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El Gobierno se resiste a que le sepulte un rescate financiero
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José Antonio Zarzalejos

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El Gobierno se resiste a que le sepulte un rescate financiero

La razón última y fundamental por la que ayer compareció Mariano Rajoy ante los medios de comunicación -insólita iniciativa en un emboscado presidente del Gobierno- disponía

La razón última y fundamental por la que ayer compareció Mariano Rajoy ante los medios de comunicación -insólita iniciativa en un emboscado presidente del Gobierno- disponía de una aplastante racionalidad política: insistir que, pese a padecer una prima de riesgo superior a 500 puntos básicos y caer la Bolsa por el efecto Bankia y demás entidades bancarias, el Gobierno no va a pedir el rescate del sistema financiero español. El Ejecutivo y su presidente están soportando una fortísima presión para que España reclame ayuda del Fondo de Rescate de la UE (también sería posible del FMI) para sanear una parte del sistema financiero en pésima situación de solvencia y necesitado de una inyección de recursos público cuyo cálculo, aunque varía, se situaría en el entorno de los cien mil millones de euros.

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Pero “un rescate del sistema financiero en las actuales condiciones amortizaría al actual Gobierno, no es seguro que mejorase la prima de riesgo y restaría todavía más soberanía al Ejecutivo y al propio Parlamento” aducen fuentes de la Moncloa. El término “amortizar” se emplea para evitar el de “extinguir” la vigencia del actual equipo gubernamental. En otras palabras: un rescate haría saltar a los ministros económicos -Luis de Guindos y Cristóbal Montoro- y dejaría herido de enorme gravedad a Rajoy. “No se es demasiado consciente de lo que implicaría”, insisten las fuentes citadas, y “no afectaría parcial sino globalmente a la gobernanza de nuestra economía”.

Un rescate haría saltar a los ministros económicos -Luis de Guindos y Cristóbal Montoro- y dejaría herido de enorme gravedad a Rajoy

Por otra parte, todavía no ha entrado en funcionamiento el ESM (acrónimo en inglés del Mecanismo Europeo de Estabilidad) que lo hará en el mes de julio “y que es un recurso más suave que el rescate puro y duro” insisten estas fuentes. La situación que provocaría un rescate del sistema financiero sería de tal calibre que el propio Alfredo Pérez Rubalcaba se ha alineado con Rajoy: no lo cree ni necesario, ni aconsejable. Porque el secretario general del PSOE sabe que ni su partido sería una alternativa, ni la autonomía de decisión se restringiría sólo para el Gobierno, sino para el conjunto del sistema político. De ahí que los socialistas apoyen esa parte de la tozudez de Rajoy que ha cumplido escrupulosamente con las indicaciones de la troika que ya en julio del año pasado enviaron a Rodríguez Zapatero sus instrucciones. El periodista Mariano Guindal en su libro “Los días que vivimos peligrosamente” revela -es el único que lo ha hecho- el contenido de esa carta (que le fue leída por un ministro del Gobierno) y que resume así los pasos que España debía dar:

1) Reforma de la negociación colectiva que implique una efectiva descentralización de la negociación salarial

2) Abolición de las cláusulas de indexación de los salarios con  la inflación.

3) Adopción de medidas especiales para alentar la moderación salarial en el sector privado.

4) Creación de un contrato de trabajo excepcional con un coste de despido muy bajo durante un período de tiempo delimitado (para poner en práctica durante sólo dos o tres años)

5) Eliminación de todas las restricciones a la concatenación de los contratos temporales

6) Puesta en práctica de medidas adicionales de consolidación fiscal del orden del 1% del PIB para garantizar el cumplimiento del objetivo de terminar 2011 con un déficit del 6%, comprometido en el Plan de estabilidad.

7) Implementación estricta de los controles sobre los presupuestos de las comunidades autónomas y de los ayuntamientos y

8) Introducción de una nueva reglamentación del gasto que limite su incremento al crecimiento tendencias del PIB español.

Rodríguez Zapatero cumplió en parte las instrucciones -en especial, la reforma del artículo 135 de la Constitución- y convocó elecciones el 31 de julio para el 20 de noviembre porque no podía hacer frente a la reforma laboral que sí ha aprobado el Gobierno de Rajoy. De ahí que el presidente estime que él ha cumplido su parte, que no es responsable de buena parte del exceso de déficit de 2011; y que ahora el turno es del BCE inyectando un nueva tanda de liquidez que afloje la prima de riesgo para evitar que la financiación de nuestro endeudamiento no ahogue más aún la economía española.

Este planteamiento no lo va a variar Rajoy en el corto plazo por más que, como ha hecho Alain Minc, economista, consejero que fue de Sarkozy, le haya acusado desde las páginas de El País del pasado viernes de incurrir en “el pecado de orgullo”, aconsejándole así en un demoledor párrafo: “¿Qué obstáculo impide esta actuación tan sensata (el rescate)? El exceso de orgullo del Gobierno de Rajoy, que afirma en voz muy alta que España es capaz de superar por sí sola la crisis de su sistema bancario. Eso es engañarse a sí mismo: lo saben todos los expertos y todos los profesionales. La elección es sencilla. O el Gobierno controla su pecado de orgullo y negocia ya un acuerdo con los socios y las instituciones europeas (…) o el deseo de salvarse por su cuenta perdurará y dentro de tres meses será necesario hacer una operación de urgencia. Será más difícil y más penalizadora, porque los europeos querrán hacer pagar a Madrid su ilusoria y costosa decisión de actuar por su cuenta.

La alternativa consiste en enterrar un gobierno con sólo cinco meses de vida y su gestión demediada con una España sometida al dictado de la troika más aún de lo que ya lo está

Durísima advertencia a Rajoy que ayer contestó, quizá con el apoyo de José Manuel González Páramo, consejero español del Banco Central Europeo que, en el mismo periódico, declaraba el domingo que “todo sigue bajo el control de las autoridades españolas. No tengo constancia de que haya habido fuga de depósitos. El Gobierno español decidió, con acierto, complementar las valoraciones públicas de los activos del sistema bancarios con otras externas. Hasta que no las conozcamos no se sabrá si hay más necesidades de capital ni de donde saldrán. El debate sobre rescates o fugas de depósitos son ruidos que se escuchan en otras plazas financieras, pero me sorprende oírlo en España.”

Es obvio que Rajoy está ganando tiempo esperando: a) que entre en vigor el Mecanismo Europeo de Estabilidad, b) que, antes, el BCE inyecte liquidez y relaje la presión sobre la deuda soberana, c) que el Gobierno disponga de la tasaciones de las carteras crediticias y d) que Bruselas acepte suscribir la ampliación de capital de Bankia, y eventualmente de las cajas gallegas y Caixa Catalunya mediante títulos de deuda pública. Por eso aguantará hasta lo imposible. Como lo ha hecho casi siempre en su carrera política, dotada de un cierto autismo para el elogio y para la denigración. La alternativa consiste en enterrar un gobierno con sólo cinco meses de vida y su gestión demediada con una España sometida al dictado de la troika más aún de lo que ya lo está. ¿Qué es lo mejor? Rajoy se la juega y todos con él. Más vale que acierte.

La razón última y fundamental por la que ayer compareció Mariano Rajoy ante los medios de comunicación -insólita iniciativa en un emboscado presidente del Gobierno- disponía de una aplastante racionalidad política: insistir que, pese a padecer una prima de riesgo superior a 500 puntos básicos y caer la Bolsa por el efecto Bankia y demás entidades bancarias, el Gobierno no va a pedir el rescate del sistema financiero español. El Ejecutivo y su presidente están soportando una fortísima presión para que España reclame ayuda del Fondo de Rescate de la UE (también sería posible del FMI) para sanear una parte del sistema financiero en pésima situación de solvencia y necesitado de una inyección de recursos público cuyo cálculo, aunque varía, se situaría en el entorno de los cien mil millones de euros.