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Begoña Villacís

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Sí se puede... no se quiere

En estos años, en Madrid se han triplicado los impuestos, o lo que es lo mismo, este ayuntamiento se ha multiplicado por tres el sueldo, y en plena crisis. Exigiremos una bajada del IBI del 7%

Foto: La alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, junto al concejal de Economía y Hacienda, Carlos Sánchez Mato. (EFE)
La alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, junto al concejal de Economía y Hacienda, Carlos Sánchez Mato. (EFE)

Si hay algo que haya puesto de acuerdo al bipartidismo en las últimas décadas, ha sido sin duda la receta para no tener que pasar estrechecess ni bajar su costoso tren de vida; el comodín político por excelencia, el botón rojo de subir impuestos. En esto tanto unos como otros han sido de gatillo fácil. Lo hizo el PSOE en 2010 llevándose por delante deducciones tan importantes como la deducción por vivienda habitual, aquella que hacía que a uno le saliera a devolver. Subió impuestos, y de qué manera, el PP aquel diciembre en que ganaban unas elecciones gracias a un programa en el que se prometía, entre otras cosas, bajarlos. Primero fue el impuesto de la renta, luego sería el IVA, luego tantos y tantos otros. España no ha tenido que solicitar un rescate, porque ha sido rescatada a pulmón por todos los ciudadanos.

En un sistema donde los distintos niveles administrativos se comportan como verdaderos departamentos estancos, cada uno muy dueño de su botón rojo, poco o nada importó que se hiciese coincidir el sablazo fiscal con el que nos tenían preparados ayuntamientos como el de Madrid, que expiaban culpas en espaldas ajenas buscando hechos imponibles hasta debajo de las piedras e inflando el IBI con el famoso catastrazo.

A lo largo de estos años, en Madrid simplemente se han triplicado los impuestos, o lo que es lo mismo, este ayuntamiento se ha multiplicado por tres el sueldo, y enplena crisis.

Las administraciones locales disponen además de un sistema impositivo muy estable, ya que, a diferencia del Estado, la mayor parte de los impuestos que recaudan son absolutamente indiferentes a la existencia de beneficios o pérdidas. Es el caso del IBI o el de la plusvalía municipal, cuyo valor base no es la capacidad contributiva del ciudadano, sino el valor catastral de su casa, convenientemente hinchado por el catastrazo. Este inmueble bien podía ser heredado o incluso comprado antes de perder el trabajo, como les pasó a tantos madrileños, o pagado a letras antes de quedarse una sola con una exigua pensión de viudedad.

Hay dinero de sobra y no saben en qué gastárselo. No queda asociación afín sin subvencionar ni amiguete por colocar, y aun así, les sobra

Son impuestos ciegos, y en esa medida pueden acabar resultando impuestos injustos. Es esta ceguera intencionada la que garantiza una estabilidad en los ingresos de la que no gozan otras administraciones, es un seguro anticrisis. Pase lo que pase, caiga lo que caiga, la recaudación está asegurada, de hecho, han hecho tanto por subirla y asegurarla, que han acabado pasándose de frenada. En los últimos años, en los que poco o nada se han bajado el tren de vida, a diferencia de los servicios que sí han caído en picado, se ha empezado a producir una anomalía política, “sobra dinero”, como lo oyen, sobra, vamos, que han recaudado de más.

El año 2016 terminó con 415 millones más de los que habían previsto inicialmente percibir. Este desfase se ahondó por la incapacidad de gestionar el presupuesto de los propios concejales, que provocó la continuidad del recorte en los servicios directamente reconducido a amortización anticipada de deuda y a superávit. Un desfase de 1.022 millones, ni más ni menos.

Hay dinero, hay dinero de sobra, hay tanto dinero que no saben ni en qué gastárselo, les ha tocado un día de compras gratis en un centro comercial y ya no saben ni a dónde ir. No queda asociación afín sin subvencionar ni amiguete por colocar, y aun así, les sobra.

Se puede, claro que se puede bajar la presión fiscal en Madrid, es perfectamente viable darles un poco de oxígeno a ciudadanos que se han visto saqueados por un ayuntamiento que solo ha sido capaz de servirse a sí mismo. Se puede, lo creemos y lo vamos a defender en el pleno del Ayuntamiento de Madrid, donde exigiremos una bajada del IBI del 7%. Ellos también saben que se puede, lo que pasa es que no se quiere.

Si hay algo que haya puesto de acuerdo al bipartidismo en las últimas décadas, ha sido sin duda la receta para no tener que pasar estrechecess ni bajar su costoso tren de vida; el comodín político por excelencia, el botón rojo de subir impuestos. En esto tanto unos como otros han sido de gatillo fácil. Lo hizo el PSOE en 2010 llevándose por delante deducciones tan importantes como la deducción por vivienda habitual, aquella que hacía que a uno le saliera a devolver. Subió impuestos, y de qué manera, el PP aquel diciembre en que ganaban unas elecciones gracias a un programa en el que se prometía, entre otras cosas, bajarlos. Primero fue el impuesto de la renta, luego sería el IVA, luego tantos y tantos otros. España no ha tenido que solicitar un rescate, porque ha sido rescatada a pulmón por todos los ciudadanos.

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