyes, y que decía algo así como “vengo de moler de los molinos, de en medio duermo con la molinera, y no me cobra su trabajo, no lo sabe el molinero y olé”. Miro de reojo a mis hijas allí presentes, y por una vez me alegro de que no presten atención a algo. Lo demás se explica con imaginación de madre conjurada que trata de arañar un añito más de inocencia; la extraña presencia de bailarines amazónicos y ¿dragones chinos? en la comitiva, la oportunidad o no de unas, lo reconozco, espectaculares carrozas que espero reciclen para el día del Orgullo y un largo etcétera.

Pese a todo, sigo pensando que lo llamativo del barniz nos desvía de lo importante. Cuanto tiene de pintoresco este continuo y extenuante ejercicio de ideologizar, o aseptizarlo todo, acaba degenerando, como siempre, en el debate de lo anecdótico, del porqué de un 'dj' en lugar de villancicos o, como alguien dijo, cortinas de ducha por trajes regios. Y sin embargo todo es mucho más simple, la cabalgata de los Reyes ha sido, y debe seguir siendo, una cabalgata por y para los niños de Madrid, no ha sido ni debe convertirse en el escenario de lo político, sea correcto o no, porque puede acabar ocurriendo, como ha ocurrido, que te pases de frenada, aunque con ello logres que durante media hora más la polémica de superficie, de trajes, 'dj' y carrozas siga tapando los verdaderos y no resueltos problemas de Madrid.

Reconozco que cuando por primera vez me preguntaron sobre la conveniencia o no de Reinas Magas en una cabalgata de distrito me pillaron fuera de juego, no estaba informada de tal suceso. Por supuesto, no suelto lo primero que se me ocurre, aunque sí respondo algo que pienso, y que cuestiona el artificial y extraño hermanamiento que se ha querido trazar entre cuotas y cabalgatas.

Manuela Carmena Ayuntamiento de Madrid