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Carmena y CFK

Humildemente creo que puedo presumir de ser la política que más claro habla, de no haber rehuido nunca de definirme políticamente y de haber dejado siempre claro mis principios y mis modelos

Foto: Cristina Fernández de Kirchner y Manuela Carmena. (Reuters)
Cristina Fernández de Kirchner y Manuela Carmena. (Reuters)

Si hay algo que no me gusta en los políticos es que se disfracen, que no vayan a cara descubierta, que quieran aparecer como lo que no son o que se escabullan a la hora de reconocer cuál es su ideología. Porque todos los que nos dedicamos a la política lo hacemos de acuerdo con unos determinados principios y valores y de acuerdo con unos determinados modelos. Y los ciudadanos, que son los que nos eligen y los que, después, nos pagan el sueldo, tienen todo el derecho del mundo a conocer cuál es nuestra ideología, nuestros valores y nuestros modelos.

De mí se podrán decir muchas cosas -de hecho, se dicen-, pero nadie podrá decir que no son claros mis modelos y mis valores. Desde que, en 1983, como representante del Partido Liberal, entré como concejal en el Ayuntamiento de Madrid, siempre he defendido lo mismo, nunca he tenido la menor tentación de esconder mi ideología liberal detrás de otros disfraces y siempre he propugnado que el modelo político que quiero para España es el de los países más desarrollados de Occidente, el de los países donde los ciudadanos tienen las mayores cotas de libertad y las mayores oportunidades.

Humildemente, creo que puedo presumir de ser la política que más claro habla, de no haber rehuido nunca definirme políticamente y de haber dejado siempre claro, como ya he dicho, mis principios y mis modelos.

La solemne visita a Cristina Fernández de Kirchner nos ha enseñado más de la ideología de la alcaldesa de Madrid que sus tres meses de indefiniciones

Por eso, me encuentro con cierta autoridad para criticar a tantos políticos españoles que se esfuerzan en disimular su ideología o en disfrazarla con eufemismos o subterfugios. Actitud que he encontrado en políticos de todo el espectro ideológico, pero que, últimamente, se da con profusión entre los políticos de la llamada izquierda. Y, de manera especialmente escandalosa y notable, entre los que componen el confuso magma ideológico y político de Podemos.

Hasta que los efectos de la indignación por los casos de corrupción de toda la clase política y por las consecuencias del paro hicieron que Podemos apareciera como una opción con posibilidades de alcanzar unos significativos resultados electorales, sus dirigentes e ideólogos, los Iglesias, Errejón o Monedero, no hacían nada por disimular cuáles eran sus ideas, sus modelos y sus métodos.

Se declaraban abiertamente comunistas, pero de los de verdad, sin eufemismos, reivindicaban a Lenin, presumían de ser asesores de Chávez, al que admiraban abiertamente y no tenían el menor reparo en preconizar el escrache o el boicot contra sus adversarios como eficaz arma dialéctica. Pablo Iglesias no se disfrazaba de nada cuando dirigía el acoso a Rosa Díez, ni cuando en una herriko taberna declaraba que ETA había sido pionera en luchar contra la Constitución de la concordia de todos los españoles.

Lord Acton, uno de los liberales a los que admiro, dijo en el siglo XIX que el poder corrompe, pero no llegó a decir que la cercanía del poder, también. Y los de Podemos, en cuanto olieron poder, empezaron a disfrazarse y a proclamar que de comunistas no tenían nada (incluso Pablo Iglesias se permitió despreciar públicamente a Garzón por serlo), que eran unos socialdemócratas tibios, y que Venezuela no era su modelo, sino Suecia.

Los ciudadanos, que son los que nos eligen, tienen todo el derecho del mundo a conocer cuál es nuestra ideología, nuestros valores y nuestros modelos

Algo parecido le ocurre a la alcaldesa de Madrid, por obra y gracia de Pedro Sánchez, elegida en las listas de Podemos, que se esfuerza en decir que ella no ha sido nunca comunista, a pesar de haber sido militante del PCE, y en decir que ella no tiene nada que ver con Podemos. Entonces, debemos preguntarnos cuál es su ideología, sus valores y sus modelos.

No me vale que diga que su valor es la bondad y que aspira a que todos los madrileños vivan mejor y tengan más oportunidades. Eso es lo que queremos todos los que nos dedicamos a la política. Y si yo soy liberal, es porque estoy firmemente convencida y, además, la experiencia me avala, de que las políticas liberales son las que más prosperidad y más oportunidades ofrecen a los más desfavorecidos. O sea, que a bondad, lo más que el concedo a la alcaldesa es un empate.

Pero, a pesar de los esfuerzos que hace por evitar que conozcamos cuáles son sus principios, la solemne visita a (CFK) Cristina Fernández de Kirchner nos ha enseñado más de su ideología que sus tres meses de indefiniciones y de manifestaciones abstractas de bondad.

CFK es, sin duda, una de las personalidades políticas más corruptas del mundo, su ideología es heredera de ese peronismo que viene de ser una copia del fascismo mussoliniano, y está alineada con los regímenes que más desprecian la libertad en América y en el mundo.

Pero hay que agradecerle que, con sus palabras de admiración hacia Carmena, nos ha ayudado a conocer mucho mejor qué es lo que ésta piensa, cuáles son sus valores y sus modelos para Madrid, la ciudad que no le dio la mayoría para ser su alcaldesa.


Si hay algo que no me gusta en los políticos es que se disfracen, que no vayan a cara descubierta, que quieran aparecer como lo que no son o que se escabullan a la hora de reconocer cuál es su ideología. Porque todos los que nos dedicamos a la política lo hacemos de acuerdo con unos determinados principios y valores y de acuerdo con unos determinados modelos. Y los ciudadanos, que son los que nos eligen y los que, después, nos pagan el sueldo, tienen todo el derecho del mundo a conocer cuál es nuestra ideología, nuestros valores y nuestros modelos.

Manuela Carmena Juan Carlos Monedero