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Ya no solo es que los partidos quieran presentarse con los mismos programas: es que los poscomunistas de Podemos e IU negocian con absoluta falta de transparencia

Foto: Garzón e Iglesias se reparten puestos en unas negociaciones sin transparencia. (EFE)
Garzón e Iglesias se reparten puestos en unas negociaciones sin transparencia. (EFE)

Convocada ya la repetición de las elecciones generales para el 26-J, todo parece indicar que los partidos pretenden presentarse ante los electores con los mismos programas, los mismos candidatos y hasta casi las mismas listas en cada provincia.

Esta contumaz persistencia en lo mismo ya está recibiendo algunas críticas, fundadas en una cierta lógica que indica que, si todos se presentan con lo mismo, el resultado será el mismo o muy parecido, con lo que la situación de bloqueo a la hora de encontrar un candidato a la Presidencia del Gobierno continuará igual.

Pero no es verdad que todos los partidos se vayan a presentar con lo mismo. Porque al menos Podemos e Izquierda Unida (IU) están celebrando reuniones para juntarse. Y lo poco que vamos conociendo de estas reuniones nos está ilustrando mucho de la manera de concebir la política que tienen estas dos formaciones políticas y, al mismo tiempo, está dejando en evidencia algunos de los puntos débiles de nuestro sistema político, como la Ley Electoral.

Podemos e IU, se disfracen de lo que se disfracen, son partidos que vienen de los restos del naufragio del comunismo.

Por mucho que se disfracen, IU y Podemos son dos partidos nacidos de los restos del naufragio del comunismo, y cada vez está más claro

De hecho, el Partido Comunista de España (PCE) -que existe, aunque parece como si les diera vergüenza manifestarlo abiertamente- es el núcleo fundamental de Izquierda Unida, cuyo líder, Alberto Garzón, es, por su parte, miembro del comité federal del PCE.

Mientras que, desde casi su nacimiento, Podemos, la mayor parte de cuyos dirigentes vienen también del comunismo en sus distintas variantes, ha hecho ostentación de despreciar al PCE y a IU. Un desprecio que, en palabras de Pablo Iglesias, se basa en la incapacidad de los comunistas clásicos para hacerse con el poder. Y el poder para los de Podemos es -Iglesias 'dixit'- el único objetivo de su actividad política.

Esa búsqueda desenfrenada del poder es la que ha llevado a Iglesias y a sus compañeros de la 'Complu' a disfrazar su comunismo primigenio con los ropajes de un populismo demagógico, que, además, ha encontrado en la corrupción de los partidos clásicos el terreno abonado para crecer.

Esa búsqueda del poder como sea es la que ahora, ante la repetición de las elecciones, lleva a los de Podemos a olvidar el antiguo desprecio que les provocaba IU para unirse a ella con el lema de “todos juntos contra el PSOE”. Porque su objetivo máximo, cara a alcanzar el poder, es, antes de nada, 'sorpassar' a los socialistas.

Lo primero que llama la atención de esas conversaciones entre comunistas es su falta de transparencia. Nadie conoce exactamente qué están tratando los dirigentes.

Esto quiere decir que no sabemos cuáles son los términos de una negociación en la que ahora van a olvidar sus diferencias ideológicas y programáticas para presentarse juntos.

Nadie conoce exactamente lo que están discutiendo y negociando los dos dirigentes de los partidos 'postcomunistas' con su falta de transparencia

Porque sería muy interesante saber en qué estaban antes en desacuerdo estas dos facciones del poscomunismo. Y también por qué ahora se olvidan de esos desacuerdos para buscar esa suma de votos que les permita arrinconar a los socialistas.

Por el contrario, los espectadores tenemos la impresión de que el debate ideológico está siendo inexistente, porque lo poco que vamos sabiendo de esas negociaciones secretas es que se están limitando al típico mercadeo de puestos de salida en las listas electorales de la futura coalición.

Es decir, que a los representantes de lo que ellos mismos llaman la “nueva política", cuando les llega la hora de la verdad, solo les interesa el poder, y se fijan menos en las cuestiones ideológicas que en los cambalaches de actas de diputado o senador.

Estas impúdicas negociaciones con los puestos de salida de los representantes públicos son otra demostración de la imperiosa necesidad de cambiar la Ley Electoral. Porque no puede ser que unos dirigentes -en este caso, Iglesias y Garzón- sean los que, en su despacho, decidan quién será, y quién no, diputado o senador. Aunque eso haya sido moneda corriente en todos los demás partidos hasta ahora.

Es hora de que las actas de diputado y de senador las otorguen los ciudadanos. Unos ciudadanos que conozcan perfectamente a los candidatos que los partidos presentan y que, después, les puedan controlar de cerca.

Mientras no cambiemos esa ley, tendremos que soportar negociaciones como estas de los comunistas, los de toda la vida y los 'aggiornados', para repartirse el pastel de los votos de los ciudadanos.

Convocada ya la repetición de las elecciones generales para el 26-J, todo parece indicar que los partidos pretenden presentarse ante los electores con los mismos programas, los mismos candidatos y hasta casi las mismas listas en cada provincia.

Izquierda Unida PCE Alberto Garzón