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La jactancia de un Gobierno provinciano
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José Antonio Zarzalejos

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La jactancia de un Gobierno provinciano

“Los gobiernos no aprenden nunca”. Milton Friedman Un apoteósico Mariano Rajoy compareció ayer en la Moncloa -arrastrando políticamente los pies, pero con paso firme

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“Los gobiernos no aprenden nunca”. Milton Friedman

Un apoteósico Mariano Rajoy compareció ayer en la Moncloa -arrastrando políticamente los pies, pero con paso firme y sonrisa impostada- para perpetrar una intervención en rueda de prensa que se recordará como una de sus mayores inhabilidades políticas, sólo comparables a las de un Zapatero que en 2008 prohibía que se hablase de crisis económica (se trataba de “una desaceleración”, de un “enfriamiento” o de una “ralentización”) y que hasta mayo de 2010 se comportó con la misma jactancia -arrogancia o presunción- que Rajoy ahora, mostrando ambos el carácter provinciano de sus respectivas gestiones. No le parecerá mal al presidente del Gobierno que me exprese en estos términos tan críticos porque suya es la frase de que “se aprende más de quien no nos da la razón”. Y no es que yo se la regatee -que carezco de autoridad para ello- sino que lo hacen los hechos y un consenso generalizado al que nuestro jefe de Gobierno se ha empeñado orgullosamente en llevar la contraria.

Hace falta facundia y descaro intelectual para sostener que el rescate parcial de nuestro sistema financiero no es tal sino la disposición de una línea de crédito sin contrapartidas más allá de las que correspondan a las entidades que sean socorridas con esos fondos; para reiterar que la disposición de ese crédito no generará más déficit público cuando el receptor del mismo es el Estado a través del FROB; para afirmar -luego de haber descartado la hipótesis como calenturienta y aviesa- que las reformas adoptadas por su Ejecutivo han evitado nada menos que la intervención en toda regla del Reino de España y para asegurar que no sólo no ha sido presionado por la troika, sino que él ha contraído el mérito de ¡haberla presionado!

Por lo demás, la negativa -suya, de la vicepresidenta, del ministro de Economía, del de Industria… de que la “banca española no será rescatada” (28 de mayo) y de que las decisiones se tomarían cuando las auditorías independientes valorasen las carteras crediticias de las entidades financieras y sus riesgos (8 de junio)- respondería, no a una mentira o a una ignorancia de grueso calibre, sino a la muy entendible estrategia de no “retransmitir las negociaciones”. De tal forma que “resuelto el tema”, nuestro presidente enfiló a Polonia a contemplar el primer partido de la Roja en la Eurocopa.

Poco parece importar al presidente del Gobierno que el rescate del sistema financiero (la menos mala de las alternativas posibles) sea la culminación de una histórica concatenación de rectificaciones políticas y técnicas que comenzaron con el Real Decreto Ley de 30 de diciembre y que han afectado a todos y cada uno de sus compromisos pre y post electorales. Ya nos lo advirtió: él iba a incumplir su palabra si era preciso hacerlo en atención a los intereses generales. Ayer, en su comparecencia en la Moncloa, debió recordar que, como Aristóteles escribió, “no nos hace falta un gobierno perfecto, se necesita uno que sea práctico” y, así, reconocer que las vertiginosas horas previas a la petición de asistencia financiera al Eurogrupo estuvieron repletas de presiones que quebraron el pulso a un Gobierno que se había ganado el correctivo anticipado de la UE tras una gestión desastrosa de los Presupuestos de 2012 y de la nacionalización de Bankia a propósito de la cual, y por efecto de una mal calculada segunda vuelta de la reforma financiera, el propio Ejecutivo contaminó al entero sistema bancario español inoculando en los mercados una invencible desconfianza.

Lo peor, con todo, no es que el Gobierno haya tenido que rectificar el rumbo incurriendo en improvisación y bandazos (ayer alguna encuesta mostraba la fuga de apoyos electorales por desencanto hacia el presidente y su gabinete). Lo peor es lo que el corresponsal en Madrid de The Finantial Times, Víctor Mallet, escribió en el diario Expansión el pasado sábado, bajo el título España ignora al resto del mundo”. Le resulta preocupante a este periodista -ciertamente muy acreditado- que en España cause perplejidad “el escepticismo de los inversores de Londres y Nueva York o la consternación de los socios de la UE por el fracaso del país a la hora de controlar sus finanzas”. Para este corresponsal cuesta entender “la difícil relación de España con Alemania y las instituciones de la UE en Bruselas”. Mallet afirma que “ni Rajoy ni José Luis Rodríguez Zapatero (…) han logrado convencer a Ángela Merkel ni a sus otros homólogos europeos de que pueden imponer la austeridad y que dé resultados. Se sabe que Zapatero ha fracasado, y seis meses después de asumir el poder, se espera que Rajoy fracase también en sus objetivos”. Pero el periodista británico no se queda ahí: afirma sin ambages que tanto González como Aznar “parecen más respetables” (se refiere al ámbito internacional) que Rajoy, al que le recuerda el desafío al déficit acordado para 2012 (“una decisión soberana” dijo el presidente entonces) o el aplazamiento de los Presupuestos. Veinticuatro horas después de publicado este artículo, se consumó el rescate (línea de crédito) de parte de nuestro sistema financiero.

Es mala la jactancia provinciana cuando para gobernar los recursos necesarios están más fuera que dentro del propio país, cuando los Ejecutivos han perdido los resortes de la política monetaria y cuando la globalización hace que hasta Obama se refiera preocupadamente a nuestro sistema financiero. Rajoy no tiene alternativa porque ni un solo punto de intención de voto de los que pierde el PP lo capta el PSOE, que camina por su particular travesía del desierto. Pero es imprescindible que el presidente comience a sincerarse consigo mismo y asuma que -además de la herencia recibida (envenenada)- él y su equipo han cometido errores que, en buena medida, han empeorado la situación española. Que parte de esos errores se deben a un gabinete  invertebrado, descoordinado, compartimentado y sin discurso político ni plan de comunicación. 

Ignoro si el hermético Rajoy se plantea hacer una ciaboga en el rumbo gubernamental y renovar a algunos de los titulares ministeriales, pero debe recordar las sabias palabras de George Orwell: “Los líderes que prometen sangre, sudor y lágrimas siempre consiguen más de sus seguidores que aquellos que prometen seguridad y buenos momentos”. Ayer, Rajoy dribló la realidad por partida triple: la suya, la de su Gobierno y la de la propia España. Más nos vale que recupere la lucidez, abandone la jactancia y supere el provincianismo. Porque Europa ya no termina en los Pirineos.

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“Los gobiernos no aprenden nunca”. Milton Friedman